Una orquídea preciosa, ¿verdad? Pero
reparemos en el fondo: tumbonas, césped, piscina... Eso no es la selva.
En realidad esta foto la tomé en el
albergue en que dormimos, que compensaba la incomodidad de las camas y las
habitaciones demasiado llenas con los servicios que aquí vemos... y con estas
maravillosas plantas.
Poco tienen que ver las orquídeas de allá
con las nuestras, aunque todas tienen su particular belleza.
Y este espectáculo sólo era el preámbulo de lo que íbamos a
disfrutar...
Esto es lo primero que te encuentras nada
más pasar por la puerta de entrada de la reserva. ¡Zas! Una enorme inflorescencia (agrupación de flores). No
sabes exactamente qué es, pero te gusta.
Y esto es lo segundo que ves, y lo que prima a lo largo del día: árboles gigantescos, cargados de lianas, que se enraman hacia el cielo.
Podéis apreciar que, a diferencia de las
fotos que tomé en Monte Verde, aquí se aprecia mucha luz. ¿La diferencia? Nos
encontramos ante un bosque lluvioso, pero no nuboso.
Las precipitaciones aquí siguen siendo
exageradamente (bueno, eso para una persona de secano como yo) altas, pero no
hay nubes ni neblinas todos los días. Según fuentes, la media anual es de
3875mm (curiosamente, más elevada que en la ya mencionada reserva de Monte
Verde; es un dato que no me acaba de cuadrar que probablemente se deba a que no
se han tenido en cuenta precipitaciones horizontales (nieblas y similares)).
Además, aquí la temperatura es ligeramente
superior.
Los juegos de luz que nos podemos
encontrar son geniales.
Nos dan una idea, también, de la
exuberancia, porque prácticamente cualquier pedazo del espacio está colonizado
por las plantas... excepto estos pequeños claros que dinamizan el paisaje.
Un manto de hojarasca recubre el suelo.
Es muy importante que se mantenga, pues su
descomposición es la única forma de regenerar los minerales y nutrientes del
suelo.
En un ecosistema donde tanto la
temperatura como las precipitaciones son óptimas, el crecimiento vegetal se
dispara. Su límite llega cuando todo el suelo está colonizado o no quedan
nutrientes, porque se han agotado; es por eso que los suelos tropicales tienden
a ser tan pobres. El producto de la descomposición y mineralización de las
hojas es rápidamente absorbido por las raíces de las plantas, que pueden
mantener así su ritmo.
Si desapareciera repetidamente este manto de
hojas, o en su defecto los seres vivos que lo descomponen (desde insectos hasta
hongos y bacterias), el ecosistema se vería fatalmente afectado, y las plantas
perecerían por "inanición".
Otro elemento que llama la atención son
las hojas de algunas plantas. Son enormes, tiernas y blanditas, sobre todo si
las comparamos con la vegetación de mi mediterráneo natal.
Si analizamos la situación nos damos cuenta
rápidamente del por qué: si bien nuestras temperaturas también son cálidas, no
tenemos, ni de lejos, la misma precipitación. Las plantas del ecosistema
mediterráneo deben lidiar diariamente con la pérdida de agua, por eso
desarrollan sistemas anti-desecación: son pequeñas, coriáceas, lustrosas o
pelosas, a veces mínimas y espinescentes y otras veces incluso secretan aceites
esenciales para rebajar su temperatura.
Estas hojas tropicales de zonas muy
lluviosas, en cambio, son gigantescas para poder captar el máximo posible de
luz, que es el recurso más escaso, y están poco preparadas para la
desecación.
Sin embargo, no siempre es así, de hecho
varias especies de estas áreas tienen unas hojas más resistentes. Se trata de
árboles altos, que reciben mucha radiación y por tanto, si no se protegen, se
desecarían rápidamente.
Esta especie me llamó poderosamente la atención, porque todos los
ejemplares que detecté poseían una especie de plumero de hojas
blanco-amarillentas en la parte superior.
Lianas en su máxima expresión.
Ahora, un momento para la micro fauna.
Aquí tenéis unos pocos ejemplos de los cientos de miles de insectos distintos
que se hallan en este lugar. Como un saltamontes.
Esta araña peleaba por apartar esa molesta hoja de su tela...
Regresamos a las plantas. Esta
inflorescencia me recordaba a la de nuestra Helichrysum
stoechas o siempreviva,
aunque dudo que tenga algo que ver.
Como ya dije en su día, esto es fruto de
la convergencia evolutiva: si funciona, se repite.
