Regreso del campo de trabajo de Monleras: una experiencia inolvidable

Así amanecía mi cama el miércoles pasado (¿¡ya ha pasado una semana!? ¿¡Tan rápido!? ¿¡Cómo es eso posible!?) tras regresar de una aventura de quince días que me ha marcado profundamente.


Esta vez, mis pasos me llevaron a un campo de trabajo internacional (international work camp, en inglés, que es como también se le conoce oficialmente), en un pequeño municipio de la provincia de Salamanca llamado Monleras. 

Es tradición, desde el 2012 aproximadamente, que todos los veranos asista a un voluntariado, campo de trabajo, o similares. Sin embargo, nunca he compartido la experiencia a nivel emocional (he compartido, como mucho, las fotos del lugar), y creo que ya va siendo hora de que abra esta pequeña ventana hacia mi mundo interior. ¿Quién sabe? Quizá alguien lea esto y se acabe motivando para ir a un voluntariado. 


Entre los fardos, miles de recuerdos, de experiencias, de aprendizaje.
Cuando estás en un entorno donde la televisión, el internet, las tecnologías, el estrés asociado a ellas, etc. brillan (casi) por su ausencia, la vida toma otra dimensión. Cuando la forma de vestir, el pelo que llevas, o la colonia que usas dejan de tener relevancia, cuando lo único que importa es el ahora, cuando el único entretenimiento es la vida en sí misma... Entonces empieza la magia.

Las relaciones sociales se vuelven mucho más humanas. Te levantas con tus compañeras/os y te vas a dormir con ellas/os. Y entre ambos lapsos, todo un día en el que el contacto es más cercano, en que la amabilidad y la comprensión pugnan por mostrarse a flor de piel, facilitando el proceso de adaptación al lugar, y a veces incluso al país y la cultura.
Surgen momentos de intercambio, de risa, de juego, de broma; también de trabajo duro, de compartir la carga de trabajar a pleno sol, se aprende a cooperar de una forma totalmente distinta.

Cada prenda de ropa sucia, manchada de polvo y de cemento, es una pequeña invitación a la reflexión.


Una compañera me dijo que ojalá hubiéramos podido profundizar más, que el tiempo tan limitado era una pena.
Yo le respondí, por experiencia, que esta clase de lugares son el semillero perfecto para el cariño y la amistad. Si la amistad ha germinado, y es verdadera, ten por seguro que haremos por regarla y haciendo que crezca por mucho tiempo. 
No en vano, muchas personas que me han marcado profundamente y que se encuentran entre mis mejores amistades, han salido de un voluntariado.



Deshago el equipaje, y encuentro los recuerdos materiales.
Una tarjeta con más de 2000 fotos, testimonio mudo de los momentos vividos.
Un diploma que acredita mi estancia, y un bello cartel de una obra de teatro que pudimos disfrutar, metidos en un "porta-documentos" improvisado en un rollo de papel de cocina.
Un libro que me regaló Elena, una mujer muy sabia, que sin conocerme, me conocía, y dio en el clavo a la hora de orientarme en nuevas facetas de mi desarrollo personal.
Una bolsa de Judas, confeccionada por mí misma gracias a la ayuda de Isabel, otra mujer muy sabia, que con su parsimonia y su buen hacer nos inició en el trabajo con el cuero, y a quién lo sintió, en el arte de vivir de acuerdo al corazón...


... guarda la bolsa de Judas más tesoros materiales que logré traer conmigo...


...
Una plancha de madera de encina (mi árbol), futuro llavero, que lleva pirograbado mi nombre, y que unos chavales confeccionaron con mucho amor.
Unos minerales, por un lado toscos y por otro brillantes y bellos, que me hacen recordar que incluso en los peores momentos o en los trabajos más duros hay algo bello que merece ser disfrutado.
Un llavero de mi hermano turco, que me protegerá por él en la distancia, contra todo mal.
Incluso, sin recordarlo, han llegado los papeles que iniciaron un juego que, curiosamente, consistía en matar a tus compañeros, pero que fue motivo de risas y de unión del grupo.

¡Cuántos buenos recuerdos en tan poco espacio!


En las próximas entradas compartiremos los paisajes, la flora y la fauna de la zona, y también las vivencias y aprendizajes.

Mientras llega, si esto te ha emocionado en lo más mínimo, te lo recomiendo: ¡plantéate asistir a un voluntariado o a un campo de trabajo!