Especial República Checa: ascenso a Sněžka, la montaña más alta del país

Decidimos que nuestro siguiente destino en la República Checa iba a ser Sněžka, la montaña más alta del país. 
Encaramados en un autobús, en una región donde gran parte de su población por encima de los 30 años no habla inglés (algunos saben alemán y otros ruso, es lo que tienen las invasiones) y se enorgullece de hacerlo (cosa que me parece fenomenal, a ver en cuántos países de habla inglesa se van a tomar la molestia de, al menos, escribir algún cartelito en checo), sin datos en el móvil y con dificultad para pronunciar los nombres de los pueblos, fue toda una experiencia llegar hasta nuestro destino. Pero lo logramos.

El autobús nos dejó en un hermoso pueblito de montaña que se notaba a la legua que vivía del turismo y del esquí, Pec pod Sněžkou. 
Ambos, montaña y municipio, se encuentran en los montes Krkonoše. 



Después de hacernos mediante gestos con un mapa de la zona y averiguar más o menos por dónde ir, emprendimos el camino que nos llevaría desde el pueblo a pie de monte hasta la cima del país.
El camino, con una fuerte pendiente ascendente, estaba rodeado de pinos. Se notaba a la legua que provenían de una plantación: fustes rectos, edad y anchura iguales para todos, ramas bajas podadas, cierta separación y orden en su disposición... Sin embargo, esta falta de naturalidad tampoco desmejoraba el paisaje, simplemente, era así. 

Este simpático guardián llamó mi atención. Ay, el día que tenga mi propia casa debo invitar a un ser tan majo a vivir.

El bosque escondía en cada recodo detalles interesantes, como esta seta balcón. 



Parecía que el camino en su día había estado enlosado, y ahora quedaban pequeños restos de este pasado más transitado.


Soy amante de los árboles y de los caminos. Era imposible que no me parase a cada rato a retratar la belleza de ambos elementos combinados. 


En el camino, como he dicho anteriormente, esperaban sorpresas en cada rincón. ¿Quién sería Hipeas? ¿Qué pasó aquí en 1999?

Este rinconcito parece sacado de un cuento de hadas.


La exorbitante altura de estos árboles jamás dejará de serme indiferente.


Entre la hojarasca, algunas setas se atrevían a asomarse. A esta en concreto, la desconozco.


Y creo que esta belleza se trata de una Amanita muscaria, pero que alguien me corrija si me equivoco. 


Simplemente, uau, qué belleza.




Durante todo este trayecto no dejamos de ascender. La pendiente era pronunciadísima, pero nuestro esfuerzo se veía compensado rápidamente con unas hermosas vistas. 
De repente, sin venir a cuento, sin señalizar, en medio de la nada más absoluta, apareció esta cabaña. ¡Quisiera pasar ahí alguna noche!

El bosque dejó paso a algunos claros donde se asentaban bucólicos prados que sustentaban al ganado.  


De momento no entiendo el checo, pero intuyo por este gracioso dibujo que al ganado (y a los ganaderos), no les acaban de hacer gracia los perros ajenos.
Me encantó por su sencillez y gracia, razón por la cual lo retraté y decidí compartir.

Ya habíamos llegado a la cumbre Svorová hora, el primer hito de la mañana. Y, repentinamente, el camino se empedraba. Resultaba curioso verlo así en un ambiente tan natural.


Nos preguntábamos por qué ocurría esto.



Después, unos gruesos cables rasgaron el cielo. Poco tiempo más tarde, lo comprendimos todo, al ver pasar sobre nuestras cabezas un teleférico.
Sněžka, por ser la cumbre del país, tiene bastantes visitas. Por ello, se han creado varias rutas de acceso, una de ellas, la fácil: ¡en teleférico!
Una parte muy cortita del camino que iba entre los prados (también había hostales, todo hay que decirlo, pero no los fotografié) y la cima, estaba empedrada, y el resto era una pista ancha y muy bien señalizada por la que era imposible perderse o siquiera desorientarse.

Si por algún azar del destino esto ocurría, sólo había que mirar los cables...


... y la imponente Sněžka, que ya se dibujaba al final del camino.


Me pregunto qué diantres será este hongo amorfo.


En la parte más alta del abeto, este pajarillo observaba a los transeúntes. Se trata de un piquituerto, Loxia curvirostra, y no fue el único que vimos en esa excursión.


Un pasito más en el camino es un acercamiento hacia la meta.


Echar la vista atrás es bueno para no olvidar de dónde vienes


Y una visión panorámica te ofrece perspectivas globales del camino.





Poco a poco íbamos ganando altura, y también acompañantes.
Bien es sabido que entre senderistas es común saludarse.Así que decidimos aprender a decir "hola" en checo. ¡Qué desconcierto al escuchar, allí arria, no sólo saludos en checo, sinó también en polaco, en alemán e incluso en otros idiomas que no logré adivinar!


