Especial Costa Rica: Manuel Antonio

Una orquídea preciosa, ¿verdad? Pero reparemos en el fondo: tumbonas, césped, piscina... Eso no es la selva.
En realidad esta foto la tomé en el albergue en que dormimos, que compensaba la incomodidad de las camas y las habitaciones demasiado llenas con los servicios que aquí vemos... y con estas maravillosas plantas.
Poco tienen que ver las orquídeas de allá con las nuestras, aunque todas tienen su particular belleza.



Y este espectáculo sólo era el preámbulo de lo que íbamos a disfrutar...




Esto es lo primero que te encuentras nada más pasar por la puerta de entrada de la reserva. ¡Zas! Una enorme inflorescencia (agrupación de flores). No sabes exactamente qué es, pero te gusta.



Y esto es lo segundo que ves, y lo que prima a lo largo del día: árboles gigantescos, cargados de lianas, que se enraman hacia el cielo.



Podéis apreciar que, a diferencia de las fotos que tomé en Monte Verde, aquí se aprecia mucha luz. ¿La diferencia? Nos encontramos ante un bosque lluvioso, pero no nuboso. 
Las precipitaciones aquí siguen siendo exageradamente (bueno, eso para una persona de secano como yo) altas, pero no hay nubes ni neblinas todos los días. Según fuentes, la media anual es de 3875mm (curiosamente, más elevada que en la ya mencionada reserva de Monte Verde; es un dato que no me acaba de cuadrar que probablemente se deba a que no se han tenido en cuenta precipitaciones horizontales (nieblas y similares)).

Además, aquí la temperatura es ligeramente superior.




Los juegos de luz que nos podemos encontrar son geniales. 

Nos dan una idea, también, de la exuberancia, porque prácticamente cualquier pedazo del espacio está colonizado por las plantas... excepto estos pequeños claros que dinamizan el paisaje.




Un manto de hojarasca recubre el suelo.
Es muy importante que se mantenga, pues su descomposición es la única forma de regenerar los minerales y nutrientes del suelo.
En un ecosistema donde tanto la temperatura como las precipitaciones son óptimas, el crecimiento vegetal se dispara. Su límite llega cuando todo el suelo está colonizado o no quedan nutrientes, porque se han agotado; es por eso que los suelos tropicales tienden a ser tan pobres. El producto de la descomposición y mineralización de las hojas es rápidamente absorbido por las raíces de las plantas, que pueden mantener así su ritmo.
Si desapareciera repetidamente este manto de hojas, o en su defecto los seres vivos que lo descomponen (desde insectos hasta hongos y bacterias), el ecosistema se vería fatalmente afectado, y las plantas perecerían por "inanición".



Otro elemento que llama la atención son las hojas de algunas plantas. Son enormes, tiernas y blanditas, sobre todo si las comparamos con la vegetación de mi mediterráneo natal.
Si analizamos la situación nos damos cuenta rápidamente del por qué: si bien nuestras temperaturas también son cálidas, no tenemos, ni de lejos, la misma precipitación. Las plantas del ecosistema mediterráneo deben lidiar diariamente con la pérdida de agua, por eso desarrollan sistemas anti-desecación: son pequeñas, coriáceas, lustrosas o pelosas, a veces mínimas y espinescentes y otras veces incluso secretan aceites esenciales para rebajar su temperatura.

Estas hojas tropicales de zonas muy lluviosas, en cambio, son gigantescas para poder captar el máximo posible de luz, que es el recurso más escaso, y están poco preparadas para la desecación. 

Sin embargo, no siempre es así, de hecho varias especies de estas áreas tienen unas hojas más resistentes. Se trata de árboles altos, que reciben mucha radiación y por tanto, si no se protegen, se desecarían rápidamente.


Esta especie me llamó poderosamente la atención, porque todos los ejemplares que detecté poseían una especie de plumero de hojas blanco-amarillentas en la parte superior.


Lianas en su máxima expresión.


Ahora, un momento para la micro fauna. Aquí tenéis unos pocos ejemplos de los cientos de miles de insectos distintos que se hallan en este lugar. Como un saltamontes. 


Esta araña peleaba por apartar esa molesta hoja de su tela...


 ... ¡¡¡y lo consiguió!!!



Regresamos a las plantas. Esta inflorescencia me recordaba a la de nuestra Helichrysum stoechas o siempreviva, aunque dudo que tenga algo que ver. 

Como ya dije en su día, esto es fruto de la convergencia evolutiva: si funciona, se repite. 





