Una despedida con fecha de retorno


Un corazón natural. Es la mejor foto que podía haber puesto porque:
- Amo la naturaleza.
- Adoro el blog, y quiero expresar mi cariño a todas aquellas personas que lo siguen.
- Es un mensaje que debería darse más a menudo. Tenemos miedo a decir "te quiero", cuando es el mejor sentimiento que se puede compartir.
- Se me acelera el pulso pensando en dónde voy a ir, y todo lo que voy a aprender.
- Sé que mi corazón no será el mismo cuando regrese. Es por poco tiempo, pero solo la diferencia cultural ya será un motivo para ello.

Así pues, os dejo este corazón de las sierras de Yátova y me despido por el exacto lapso de tiempo de "un mesecillo más o menos". 
Prometo volver con más fotos, con datos naturales y con mil historias que contar. Mientras tanto, disfrutad del amor en todos los aspectos. ¡Nos vemos en el monte!



¡Pica, pica!

Estas cositas tan "cuquis" son, nada más y nada menos, orugas de Thaumetopoea pityocampa (Denis & Schiffermüller). Vale, así puede que no diga mucho, pero quizá se aclare la situación si digo que se trata de la famosa procesionaria del pino.
En esta época del año las orugas, ya crecidas, forman su característico nido y se alimentan de las acículas (hojas) del pino.
Esa bola negra se trata de su cabeza, y los pelillos blancos de su cuerpo son los que ocasionan una fuerte urticaria. Hay quien dice que le ha caído alguna encima, y que en esa parte de su cuerpo no ha vuelto a crecer el pelo. Personalmente, puedo llegar a creerlo. Lo que seguro que es cierto es que en los primeros estadios son poco peligrosas, pero conforme crecen su veneno aumenta exponencialmente; hasta el punto de que pelos arrastrados por el viento puedan dañar a transeúntes.
Por eso os digo... ¡mirad las fotos, pero no hagáis esto en casa!


Se trata de una especie curiosa, adaptada al clima mediterráneo.
Como todos los insectos, es de sangre fría, y es bastante vulnerable al frío. Regula su temperatura y sus funciones vitales en función del clima exterior; una helada podría matarlos. Frente a este riesgo, la mayoría de insectos pasa la época invernal como huevo, crisálida o pupa, o incluso en letargo, escondidos. La procesionaria no.
Las larvas se desarrollan entre el otoño-invierno, dependiendo de la zona y de los rigores del clima. Estas fotografías son de Xàtiva en enero, y podéis comprobar lo crecidas que están ya.

Son gregarias, comen juntas y duermen juntas en el nido, donde se apelotonan y tratan de mantener el calor. Si el día es muy frío no salen de allí, pero en cuanto la temperatura aumenta un poco, se disponen a comer.


El nombre de procesionaria les viene de otro comportamiento característico. Y es que, más o menos durante la primavera, también dependiendo del lugar y los rigores del clima, cuando ha finalizado el crecimiento de la oruga, se disponen a pupar. Pupar significa crear un capullo donde se realizará la metamorfosis (como el gusano de seda de toda la vida, que todos hemos tenido de pequeños en casa).
Esta pupación se realiza en el suelo, bajo tierra, por lo que hay que descender del pino. Lo hacen una tras otra, en fila india, lo cual recuerda a una procesión: de ahí el nombre.
Otra curiosidad: siempre, la cabeza de fila es una hembra. 



Aunque se consideran plaga, no suele ser una especie agresiva. Defolia los árboles donde crece y se alimenta, pero sin ocasionarle daños graves. Sólo en ocasiones, cuando el árbol es joven y de pequeño tamaño y se desarrollan varias puestas a la vez, la procesionaria puede ocasionar la muerte del pino (o el abeto o el cedro, pero encontrarlas en estas especies es más complicado). 



El adulto, que emerge en verano, se asemeja a una polilla de gran tamaño. Ponen los huevos de forma helicoidal, alrededor de una o dos acículas.


Os dejo aquí con esta pequeña exploradora. 
Si las veis por el monte, ¡alejaos! O, si las queréis ver, siempre con precaución, vigilando de dónde viene el viento y sobre todo, sin tocar. Porque... ¡pica mucho! 