Me gustan los nervios al aire de esta hoja, probablemente atacada
por algún insecto.
Una raíz colonizadora desciende, sinuosa, por este altísimo
tronco.
Un bello tronco retorcido.
Os presento a la Passiflora vitifolia Kunth, una hermosa y bella planta
enredadera. Pertenece al mismo género que la flor de la pasión que alegremente
decora nuestros jardines.
Es originaria de América Central.
Los claros en las copas de los árboles a veces recuerdan a formas,
como esta estrella. Es como buscar forma a las nubes.
Tuvimos la suerte de encontrar una familia
de titíes, que son de las especies de primates más complicadas de ver. No me
extenderé mucho en su biología porque las fotos tampoco dan para ello.
Eso sí, puedo afirmar que fue una gozada
verlos saltar de rama en rama casi a la velocidad de la luz.
Una preciosa cascada que nos recuerda que estamos en el país del
agua.
Estas estructuras que sobresalen de la
base del tronco se denominan contrafuertes. Son frecuentes en los ejemplares
más altos y actúan como sistema de anclaje para el árbol. Dado que las raíces
no pueden crecer en profundidad debido a la composición del suelo y a la
competitividad, solucionan así el problema; de otro modo podría caer fácilmente
a causa del viento.
Un ave, que me recordaba a un pavo, se paseaba tranquilamente
entre la maleza.
Y volvemos a encontrarnos con otra
pasiflora. A diferencia de su congénere de jardín, en la que es fácil observar
varias flores a la vez, en esta especie parece que aparezcan dispersas...
Me gusta esta foto, me parece graciosa.
Esa estructura en espiral se denomina zarcillo y es común a la mayoría de
trepadoras o enredaderas. Le sirve, como ya os habréis figurado, para
enroscarse y asirse a la superficie de otras plantas... o lo que se ponga a su
alcance.
La verdad es que tengo una gran faceta de
botánica y muy poca de coqueta, por eso me resultó chocante escuchar el término
"zarcillo" como sinónimo de "pendiente". En fin,
curiosidaes de nuestra lengua.
Durante todo el viaje tuve la expectativa
de ver serpientes. Me hacía ilusión, y eso que me habían advertido de los
peligrosos venenos que poseían muchas de ellas.
Por eso al ver este ejemplar en mitad del
camino se me aceleró el pulso.
Ninguno de los turistas nos atrevíamos a cruzar,
por no enfurecerla y recibir un buen bocado, aunque estaba más bien quieta y en
una posición algo antinatural.
Entonces, un andaluz apareció entre la multitud y
gritó algo así como "Quillo, pero si está muerta y bien muerta, eso no
hace ná. Y para confirmarlo la zarandeó y levantó con un palo.
Luego nos dimos cuenta de que parecía que tuviera
el cuello aplastado, como si alguien la hubiese pisado.
Pero es la única que vi durante el viaje, así que
quiero compartir las imágenes.
Aunque no viene a cuento, porque ni son la misma especie ni se parecen, aquí os dejo un dato que me pareció de lo más curioso y, ¿quién sabe? Quizá algún día os salve la vida.
¿Cómo saber si una serpiente es una coral auténtica
o falsa? Por sus anillos. Deben cumplir lo siguiente:
1.
Rodean la panza entera.
2.
Sus colores escriben la palabra rana:
rojo-amarillo-negro-amarillo.
Otra persona nos dijo, aunque no muy convencida,
que si una serpiente tiene todas las escamas iguales es venenosa, en cambio si
las de la cabeza son distintas a las del cuerpo, no lo es. No sé si será cierto
o no, pero ahí dejo el dato.
¿Os gustan los monetes? Si la respuesta es
"sí", lo vais a disfrutar. Si la respuesta es "no", más os
vale deslizaros pantalla abajo, porque este reportaje va para largo.
Y es que los monos cariblancos, Cebus capucinus L., son bastante
abundantes en esta zona. Además son bastante lanzados y nada tímidos, lo que
les convierte en una atracción para los turistas y una delicia para todos
aquellos que llevamos una cámara encima.
Aquí tenéis a un jovenzuelo o jovenzuela, comiendo
ya por sí mismo pero siempre bajo la protección y cercanía de su madre.
Lo curioso es que estaban al borde mismo del
camino, y encima en uno de los más concurridos; habría unas treinta personas
tomando fotografías. Y ni se inmutaban por estar rodeados de tanta gente.
Esas manitas son tan humanas...
