¡¡Plantas carnívoras!!


En las formaciones boscosas de los montes mediterráneos se esconden seres maravillosos, únicos, extraños... peligrosos. Como estas enormes plantas carnívoras que me encontré en uno de mis viajes, acechando en el recodo del camino...

Con sus bocas abiertas, parecen estar esperando a los incautos que se acerquen demasiado...




¡Dos, tres, o incluso cuatro bocas! ¡Pobre del que se atreva a acercarse!



¿Cuántos insectos desprevenidos habrán ido a parar a sus fauces? ¿Y avecillas? ¿Pequeños ratones incluso? No lo sé, pero tiemblo al pensarlo.

Sus hojas parecen invitar al acercamiento... ¿qué haré? ¿Iré o no iré?




























Respiro hondo... la ilusión óptica ha desaparecido... me encaramo al árbol y consigo hacerme con algunos higos que todavía no se han abierto. ¡Qué delicia!

Que bonito el otoñar


No hay nada que me guste más que los grandes cambios que se producen en la naturaleza. Amarillos, rojos y naranjas comienzan a entreverse en la multitud de tonos verdes de los distintos enclaves de nuestra Península. El otoño.



Si os fijáis ya comienzan a verse ligeros toques rojos y amarillos, que poco a poco, se harán dominantes en aquellos lugares en los que abunden los árboles caducos. Todo un deleite para la vista el poder observar como algunos de los arboles exigen su protagonismo, para permanecer meses desapercibidos y desnudos.

¿Por qué cambian de color los árboles en otoño?

Este acontecimiento de la naturaleza tiene una explicación.  Las hojas están formadas por multitud de células especializadas en realizar la fotosíntesis. Para ello necesitan unos pigmentos, entre ellos la famosa clorofila, la encargada de realizar la respiración en las plantas. Asociados con las clorofilas, existen también en las xantofilas (pigmentos amarillos) y carotenos (amarillo-anaranjados), que quedan ocultos tras la clorofila.

Sin embargo cuando las horas de luz se acortan, los árboles caducos deciden dejar de gastar energía para afrontar el largo invierno. Por lo que detienen por completo la fotosíntesis, degradándose poco a poco la clorofila.

Tras la muerte de los pigmentos de la clorofila, comienzan a surgir los colores amarillos y rojos. OJO!!! ya estaban en las hojas, pero que quedaban ocultas bajo el verde de la clorofila.

Dando estampas como esta:




¡¡¡Qué ganas tengo de que llegue!!!

Mirada patuna


El que se aficiona a visitar una zona, acaba por conocer detalles que en otras ocasiones hubieran pasado desapercibidos.

Para nosotros, ese detalle se llama Mirada Patuna.



Como podéis ver, Mirada Patuna es una especie de anátide. En concreto, se trata de un tarro blanco, o Tadorna tadorna. ¿Que por qué es tan especial? Porque siempre, siempre, siempre está allí, en la misma posición.

Vive en l’Albufera,  junto muchas otras especies. Pero parece totalmente abstraído, no le importa el bullicio generado por sus compañeros, ni el frío o el sol; incluso da la sensación de que ni siquiera coma. Lo hemos visto en días soleados, en días de lluvia, en primavera, casi en verano, con el frío invierno… Y allí está, en su eterna posición, mirando al infinito.

Desde el observatorio de aves donde nos escondemos para admirar las vistas, casi parece un reclamo, una figurita inerte. Pero, de vez en cuando, gira su cabeza mientras profiere un sonoro ¡CUAC!  y se queda mirándonos.  De este gesto le viene el nombre, y ahí está el por qué de la foto. Permanece así varios minutos, hasta que vuelve a su eterna posición.

Pasamos horas imaginando el por qué de su actitud. ¿Será un ejemplar demasiado viejo como para emprender el vuelo? ¿Habrá muerto su pareja y se sentirá triste? Sea como sea, allí está, siempre, esperando.

Hasta la próxima, Mirada Patuna