Ayer me encontre con Fújur

¿Habéis leído La Historia Interminable?

Si la respuesta es no, os lo recomiendo. Fue uno de los primeros libros “de mayores” que
leí cuando no levantaba más de tres palmos del suelo; fruto de unos padres amantes de la
lectura.

Si la respuesta es sí, ya sabréis quién es Fújur. Pero no es ni el momento ni el lugar de ganar
enemigos, así que lo explicaré igualmente para quién no lo sepa o no lo recuerde. Fújur es
el entrañable dragón blanco de la suerte que acompaña a los protagonistas durante sus
numerosas aventuras.

Ayer, en una escapada por Espadà, lo vi. Tumbado en el suelo, mirando el camino. Casi me
pareció que murmuraba, con su voz susurrante: “Tranquila, ¿qué podría ir mal? Soy un dragón
de la suerte”.

Fue un buen recuerdo de mi niñez. Y un presagio positivo de una gran excursión, en
inmejorable compañía.

Os regalo la foto, y me despido con un fortísimo ¡¡¡buena suerte!!! Y que Fújur os acompañe


Mis amigas, las Kramer


Cuando el tiempo libre es escaso, y por tanto una escapada como Dios manda no es posible (a menos que la soñemos) salgo al “refugio para urbanitas”, véase “jardín urbano”, que en este caso es el de Viveros (Valencia). Es lo que tiene estudiar y vivir fuera de casa…
Es increíble que, en medio de la gran ciudad, un jardín pueda dar albergue a tanta vida. Si te fijas, en cualquier rincón podrás encontrar una agradable sorpresa.

Una de las criaturas que más me fascina es la cotorrita de Kramer. Son como loros en miniatura que han cambiado un bosque tropical exuberante por un jardín urbano.
Vale, son una plaga. De acuerdo, desplazan a las especies autóctonas (a las que también tengo un profundo cariño). Y son ruidosas, cochinas y gamberras. Pero, qué queréis, me encantan.



Su gamberrismo puede llegar a ser inteligente. Por ejemplo, he descubierto que les encanta lanzar huesos de dátil y proyectiles similares sobre la gente. Y cuando la víctima levanta la cabeza, asustada, profieren unos gritos similares a carcajadas. ¡Se ríen de nosotros! Y me hace gracia.

Una de mis “sesiones fotográficas” más productivas fue durante una tarde en que encontré una palmera, no muy alta, repleta de dátiles. Y a las cotorritas les encantan los dátiles



Así que ya me tenéis una vez más, cámara en mano, de cara a la palmera:
* Hola bonita. ¡Sonríe a la cámara!
Solo que, como bichos gamberros e independientes que son, siguieron a su rollo. Volteretas por aquí, revoloteos por allá…



Y como la gente suele comportarse como un animalito gregario, en diez minutos me vi rodeada por un puñado de personas que quería ver a qué rayos le hacía fotos tan animada.
* ¡Mira, papá, loros!
* ¡Qué bonitos!
* ¡Qué verdes!
Señores del mundo, dos cosas: la primera, son cotorritas, no loros. La segunda, si ven a alguien haciendo fotos a algún bicho viviente, no griten, ¡que los espantan!
Así, rodeada de gente y gritos, tomé esta otra foto:



Parece que esté pensando: “una foto más, un grito más, y juro que acabaré contigo como acabaré con este dátil.”

Espero que os haya gustado, tanto como me gustó esa tarde. La verdad, lo pasé muy bien.
Como regalo final, dejo una foto que demuestra que las cotorritas no son solo gritos y gamberrismo. ¡También tienen mucho amor que dar!



Comencemos por el principio


¿Que quiénes somos?
Somos dos estudiantes de ingeniería forestal.

¿Que qué hacemos?
Pues, cada vez que tenemos un ratito libre, salimos a tocar verde. Juntos, por separado, cerca o lejos de casa, rutas largas, cortas, con la familia, con los amigos… pero salimos. Nos encanta, nos pone de buen humor y nos libera.

¿Que por qué hacemos este blog?
Porque, aparte de caminar y caminar somos unos apasionados de la fotografía. Nos dimos cuenta tras una sesión fotográfica un tanto especial.

Todo comenzó un buen día en la Universidad. De repente, un pajarito se cruzó en nuestro camino. Abrí la mochila, saqué la cámara de fotos (siempre llevo mi cámara conmigo, nunca se sabe qué te puedes encontrar por ahí) y me dispuse a seguirle. Y mi amigo me siguió a mí.
El pequeño pajarito se posó en un árbol. Entonces pasé a la acción. Una persona normal se hubiera acercado sigilosamente. Pero eso no es divertido. Preferí hacerlo a mi manera. Una vez a poca distancia del ave, le dije:
* ¡Hola pajarito bonito! ¡Mira a la cámara! ¡Sonríe! ¡Hazla tuya! ¡Sedúcela!
La reacción de mi amigo fue primero de sorpresa hacia mis métodos poco ortodoxos, luego de asombro por el resultado, y luego de risa por las caras de estupefacción de los universitarios que nos vieron de esta guisa.

Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)

Pero las fotos hablan por sí mismas. Personalmente, creo que al pajarito le gustó la experiencia; aunque no mire a cámara, estuvo muy tranquilo e incluso nos cantó. Cuando observo la foto siento como si aquél pajarito estuviera ensimismado, soñando. Como nosotros soñamos que este blog vaya a buen puerto y nos permita compartir con apasionados como nosotros las fotos que con tanto cariño hacemos.

Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)

Por cierto, buscando y buscando por fin dimos con el nombre del simpático pajarillo, se trata de una hembra de Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros).

Esperamos que os haya gustado y que sigáis nuestro blog, somos principiantes, pero con muchas ganas de compartir con todos vosotros nuestras fotos.