Me gustan los nervios al aire de esta hoja, probablemente atacada por algún insecto.


Una raíz colonizadora desciende, sinuosa, por este altísimo tronco.


Un bello tronco retorcido.



Os presento a la Passiflora vitifolia Kunth, una hermosa y bella planta enredadera. Pertenece al mismo género que la flor de la pasión que alegremente decora nuestros jardines.

Es originaria de América Central. 


Los claros en las copas de los árboles a veces recuerdan a formas, como esta estrella. Es como buscar forma a las nubes.


Tuvimos la suerte de encontrar una familia de titíes, que son de las especies de primates más complicadas de ver. No me extenderé mucho en su biología porque las fotos tampoco dan para ello.

Eso sí, puedo afirmar que fue una gozada verlos saltar de rama en rama casi a la velocidad de la luz. 



Una preciosa cascada que nos recuerda que estamos en el país del agua.



Estas estructuras que sobresalen de la base del tronco se denominan contrafuertes. Son frecuentes en los ejemplares más altos y actúan como sistema de anclaje para el árbol. Dado que las raíces no pueden crecer en profundidad debido a la composición del suelo y a la competitividad, solucionan así el problema; de otro modo podría caer fácilmente a causa del viento. 



Un ave, que me recordaba a un pavo, se paseaba tranquilamente entre la maleza.



Y volvemos a encontrarnos con otra pasiflora. A diferencia de su congénere de jardín, en la que es fácil observar varias flores a la vez, en esta especie parece que aparezcan dispersas...





Me gusta esta foto, me parece graciosa. Esa estructura en espiral se denomina zarcillo y es común a la mayoría de trepadoras o enredaderas. Le sirve, como ya os habréis figurado, para enroscarse y asirse a la superficie de otras plantas... o lo que se ponga a su alcance. 

La verdad es que tengo una gran faceta de botánica y muy poca de coqueta, por eso me resultó chocante escuchar el término "zarcillo" como sinónimo de "pendiente". En fin, curiosidaes de nuestra lengua.


Durante todo el viaje tuve la expectativa de ver serpientes. Me hacía ilusión, y eso que me habían advertido de los peligrosos venenos que poseían muchas de ellas.

Por eso al ver este ejemplar en mitad del camino se me aceleró el pulso.


Ninguno de los turistas nos atrevíamos a cruzar, por no enfurecerla y recibir un buen bocado, aunque estaba más bien quieta y en una posición algo antinatural.
Entonces, un andaluz apareció entre la multitud y gritó algo así como "Quillo, pero si está muerta y bien muerta, eso no hace ná. Y para confirmarlo la zarandeó y levantó con un palo. 
Luego nos dimos cuenta de que parecía que tuviera el cuello aplastado, como si alguien la hubiese pisado.
 Pero es la única que vi durante el viaje, así que quiero compartir las imágenes.


Aunque no viene a cuento, porque ni son la misma especie ni se parecen, aquí os dejo un dato que me pareció de lo más curioso y, ¿quién sabe? Quizá algún día os salve la vida.
¿Cómo saber si una serpiente es una coral auténtica o falsa? Por sus anillos. Deben cumplir lo siguiente:
1.     Rodean la panza entera.
2.     Sus colores escriben la palabra rana: rojo-amarillo-negro-amarillo.

Otra persona nos dijo, aunque no muy convencida, que si una serpiente tiene todas las escamas iguales es venenosa, en cambio si las de la cabeza son distintas a las del cuerpo, no lo es. No sé si será cierto o no, pero ahí dejo el dato. 


 ¿Os gustan los monetes? Si la respuesta es "sí", lo vais a disfrutar. Si la respuesta es "no", más os vale deslizaros pantalla abajo, porque este reportaje va para largo.
Y es que los monos cariblancos, Cebus capucinus L., son bastante abundantes en esta zona. Además son bastante lanzados y nada tímidos, lo que les convierte en una atracción para los turistas y una delicia para todos aquellos que llevamos una cámara encima. 


Aquí tenéis a un jovenzuelo o jovenzuela, comiendo ya por sí mismo pero siempre bajo la protección y cercanía de su madre. 


 


Lo curioso es que estaban al borde mismo del camino, y encima en uno de los más concurridos; habría unas treinta personas tomando fotografías. Y ni se inmutaban por estar rodeados de tanta gente.


 Esas manitas son tan humanas...