Estos graciosos animales acostumbran a comer frutas
y vegetales (aunque también invertebrados e incluso pequeños vertebrados) por
lo que tienen un papel fundamental en la dispersión de semillas. No fue el
caso, pero en otras ocasiones nos llegaron a arrojar alguna fruta mordida a la
cabeza.
Viven en grupos mixtos, que a veces tienen más de
20 individuos.
Aquí otro ejemplar del mismo grupo.
¡Se le ve tan a gusto tomando el sol sobre esa
rama!
Parece que esté reflexionando intensamente. Me
sorprendió muchísimo su expresividad, sobre todo a nivel facial. Si nos
quedaban dudas sobre nuestros orígenes, ya las podemos ir olvidando.
Un inciso entre cariblanco y cariblanco: esas
manchas negras son murciélagos. Estaban tan quietos y bien camuflados que casi
pasaron desapercibidos entre el bullicio armado por los simios. Casi. Nos lo
indicó un amable guía, y aprovechamos la ocasión para retratarlos también.
He aquí la escena que más me conmovió: una hembra
con su retoño a la espalda. ¡Era tan tierno y dulce!
Se aferraba a su madre con una fuerza pasmosa a
pesar de estar profundamente dormido. No se despertaba ni por saltos, ni por
sacudidas, ni siquiera por los gritos de admiración de los turistas. Sólo de
pensar en que en una ocasión me caí de la litera me hace sentir tan torpe...
¿No es tierno?
Estos monos no tienen problema en cambiar de aires,
tan pronto están en la copa de un árbol como en el mismo suelo. No hay
inconveniente.
Cambiamos de aires, y volvemos a las inflorescencias
misteriosas.
Juguemos al veo veo. ¿Cuántas arañas ves en esta
imagen?
Esta bellísima planta es una Heliconia o ave del paraíso.
Estas flores son polinizadas, generalmente, por
colibríes. De ahí su forma tan poco usual, que les permite un mejor acceso y
los colores brillantes en detrimento del aroma, para atraerlos con mayor
facilidad.
Parece una iguana, pero no logro identificar la
especie.
Fue el primer lagarto de grandes dimensiones que
vi, y la verdad es que impresiona. Al estar frente a frente con uno de estos,
sientes como que se abre una puerta al pasado, a una era primitiva.
Me sorprendió mucho la calma que tenía: te
observaba y punto, considerando si eras o no una amenaza. Y si no lo eras, se
quedaba tan ricamente, mirando, hasta que te ibas.
¡Incluso parece que sepa posar!
Una mariposa posando en pleno vuelo.
Si no me informaron mal, esto es una Cecropia. Este
género es originario de América Central y del Sur. Producen un látex que puede
resultar tóxico, y, lo más curioso, forma alianza con las hormigas.
¡¡¡Un cangrejo!!! ¿Pero cómo ha llegado aquí? ¡Si estamos en medio de la selva!
Error. La espesura es tal que parecía que el mar
quedaba lejísimos... pero si aguzabas el oído lo podías escuchar; quedaría a
unos pocos metros de distancia (y muchísimos árboles de separación).
Una flor con una extraña formación.
Semilla transportada por el viento, enganchada a
una telaraña, que cuelga de una hoja. Qué caprichosa la naturaleza.
Cuando llegamos al cruce de caminos y vimos tanta
gente con la vista levantada sabíamos que habría algo interesante en las copas
de los árboles. Eso sí, nos costó un tiempo encontrar la mancha y otro buen
rato cerciorarnos de que era... en efecto... un perezoso.
¿No parece que tenga una sonrisa eterna en la cara?
¡Quiero uno así de bonico para abrazarlo!
Creo que este se trata de la especie Choloepus hoffmanni Peters.
Son muchas las curiosidades de este mamífero. Por
ejemplo, es tan lento porque tiene una dieta muy baja en calorías, por lo que
rebaja su metabolismo y su ritmo de vida. Vive en los árboles, donde desarrolla
toda su actividad, por eso posee unas garras tan fuertes y largas: para
sostenerse. Baja, alrededor de una vez cada cinco días, "al baño", o
bien para cambiar de árbol si por la copa no llega. Una última curiosidad:
nadan muy muy bien, aunque por su aspecto y lentitud nadie lo diría.
Hongos descomponedores en todo su esplendor.
Cuando presentan esta estructura es porque se
sienten bajo estrés, bien porque se agota el alimento o por cualquier otro
motivo, y pretenden producir esporas sexuales. El resto del tiempo se
reproducen asexualmente. ¿Por qué reproducción sexual durante las épocas de
crisis y asexual durante la bonanza?
