Especial Costa Rica. Historias de carretera, lago y mar.

El viaje a lo mochilero alrededor del país nos obligó a realizar horas y horas en transporte público, que en Costa Rica equivale en su gran mayoría a autobuses y a algún que otro bote.
No tomé demasiadas fotografías de las carreteras, dado que mi cámara reposaba en su mochila, junto al equipaje de mis compañeros de viaje. Pero nos servirán como excusa para analizar el país desde otra perspectiva.
En cambio sí logré hacer bastantes de las travesías en bote, pues tenía el material más a mano.


Estas imágenes se tomaron en un gran lago, formado a partir de la creación de un embalse, que lleva el nombre de Lago Arenal, después de una larga travesía en jeep.
Nos contaron que Costa Rica se conoce como El País del Agua debido a las generosas precipitaciones que recibe durante todo el año. La parte más positiva, o al menos una de las que más me agradó, es que este recurso se ha aprovechado hasta para generar energía. Y es que Costa Rica es un país autosuficiente en cuanto al abastecimiento de energía, y esta proviene de energías renovables, en su mayoría la hidroeléctrica.


Está claro que la energía hidroeléctrica tiene sus impactos negativos, eso es obvio, pero no deja de ser mil veces más sostenible que una central térmica o nuclear. Llama la atención que un país que en las mentes de prácticamente toda Europa esté "en vías de desarrolló" nos den tantas vueltas en la parte que a abastecimiento energético limpio se refiere.



Me llamaba mucho la atención que, en según qué zonas del país, como ésta, parecía siempre primavera. Tan pronto estaba soleado como se nublaba e incluso llovía. Esto mismo nos pasó durante los 40 minutos que duró el viaje.



Los viajes en transporte público son también un buen momento para entablar conversación con los costarricenses, que se refieren a sí mismos como ticos.
El primer día, con la primera persona que hablé, confieso que me llamó la atención la cantidad de preguntas que me formuló. Creí que sería alguien cotilla. ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? ¿Y por cuánto te quedas? ¿Qué has visitado ya? ¿A dónde sigue tu viaje? ¿Te gusta Costa Rica? ¿Volverás? ¿De dónde eres? ¡De España! ¿Y de qué parte? 
Dos conversaciones más adelante comprobé cuan equivocada estaba. No se trata de cotilleo, es la forma de ser del país, es la cercanía de sus gentes y sus ganas de compartir. Nadie te pregunta para sonsacarte información, más bien lo hacen para compartir experiencias y para ayudarte en todo lo posible. Más de una vez, charlando, supimos de lugares dignos de visita que no aparecían en las guías, entre otras cosas. 

En resumen, me gustó muchísimo esta forma de ser que, en general, presenta la población tica. 
¡Gracias a todas y todos los que de un modo u otro, directa o indirectamente, nos ayudasteis! 




A través de los autobuses se puede conocer el país de otro modo totalmente distinto. Sobre todo si no eres como yo y no sucumbes a la mezcla letal producida por calor + bamboleo y traqueteo + compartir asiento con alguien poco hablador, que culmina en un sueño profundísimo.
En fin, en aquellos trayectos en los que no dormí tanto, aprendí mucho sobre el país. Por ejemplo, una larguísima carretera, a veces pista de tierra, es nada más y nada menos que la columna vertebral del transporte del país: la interamericana (algo así como la Ruta 66 de Estados Unidos, que atraviesa diversos países).
Y quitando de un par de carreteras importantes más, los núcleos poblacionales están poco comunicados. De hecho, si quieres viajar en bus, probablemente debas hacer mil y una conexiones para ir de un lugar a otro, y pasar largas horas, aunque en el mapa no figuren muy lejos.


Esto resulta tedioso e incluso exasperante para la gente acostumbrada a amplias autovías y buenas carreteras comarcales. Puede incluso llegar a ponerte de mal humor.
Pero entonces, un rayo de luz atraviesa tu mente y comienzas a pensar de otro modo. Costa Rica se preocupa muchísimo por mantener sus hábitats lo mejor conservados posible. Y uno de los elementos que más rompe, fragmenta, distorsiona y destroza un hábitat, es, sin duda, la carretera (y más si es una autovía de tres carriles por sentido).
Por tanto, quizá el pasar una hora más en el autobús, favoreciendo así la conservación de la naturaleza, no sea un precio tan elevado a pagar. Es más, quizá deberíamos plantearnos el dejar de construir más vías de comunicación, pues con las que ya existen, nos sobran. Y de paso, crear puentes verdes, para que las especies puedan cruzarlas sin peligro. 