Estos graciosos animales acostumbran a comer frutas y vegetales (aunque también invertebrados e incluso pequeños vertebrados) por lo que tienen un papel fundamental en la dispersión de semillas. No fue el caso, pero en otras ocasiones nos llegaron a arrojar alguna fruta mordida a la cabeza. 

Viven en grupos mixtos, que a veces tienen más de 20 individuos. 



Aquí otro ejemplar del mismo grupo.


¡Se le ve tan a gusto tomando el sol sobre esa rama!
 

Parece que esté reflexionando intensamente. Me sorprendió muchísimo su expresividad, sobre todo a nivel facial. Si nos quedaban dudas sobre nuestros orígenes, ya las podemos ir olvidando.



Un inciso entre cariblanco y cariblanco: esas manchas negras son murciélagos. Estaban tan quietos y bien camuflados que casi pasaron desapercibidos entre el bullicio armado por los simios. Casi. Nos lo indicó un amable guía, y aprovechamos la ocasión para retratarlos también.


He aquí la escena que más me conmovió: una hembra con su retoño a la espalda. ¡Era tan tierno y dulce! 

Se aferraba a su madre con una fuerza pasmosa a pesar de estar profundamente dormido. No se despertaba ni por saltos, ni por sacudidas, ni siquiera por los gritos de admiración de los turistas. Sólo de pensar en que en una ocasión me caí de la litera me hace sentir tan torpe...


 ¿No es tierno?










Estos monos no tienen problema en cambiar de aires, tan pronto están en la copa de un árbol como en el mismo suelo. No hay inconveniente. 


Cambiamos de aires, y volvemos a las inflorescencias misteriosas.


Juguemos al veo veo. ¿Cuántas arañas ves en esta imagen?



Esta bellísima planta es una Heliconia o ave del paraíso. 

Estas flores son polinizadas, generalmente, por colibríes. De ahí su forma tan poco usual, que les permite un mejor acceso y los colores brillantes en detrimento del aroma, para atraerlos con mayor facilidad. 


Parece una iguana, pero no logro identificar la especie.
Fue el primer lagarto de grandes dimensiones que vi, y la verdad es que impresiona. Al estar frente a frente con uno de estos, sientes como que se abre una puerta al pasado, a una era primitiva.

Me sorprendió mucho la calma que tenía: te observaba y punto, considerando si eras o no una amenaza. Y si no lo eras, se quedaba tan ricamente, mirando, hasta que te ibas.




¡Incluso parece que sepa posar!




Una mariposa posando en pleno vuelo.





Si no me informaron mal, esto es una Cecropia. Este género es originario de América Central y del Sur. Producen un látex que puede resultar tóxico, y, lo más curioso, forma alianza con las hormigas.


¡¡¡Un cangrejo!!! ¿Pero cómo ha llegado aquí? ¡Si estamos en medio de la selva!
Error. La espesura es tal que parecía que el mar quedaba lejísimos... pero si aguzabas el oído lo podías escuchar; quedaría a unos pocos metros de distancia (y muchísimos árboles de separación).


Una flor con una extraña formación.




Semilla transportada por el viento, enganchada a una telaraña, que cuelga de una hoja. Qué caprichosa la naturaleza. 



Cuando llegamos al cruce de caminos y vimos tanta gente con la vista levantada sabíamos que habría algo interesante en las copas de los árboles. Eso sí, nos costó un tiempo encontrar la mancha y otro buen rato cerciorarnos de que era... en efecto... un perezoso.

¿No parece que tenga una sonrisa eterna en la cara? ¡Quiero uno así de bonico para abrazarlo!




Creo que este se trata de la especie Choloepus hoffmanni Peters.
Son muchas las curiosidades de este mamífero. Por ejemplo, es tan lento porque tiene una dieta muy baja en calorías, por lo que rebaja su metabolismo y su ritmo de vida. Vive en los árboles, donde desarrolla toda su actividad, por eso posee unas garras tan fuertes y largas: para sostenerse. Baja, alrededor de una vez cada cinco días, "al baño", o bien para cambiar de árbol si por la copa no llega. Una última curiosidad: nadan muy muy bien, aunque por su aspecto y lentitud nadie lo diría. 


Hongos descomponedores en todo su esplendor.
Cuando presentan esta estructura es porque se sienten bajo estrés, bien porque se agota el alimento o por cualquier otro motivo, y pretenden producir esporas sexuales. El resto del tiempo se reproducen asexualmente. ¿Por qué reproducción sexual durante las épocas de crisis y asexual durante la bonanza?
Bueno, la reproducción asexual es mucho más rápida y menos costosa, de modo que si todo va bien el hongo pretende expandirse sin problemas. En cambio, cuando hay alguna situación problemática, la reproducción sexual busca la creación de nuevos individuos, genéticamente distintos, que puedan adaptarse a las nuevas circunstancias: la variabilidad genética entra en acción.