¡Nos vamos de excursión! Hoy, La Creueta y otros lugares fantásticos de Xàtiva

Y esto es, una vez más, Xàtiva. Su castillo, sus edificios, las montañas de alrededor, la Solana... vistos de perfil, y en concreto desde el pedestal de La Creueta.
Coronando la Serra Vernissa, esta enorme cruz de metal, observable desde todo el municipio, fue el primer hito a alcanzar esa jornada. El desnivel es pronunciado, el camino, en ocasiones se desvanece, y los estragos de las navidades se notan. Pero solo por estas vistas, ya vale la pena.  



Paso de lo grande a lo pequeño. Junto a la cruz, entre las rocas, viven estas pequeñas, hermosas y aguerridas florecillas. Se trata de Chaenorhinum origanifolium L., probablemente la subespecie crassifolium.  También recibe el nombre de espuelilla o esperons de roca. 
Lo que realmente hace especial a esta especie es su amor a la vida. Crece, como otras rupícolas, en roquedos, donde otras plantas algo más exigentes no podrían hacerlo. Indica que el suelo donde crece es muy básico y pobre en nitrógeno, que tiene una sequía y un calor extremos y que apenas le da la sombra. Toda una superviviente del mediterráneo.
Y a pesar de las adversidades del medio, fijaos qué preciosa es. Tenemos auténticos tesoros escondidos en la hendidura de cada roca.






Puede que esta foto os sorprenda. No tiene calidad ninguna. No tiene nada que ver con el mundo natural. Cualquier palabra bonita sobre ella es cuestionable. ¿Entonces? ¿Qué hace aquí? Es una simple cuestión de orgullo personal. Quería demostrar que la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia es visible desde Xàtiva en un día despejado y con el objetivo adecuado. Et voilà.


¿Quién, criado en el mediterráneo, no conoce esta planta? La chumbera, la figa palera. O, en su nombre científico, Opuntia ficus-indica L. 
Es una cactácea, y como la mayoría de especies de su familia, no posee hojas como tal, sino una estructura denominada cladodio, un tallo aplastado que actúa como hoja. Espinosa hasta en el fruto, aunque dicen que, debidamente pelado, está delicioso.
Como todas las cactáceas (excepto una, Rhipsalis baccifera) tiene su origen en el continente americano. Esta, en concreto, proviene de México. Por tanto, no es una especie autóctona, es una colonizadora, a veces con tintes invasores, que se expandió por nuestras tierras tras comenzar el comercio con el Nuevo Mundo. Tras tantos años, se considera que la especie ya se ha naturalizado en el Mediterráneo, y forma parte indivisible de sus paisajes más tórridos.


Un olivo silvestre, o acebuche, visto a contraluz.


Seguíamos adelante. Había que alcanzar un vértice geodésico, en lo más alto de la montaña...


... y habíamos dejado muy atrás La Creueta. Todo esto, a través de un camino que se desvanecía cada dos por tres, cuyas marcas eran difíciles de seguir. Entre rocas sueltas, procesionaria y bajo un sol muy poco clemente para tratarse del mes de enero. 
¡Todo un reto!


No contentos con ello, seguimos cresteando hacia el siguiente objetivo: La Penya San Dídac.


Ya bajando, hayamos esta bellísima, aunque espinosa aliaga (Ulex parviflorus Pourr). Sus bellos colores iluminan el paisaje invernal.


También animan las numerosísimas Diplotaxis erucoides L. Una pequeña planta que florece en otoño e invierno, tras las primeras lluvias, y que tapiza campos de cultivo enteros, como éste, justo detrás de San Diego. 
Para mí, que vivo en un municipio donde nieva una vez cada veinticinco años (y si cuaja es motivo de fiesta mayor) es un sustituto ideal, cálido y perfumado. 


También son un soporte ideal para las abejas, que lejos de morir con el frío del invierno, que aquí no existe, se afanan en trabajar duro. Y estas flores les proporcionan el necesario alimento. 


Una combinación perfecta: las abejas no mueren de hambre y estas flores son fácilmente polinizadas, pues tienen pocas competidoras en esta época del año. 



Un tapiz de musgo. Verde, mullido, suave... me encanta.


¿Qué espantosos acontecimientos habrá presenciado esta pobre chumbera para quedarse tan asustada?

Más herbáceas de invierno, pugnando por abrirse paso hacia la luz. Esta corona espinosa parece ser una Carlina, aunque es muy complicado determinar la especie. 