No hay más que observar toda esta riqueza, al lado mismo de la carretera, para confirmar que lo están haciendo bien.


Crescentia cujete L., popularmente conocido como jícaro. Este hermoso árbol estaba en una pequeña área de servicio. 
La cáscara del fruto es dura, resistente e impermeable, por lo que se ha destinado popularmente a la construcción de cantimploras. 


Y al lado del jícaro, el almendro de los trópicos o Terminalia catappa L. Aunque se cree que su origen está en la India, la Península Malaya o Nueva Guinea, sus semillas se han podido distribuir por todo el mundo gracias a las corrientes marinas, y ahora es muy común en todo el trópico.
Se puede ver tierra adentro, pero también en la costa, pues es muy resistente a la salinidad.
La madera resiste al agua, y se empleaba para hacer canoas. A las hojas se les ha atribuido muchas propiedades medicinales. Y las "almendras" son comestibles, aunque algo ácidas.
Mi amigo Pablo me contó que dichas almendras, al madurar, se tornan rojas. Y son los pigmentos que contienen los que contribuyen a que los guacamayos rojos tengan ese color tan llamativo. 
Algo así como las rosas plumas de los flamencos por los crustáceos de los que se alimentan. 



Quiscalus mexicanus JF Gmelin, el zanate. Ya lo introdujimos en anteriores entradas, así que me limitaré a incluir algunas fotos tomadas de cerca en la misma estación de servicio.




Esto parece la sabana africana. Incluso da la sensación de que en cualquier momento un león va a salir de entre los arbustos dispuesto a atacarte. Nada más lejos de la realidad: seguimos en Costa Rica. Es lo que se conoce como bosque tropical seco. Aquí las estaciones están claramente marcadas, hay 6 meses de lluvias y otros tantos de fuerte sequía.

Si bien hemos dicho que es el País del Agua, hay regiones en las que esto no es así. Y es que la orografía de Costa Rica es tan abrupta que consigue aglutinar grandes masas de agua en unas zonas y dotar de un clima seco a otras, dando así paisajes radicalmente opuestos en un país de pequeñas dimensiones.
Mi amiga Elena me explicó que la causante concreta del fenómeno es la Cordillera Volcánica, cuyas elevadas paredes retienen las nubes cargadas de humedad. Más o menos, a partir del volcán Arenal hacia el Noroeste comienzan los ecosistemas secos, como este, en tanto que del otro lado la lluvia es el elemento principal.





No olvidemos que estamos en un país tropical. La convivencia con insectos está a la orden del día. Y no son precisamente pequeños (esa de ahí abajo es mi mano).
A este "pequeñín" lo encontramos en la cocina de un albergue, sobre una mesa comunal. Era divertido ver el hueco que se formaba bajo él, pues todo el mundo temía que les cayese en la cabeza.

 
Pero no se suele temer a los insectos. El mayor miedo es a los escorpiones, por su veneno. En otro albergue tuvimos un encontronazo con uno, del tamaño de este saltamontes, y los dueños del local decidieron deshacerse de él.
Cuando les preguntamos cómo de venenosos eran los escorpiones nos dijeron "te duele, las piernas se te agarrotan y se te duerme la lengua. Nada grave. No es necesario ir al médico, en medio día se pasa. Pero mejor no probar su aguijón".
¡Valientes! Yo por si acaso no me acerqué demasiado. No sabía dónde estaba el médico...aunque no fuese necesario. 





Aquí no existen las granjas propiamente dichas, no como las entendemos. Las zonas de pasto para el ganado y cultivo se denominan potreros. Los animales pacen y viven relativamente libres. La ganadería intensiva no existe como tal.
Dejando a un lado el debate de consumo de carne o no, lo cierto es que se trata de un sistema de producción bastante más ético que el nuestro: el animal ha vivido en unas condiciones dignas.
Esta es una fotografía de uno de los potreros que me encontré:



... una zona de pastos bastante cerrada...

... y al otro lado del camino la selva cerrada.