Vale, lo reconozco, me fascinan las telas de araña.




¿Veis lo que os decía? Esto sigue siendo Manuel Antonio. Y atención esta preciosa playa. ¡Todo un lujo poder bañarse aquí!

Pero no teníamos demasiado tiempo, así que opté por remojarme las piernas y seguir con la visita, al igual que mis compañeros. ¡Eso sí, la comida fue con vistas al mar!



Una chinche camuflada en la arena.




 Esta es una iguana negra, o al menos eso creo, cuyo nombre vernáculo es Ctenosaura similis Gray. También se le conoce como pollo de palo (árbol) por lo fácil que resulta de cazar. 
Es impresionante su tamaño, pues de cloaca a hocico alcanzan hasta 35cm, pero su cola mide de 1,5 a 2 veces más. Increíble, ¿no?

Este debe ser un macho, porque tenía un tamaño considerable y además las espinas dorsales son bastante llamativas. 


Y por lo que parece, también sabe posar.


 Aquí está, tan campante, a la orilla del mar. Aunque no aparecen en la fotografía, ambas estábamos rodeadas de turistas. Pero eso no fue motivo de agobio ninguno, al contrario, parecía disfrutar de bufarles y corretear hacia ellos, para luego regresar tranquilamente a su roca una vez los había asustado.






Imponente.




Altiva.



De la playa regresamos a la espesura, y volvimos a disfrutar de los árboles.


Para luego descender a un mirador con vistas al océano. Es digno de admirar cómo estos bosques han sobrevivido a presiones urbanísticas y han permanecido intactos, a pesar de que más de un millonario pagaría una fortuna por tener su casa en un lugar así.







Un tronco caído nos muestra las características de su madera.


Más hongos descomponedores.



Tabebuia rosea Bertol. o roble sabana



 Samanea saman Jacq., o cenízaro.


  
Otra playa digna de disfrutar, que además de palmeras tenía almendros de mar.



¿Recordáis la primera entrada del Especial Costa Rica? Aquella en la que dije "nunca juegues con un mapache, muerden". Pues imagínate a una familia entera, capitaneada por una madre hambrienta que no duda en pasearse entre turistas...


... capitaneando a sus cachorros...


... ¡y se atreve a robar bolsos de turistas desprevenidos! La pobre propietaria, al ver su bolso en peligro, lo agarró y comenzó a gritar. Recuperó su posesión, pero se llevó un buen bocado por parte de la madre. ¡Sangre y gritos, toda una película de terror!



Ajenos al revuelo que están causando, estos pequeños juguetean en un árbol.



Nos encontramos ante otra familia de cariblancos. Aquí, un joven que estaba pensando si saltar o no hacia una chuchería que le tendían unos turistas (mal, muy mal, no le deis de comer a los animales salvajes, que los malacostumbráis y luego no se pueden valer por sí mismos. Y menos chucherías, que seguro que les sientan mal).


"¿Voy o no voy?"


"¡Mándame una señal!"

  

Toda la escena se desarrollaba al lado del mar.



Y este tiene una cara de gruñón, que da miedo. Yo no me acercaría demasiado a él.


"¿Se puede saber qué pretenden estos humanos? ¡Dejad de molestarme!"


Este parecía más bonachón.




Unas hermosas hojas rojas a contraluz. Sus nervios destacan mucho.

Son almendros de mar.



Este curioso animalillo es una guatusa o Dasyprocta punctata Gray. Es un roedor de gran tamaño procedente de Centroamérica.

Se alimenta de frutos y es un poco como una ardilla: entierra frutos y semillas para comerlas en época de escasez, y al final olvida la mitad, con lo que contribuye a la dispersión y al crecimiento del bosque. 



Sterculia apetala Jacq. H. Karst o panamá.


Encontramos un mirador de madera, de varias alturas, que nos permitió elevarnos sobre la jungla.

  
¿Una iguana negra hembra?




El sol volvía a brillar, y quisimos apurar los últimos minutos de playa antes de que el parque cerrase.

Disfrutamos de flores...


... palmeras...



... y algún animalillo más.



Un nuevo, y último ataque de mapaches. Por suerte logramos ahuyentarles con un despliegue de arena. Sorprendentemente, funcionó.



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