Ya habíamos atravesado la Solana. San Diego, La Creueta e incluso el castillo quedaban lejos ya.



Luego, acabamos de cruzar la Solana, tomamos otra senda y cruzamos por la umbría, tomando la ruta de La Costa del Castell. 

El viejo ciprés, marcando el fin del tramo accidentado, siempre tiene una única gotita ámbar resbalando por su corteza. No se el por qué, pero es un detalle que me encanta. 


Casi al final de la ruta, el campanario de la Seu surgía entre chumberas.


Y así, concluyó la ruta. Sólo quedaba regresar a casa, darse una buena ducha... y a flotar entre las nubes de un merecidísimo descanso.


¡Nos vamos de excursión! Hoy: la Colaita

El grupo senderista de Catadau (y alrededores) nos prepararon una preciosa excursión a la Colaita. 
Una bellísima montaña que por desgracia sufrió un fuerte incendio en 2012 y aún se recupera de sus heridas.
Sin embargo, y como veréis a continuación, la ausencia de vegetales, aunque triste, nos puede dejar una visión distinta a la que estamos habituados a disfrutar, y no por ello menos bella. Así pues, aquí tenéis, contemplad las formas, ondulaciones y estratos del monte.






Nada más salir, tuvimos la suerte de hallar unas matitas de Globularia alypum L. Esta pequeña planta, que tiene propiedades medicinales como purgante, alegra los inviernos mediterráneos con su bello color morado.  






 Estos esqueletos de lo que otrora fueron pinos son mudos testigos del fuerte incendio.



Sigue la ascensión...


... y nos lleva a paraderos tan singulares como este. Una gran grieta, por la que tranquilamente puede discurrir una docena de personas. Con unas vistas espectaculares al final. 





La roca desnuda también es impresionante.



Aquí es donde ya se empiezan a notar las formas de la montaña: sus curvas, sus crestas, sus hondonadas... No deja de ser curiosa y llamativa esta visión del fluir de la roca, casi parece que se trate de un río petrificado.





¿Haremos cumbre allá arriba?



Esta roca llamó mi atención. Como un menhir natural, se alza sobre todas las demás y domina el paisaje-


Impresionantes las vistas, sobre todo las del cañón tan profundo que queda en segundo plano.



Y estas son las primeras plántulas de Cistus albidus L. De las pocas de su género con flor violeta en vez de blanca. 
Se trata de unas aguerridas plantas que no temen a nada: ni a la sequía, ni a un suelo demasiado básico, ni a la escasez de tierra para crecer, ni al fuego. Son unas colonizadoras natas. De hecho, suelen ser de las primeras especies en aparecer tras un incendio, lo cual explica su abundante presencia, casi tapizando por completo algunas áreas.


Nuevas perspectivas de la sierra.



Este tronco reseco parece clamar al cielo "¡volveré a rebrotar!"


Este terreno tan estrambótico bien podría parecer salido de un libro de fantasía. Pero no es así. Es mejor. Es la hermosa realidad.




Aquí, entre las rocas, este palmito, margalló o Chamaerops humilis L. parece ser el rey. Esta palmera de pequeño tamaño es la única especie nativa de Europa. El resto de las palmeras que todos conocemos han sido importadas, y, aunque son características de nuestro paisaje, muchas presentan problemas para reproducirse y salir adelante sin los pertinentes cuidados.
Sin embargo, el palmito es oriundo de estas tierras, y crece de forma espontánea allá donde el terreno le es propicio (que puede ser casi cualquiera de nuestras tierras siempre que tenga sol, es poco exigente).


Poco más me queda por añadir. Cuando las imágenes son tan bellas no es necesario utilizar las palabras. 








Otra Globularia nos vuelve a sorprender, esta vez casi al final de la ruta.



Y para terminar, esta bella imagen que mi amigo Paco me hizo notar: no hay nada mejor para mostrar la tenacidad de la vida. Cualquier pequeño recodo, cualquier hendidura en la dura roca, es aprovechada para hundir un poco más las raíces y seguir adelante. Y no una, ni dos, son muchas especies las que lo hacen.
Deberíamos tomar nota y aprender. Nuestras raíces deben aferrarse a cualquier hueco, por pequeño que sea, que nos permita ser felices.