Una muestra más de la riqueza de Costa Rica y del respeto hacia la naturaleza: una iguana, tan tranquila justo detrás de una parada de autobús de un pequeño pueblo.


Acabamos ya este capítulo, preparando el enlace para el siguiente Especial Costa Rica. Estas son las fotografías que tomamos al adentrarnos en la Bahía de Drake, a través de un maravilloso manglar.
Era una de las maravillas del mundo que debía ver antes de morir, y aunque no pude andar sobre él, me doy por satisfecha por haberlo vivido desde dentro. 


A grandes rasgos es un ecosistema que se encuentra en las desembocaduras de los grandes ríos tropicales, donde se adentra también el agua salina, por lo que están conformados por especies muy resistentes a la salinidad.
Además, existen grandes diferencias de altura de la lámina de agua entre la plenamar y la bajamar, a lo que se le suma que estas plantas viven sobre un sustrato fino. Por ello, estas plantas desarrollan unas raíces muy muy poderosas, que pueden quedar expuestas al sol cuando baja la marea.



Son ecosistemas muy ricos, diversos y complejos, que dan cabida a gran número de peces, anfibios, moluscos y aves. Además, protegen la costa de la erosión.


Aquí se aprecian unas matas de nenúfar, que aprovechan la corriente para navegar río abajo y expandir su territorio.




No es difícil hacerse una idea de la hermosura del lugar.




Aquí se aprecian muy bien las raíces al aire, con la marea baja.









Para terminar, quiero regalaros un par de vídeos donde se muestra la travesía en bote a través del manglar. ¡Menudo viento!



Y uno más de un "transporte" un poco particular. No es que se de uso habitual, de hecho es una actividad pensada para turistas. Pero nos recorrimos la selva por las nubes así. Si alguna vez has querido saber lo que siente un ave volando sobre los bosques y selvas, esto es lo más parecido que ge logrado encontrar. ¡Larga vida a la tirolina/canopy!








Viajes por el Valle del Mijares

Decidimos levantarnos por la mañana, temprano. Aunque llovía y no había indicios de que fuera a amainar, no dudamos, ni por un segundo, en salir. Después de la gran sequía, incluso nos hacía ilusión pasear bajo la lluvia y empaparnos.
La primera parada la hicimos en una fuente, cercana a un merendero, donde alguien había depositado unos lirios que lucían, perlados de gotitas. 



Y al igual que los lirios, toda la vegetación parecía lucir su vital decoración. Las flores...



 ... las hojas... ¡Todo!


Este hermoso Cistus albidus L. o jara blanca, con sus pétalos de papel de fumar empapados, nos ofrecía una versión frágil y totalmente inusual a la que nos tiene acostumbrados.





La bruma trepaba por riscos, sin miedo y sin pausa, regando el monte a su paso.


Los colores del suelo se acentúan con este nuevo prisma de luz y humedad.


Este pobre Helianthemum apeninum (L.) Mill, o rosa blanca de las rocas, estaba tan empapado que no podía casi tenerse en pie.


Los nuevos brotes de coscoja (Quercus coccifera L,) se desperezan, estimulados por los días que comienzan a alargar y el agua que les ha dado una tregua.



También habían comenzado a brotar las hojas del espino albar, majuelo o Crataegus monogyna JACQ


No sólo las hojas estaban perladas de agua. Algunos animales habían ido dejando un rastro de pelo en el camino, probablemente eliminando el sobrante del invierno y preparando el pelaje estival. 



En cualquier lugar seguíamos encontrando gotas.








El tomillo, Thymus vulgaris L., libre de polvo y de suciedad, resplandece tras la lluvia.




Nuestro camino nos va llevando monte arriba, sin prisa pero sin pausa. Entre los densos pinares, de vez en cuando se abre un claro que nos permite disfrutar del paisaje. Es, sin duda, digno de admiración, con sus imponentes roquedos y cortados.





Una salvia perfumando el camino.


Otro nuevo elemento, otra vez empapado, aparece ante nosotros. Esta preciosa tela de araña, con su moradora en el interior. 


Incluso parece que nos invite a visitar su hogar...