Bueno, la reproducción asexual es mucho más rápida
y menos costosa, de modo que si todo va bien el hongo pretende expandirse sin
problemas. En cambio, cuando hay alguna situación problemática, la reproducción
sexual busca la creación de nuevos individuos, genéticamente distintos, que
puedan adaptarse a las nuevas circunstancias: la variabilidad genética entra en
acción.
Vale, lo reconozco, me fascinan las telas de araña.
¿Veis lo que os decía? Esto sigue siendo Manuel
Antonio. Y atención esta preciosa playa. ¡Todo un lujo poder bañarse aquí!
Pero no teníamos demasiado tiempo, así que opté por
remojarme las piernas y seguir con la visita, al igual que mis compañeros. ¡Eso
sí, la comida fue con vistas al mar!
Una chinche camuflada en la arena.
Esta es una iguana negra, o al menos eso creo, cuyo
nombre vernáculo es Ctenosaura
similis Gray.
También se le conoce como pollo de palo (árbol) por lo fácil que resulta de
cazar.
Es impresionante su tamaño, pues de cloaca a hocico
alcanzan hasta 35cm, pero su cola mide de 1,5 a 2 veces más. Increíble, ¿no?
Este debe ser un macho, porque tenía un tamaño
considerable y además las espinas dorsales son bastante llamativas.
Y por lo que parece, también sabe posar.
Aquí está, tan campante, a la orilla del mar.
Aunque no aparecen en la fotografía, ambas estábamos rodeadas de turistas. Pero
eso no fue motivo de agobio ninguno, al contrario, parecía disfrutar de
bufarles y corretear hacia ellos, para luego regresar tranquilamente a su roca
una vez los había asustado.
Imponente.
Altiva.
De la playa regresamos a la espesura, y volvimos a
disfrutar de los árboles.
Para luego descender a un mirador con
vistas al océano. Es digno de admirar cómo estos bosques han sobrevivido a
presiones urbanísticas y han permanecido intactos, a pesar de que más de un
millonario pagaría una fortuna por tener su casa en un lugar así.
Un tronco caído nos muestra las características de su madera.
Más hongos descomponedores.
Tabebuia rosea Bertol. o roble sabana
Otra playa digna de disfrutar, que además de palmeras tenía almendros de mar.
¿Recordáis la primera entrada del Especial
Costa Rica? Aquella en la que dije "nunca juegues con un mapache,
muerden". Pues imagínate a una familia entera, capitaneada por una madre
hambrienta que no duda en pasearse entre turistas...
... capitaneando a sus cachorros...
... ¡y se atreve a robar bolsos de
turistas desprevenidos! La pobre propietaria, al ver su bolso en peligro, lo
agarró y comenzó a gritar. Recuperó su posesión, pero se llevó un buen bocado
por parte de la madre. ¡Sangre y gritos, toda una película de terror!
Ajenos al revuelo que están causando, estos pequeños juguetean en
un árbol.
Nos encontramos ante otra familia de
cariblancos. Aquí, un joven que estaba pensando si saltar o no hacia una
chuchería que le tendían unos turistas (mal, muy mal, no le deis de comer a los
animales salvajes, que los malacostumbráis y luego no se pueden valer por sí
mismos. Y menos chucherías, que seguro que les sientan mal).
"¿Voy o no voy?"
"¡Mándame una señal!"
Toda la escena se desarrollaba al lado del
mar.
Y este tiene una cara de gruñón, que da miedo. Yo no me acercaría
demasiado a él.
"¿Se puede saber qué pretenden estos humanos? ¡Dejad de
molestarme!"
Este parecía más bonachón.
Unas hermosas hojas rojas a contraluz. Sus nervios destacan mucho.
Son almendros de mar.
Este curioso animalillo es una guatusa o Dasyprocta punctata Gray. Es un roedor de gran tamaño
procedente de Centroamérica.
Se alimenta de frutos y es un poco como
una ardilla: entierra frutos y semillas para comerlas en época de escasez, y al
final olvida la mitad, con lo que contribuye a la dispersión y al crecimiento
del bosque.
Sterculia apetala Jacq. H. Karst o panamá.
Encontramos un mirador de madera, de varias alturas, que nos
permitió elevarnos sobre la jungla.
¿Una iguana negra hembra?
El sol volvía a brillar, y quisimos apurar los últimos minutos de
playa antes de que el parque cerrase.
Disfrutamos de flores...
... palmeras...
... y algún animalillo más.
Un nuevo, y último ataque de mapaches. Por
suerte logramos ahuyentarles con un despliegue de arena. Sorprendentemente,
funcionó.
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