Atrás quedaron los pinos más achaparrados. Aquí, cerca de la cumbre, donde el suelo es escaso, las heladas, frecuentes, el agua, escasa y la radiación, elevada, sólo las plantas más adaptadas sobreviven. Los árboles dejan paso a los arbustos, y éstos, a las herbáceas, mucho menos exigentes en suelo, minerales y agua.


De vez en cuando, volvíamos a toparnos con las torretas del teleférico.




¡Por fin hicimos cima!


Después de tanto esfuerzo, de quedarnos sin resuello, de sudar las camisetas, ¡habíamos llegado a lo más alto! 
Y en ese momento te enteras de que esa alta cumbre, fría y pelada, está a 1603 metros de altitud sobre el nivel del mar. Y tú, acostumbrada a los más de 3000 de los numerosos picos de los Pirineos, te quedas con cara de póker, porque te esperabas, cuanto menos, algo más de 2000 metros.
Es lo que tiene viajar sin planes y habiéndote documentado poco, confiando en tus amigos locales. Lo bueno, que todo es una grata y maravillosa sorpresa.



El caso es, que fuese a 1000, 2000 o 3000 metros de altitud, Sněžka es un paraje que merece la pena.


Hay varios edificios en la cumbre, que no llegué a fotografiar. Baños de pago, tiendas de souvenires, un lugar donde te expiden un diploma por haber hecho cima (¡no vale! ¿Y los que han venido en teleférico?), un bar, un mirador también de pago, una rústica ermita, un edificio que, creemos, era una especie de estación meteorológica... Vamos, un gran complejo turístico.
Lo que más me llamó la atención de esta construcción, más allá de su mera existencia, es que fue el único lugar del país donde vi escrito el rótulo "beer", en el resto de bares, incluso en la misma Praga, sólo podía verse el cartel "pivo"; de hecho, me pareció este país un lugar muy orgulloso de su cultura y su lengua. Así que ver el anuncio en inglés, me rompió los esquemas.
Si es que... poderoso caballero es don dinero.


Al otro lado de la cima, se abría un nuevo camino. Debíamos bajar y seguirlo, para llegar al albergue. Como podéis comprobar, no estábamos solos en la travesía.


Otro mirador, este, natural y gratuito (amén de menos atestado de gente)


A pesar de que la luz no acompañaba para hacer buenas fotos, las vistas eran espectaculares.




¿Alguien se apunta a construir un súper trineo y a deslizarse por el canchal?





Una remota cascada, difuminada por la neblina.




Atrás iba quedando la cumbre, con sus escarpadas laderas.


Después de un rato, llegamos a una enorme pista, el camino que nos iba a guiar los siguientes kilómetros. Atrás quedaba Sněžka. En su cima, aparecen de refilón algunos de los edificios de los que antes hablaba.



No conozco esta hermosa flor, pero me gustó muchísimo y no pude hacer nada más que fotografiarla.



A esta otra sí la conocía, y bien. Es la tora blava, acónito común o Aconitum napellus. Es una planta tan mortal como bella. La conocí en Pirineos y de ella ya hablamos en otra entrada, de la cual dejo el enlace.
http://nadacommunis.blogspot.com.es/search/label/Aconitum%20napellus
 


Un detalle de sus hojas.



Hermosas flores.




Cada vez, la cima estaba más lejos, pero seguía siendo imponente.




La siguiente parte del camino nos llevó a una zona de pastos y musgos, encharcada al parecer, durante la mayor parte del año. Así se generan las turberas (el musgo estrella es el Sphagnum).


Para evitar que la gente se empapase, y de paso, que compactase y alterase el sustrato (es mi propia deducción), se construyó esta pasarela.


De pronto, unas nubes espesas comenzaron a acariciar las cimas cercanas. Suelo llamarlas nubes-gato, porque acarician y se enroscan a la montaña.


Me encanta el contraste entre la zona boscosa y la zona pelada.


Aquí, la muestra de que esta zona suele estar encharcada.


Un albergue se avistaba en la lejanía. Tenía pinta de ser una instalación de origen soviético que se hubiera transformado a unos tiempos más pacíficos. No era el nuestro, pero resultaba agradable ver alguna construcción después de tantos kilómetros.




Caminante, no hay camino...







Las nubes se cernían sobre nosotros.


Algunas ericas asomaban entre los pastos, aportando una nota de color al paisaje.



El camino seguía y nos llevaba a una ermita...


Luego, a los pies de una explotación minera...


... y finalmente, al infinito.



Encontré estos arbustos, cuajados de frutos. En el momento no supe bien qué eran. Al día siguiente me puse morada (chistaco) de ellos.




La tarde iba cayendo. Nos acercamos a este hermoso mirador...


... para, finalmente, alcanzar nuestro objetivo, el albergue, también de estética soviética. Y con unas vistas envidiables.


Es hora de descansar. ¡Hasta mañana!


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