He aquí uno de los mayores tesoros de nuestros montes: una Ophrys speculum Link. Una orquídea maravillosa.
Como muchas otras orquídeas, imita a la hembra de una especie, en este caso concreto de la avispa Dasycolia ciliata. No solo en su forma y en los colores que presenta, también en las feromonas, idénticas a las del himenóptero. El insecto cree que esta bella flor es su hembra, y se avalancha raudo y veloz a fecundarla. No lo consigue, y a cambio lleva tras de sí un preciado polen, que empleará en fecundar la siguiente hembra (bueno, orquídea) que se encuentre.


El grado de sofisticación es tal, que cada especie de orquídea depende de una sola especie de insecto. Entre que los machos se agotan (ay el amor, cuánta energía nos consume el amor, y qué hermoso es al mismo tiempo), y fecundan a pocos ejemplares, y no siempre el polen transportado por el insecto se adhiere a la orquídea como debe, sólo el 10% de las flores se polinizan. Pero cada una genera 12.000 semillas, así que se compensa este déficit.

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Otra araña preparando la visita.



Precioso diente de león cubierto de gotas.



Las plantas hirsutas como esta, acumulan mejor el agua sobre sus hojas, como este Cynoglossum officinale L.
¿Por qué hay plantas que presentan esta pilosidad? Les ayuda a preservar la humedad. Los vegetales intercambian gases, tanto para realizar la fotosíntesis como para respirar, en los estomas. Pero a través de estos se puede escapar humedad. Los pequeños pelos captan gran parte de esta humedad que se escapa, lo que puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte en caso de sequía (o simplemente en verano). Por eso es frecuente encontrar esta adaptación en entornos como el mediterráneo.





El paisaje se vuelve a abrir ante nosotros.


Un lobo solitario en todo su esplendor.




Cuando llegamos cerca de la cima, nos encontramos esta construcción en ruinas. ¿Por qué aquí, tan alto, tan aislada de todo? ¿Quién viviría aquí? ¿Qué clase de vida llevaría? La imaginación vuela...



Seguimos ascendiendo, y entre roquedos vamos encontrando plantas particulares. A veces nos cuesta incluso reconocer la especie. ¿Será un quejigo? Nos preguntamos cómo ha llegado aquí, y dónde están sus congéneres, porqué el ejemplar está completamente aislado.
Es hermoso poder compartir conocimientos y ejercer de detectives de la botánica en casos como este.




Nuevamente, disfrutamos de las gotas de lluvia. En estas hojas...




... en esta Euphorbia...


... o más hojas...


... o esta inflorescencia cubierta de pilosidades...



... o esta crucífera.




Ya casi habíamos llegado a la cima, y disfrutamos de los otros cerros, de las nubes y la tupida vegetación.




Y al fin lo logramos. A pesar del frío y la lluvia, de la ausencia de camino, del barro, del hambre, de la falta de indicaciones, llegamos a nuestro objetivo, el Cantal. Un conjunto de rocas partidas, azotadas por el clima, que se alzaban altivas casi en la cumbre.




Sin camino ni nada, atravesando la maleza logramos acercarnos, trepar y explorar el inhóspito entorno.


Es extraordinario observar como en las más pequeñas fisuras pueden crecer vegetales. Se aferran con sus potentes raíces a lo poco que tienen, y aún estando todo en contra, sobreviven.
Se conocen como plantas rupícolas y constituyen uno de los mejores ejemplos de adaptación y superación de nuestros ecosistemas.



Las sabinas, como si fueran bonsáis, se asoman poderosas.



Y la hiedra se encarama pared arriba.


Las vistas son espectaculares.



Las rocas a veces se han desgajado de una forma que parecen cortadas a cuchillo.


Y de repente, entre el mar grisáceo, la rusticidad, y la falta de recursos, aparece una flor bella y delicada. ¿De dónde ha salido? ¿Cómo es capaz de vivir aquí, en estas condiciones?
Es el Narcissus assoanus Dufor, un narciso adaptado a vivir en roquedos donde otras no podrían conseguirlo.








Dimos un último vistazo entre las rocas...


... y emprendimos el viaje de vuelta.


En la bajada, pudimos admirar las paredes del barranco, con sus distintos tonos que provienen de la misma roca caliza.



Y finalmente, disfrutamos de otros cortados, totalmente verticales.



Ya en el jardín, las flores del manzano nos dieron la bienvenida de nuevo. 



¡Fue una ruta maravillosa!