Especial Costa Rica. El volcán de Irazú




Y con esta llamativa foto doy por inaugurado el Especial Costa Rica. 
Los hados se han puesto de mi lado y me han permitido realizar uno de los viajes más espectaculares de mi vida.
Ahora ya he regresado a la rutina, dentro de lo que mi vida se pueda considerar como tal, pero dedicaré las próximas semanas a narrar algunas de las experiencias y conocimientos que he adquirido a lo largo de los veintiún días de viaje.
Intentaré hacerlo de forma cronológica, de este modo me será más sencillo no olvidar nada.

Comenzaremos, pues, por el volcán Irazú. Aquí abajo tenéis un mapa sacado de la red de redes, que indica los Parques Nacionales y las principales ciudades; he marcado tanto el Parque como la ciudad más próxima, Cartago, que crece a sus pies, y donde se encontraba nuestro "campamento base" (visitado, eso sí, en una sola ocasión de lo que resultó ser nuestro recorrido).


Nada más bajar del autobús que nos dejaba en el mismísimo cráter del volcán, supimos que iba a ser un día memorable, pues salió a nuestro encuentro este simpático animalillo: el pizote, coatí de nariz blanca o Nasua narica L.
Un mamífero omnívoro, que habita Centroamérica y la parte Centro-Sur de Norteamérica. 
A pesar de que le gustan los bosques, e incluso es muy buen trepador, no duda en acercarse a elementos humanos. Este en concreto, se subió a una mesa de picnic y se bebió medio vaso de café que alguien había olvidado allí.  


La siguiente sorpresa nos esperaba unos metros más adelante, en el camino, donde, entre las flores, nos esperaba un colibrí. Creedme, la sensación al observar por primera vez una de estas criaturas es indescriptible. ¡Son pura magia!




Aquí, una segunda especie.
En Costa Rica hay catalogadas, según me dijo el guía, treinta y dos tipos distintos. ¡No en vano es uno de los países más ricos en biodiversidad del mundo entero!



 El volcán de Irazú, o mejor dicho, su cráter, apareció ante nosotros. Un espectáculo, con sus zonas de tierra yerma, sus hierbajos ralos y la selva exuberante al fondo.



Se trata de un volcán no activo desde hace años (por eso se puede acceder hasta la cumbre); sin embargo esta zona, y toda la cordillera volcánica, es de gran actividad sísmica. De hecho, en 1910 hubo un gran terremoto, conocido como el terremoto de Santa Mónica, destruyó la vecina ciudad de Cartago.
Esta de aquí es o iba a ser su catedral, dedicada al apóstol Santiago, que fue destruida por numerosos movimientos de tierras y recibió el golpe de gracia con el ya mencionado terremoto.  
Este es su aspecto actual, para mí muy atractivo ya que no había conocido, hasta entonces, iglesias completamente al aire libre





Pero regresemos al volcán y a sus imponentes vistas. La tierra, acumulada en estratos, forma sinuosas curvas en el relieve.


Nueva fotografía del cráter.


Este otro cráter sólo era visible desde el mirador, y no se podía acceder. La mancha central es una acumulación de agua en su parte más deprimida; un minúsculo lago interior.




Esta es una de las zonas más nubosas del país. Este suceso queda ampliamente demostrado en la siguiente instantánea, donde la masa de nubes que se acumula tras el volcán podría pasar por una gran montaña nevada.


Así como nuestra sociedad dice aquello de "las mujeres de verdad tienen curvas", ¿no es cierto que las estructuras naturales, las menos alteradas, las verdaderas, también son curvilíneas?





Poco a poco fuimos rodeando el cráter del volcán, acercándonos a la masa vegetal, alejándonos de los miradores 

Una perspectiva poco habitual (desde debajo) de uno de los primeros matojos de plantas exóticas que me topé.
Se trata de una Gunnera insignis Oerst, o sombrilla de pobre, una planta inconfundible pues posee unas hojas enormes, que realmente pueden llegar a utilizarse como sombrillas o paraguas. 



Y otra especie totalmente distinta, también hermosa, con las arenas volcánicas de fondo.
Desconozco por completo la flora y fauna autóctonos, y aunque intento informarme, me faltan muchos nombres. Si alguien se anima a determinar, todos sus comentarios serán bien recibidos.




He aquí al rey de los cielos de Costa Rica, el ave más poderosa, el gran carroñero: el zopilote o buitre negro, Coragyps altratus Bechtein. A pesar de su nombre popular, no está relacionado directamente con los buitres europeos y asiáticos, sino con grupos de las Américas.
Disfruta de lugares amplios y espaciosos, donde se alimenta de carroña, huevos y pequeños animales; sin embargo se adapta con relativa facilidad a las ciudades y puede comer basura.

Aunque este día sólo logré verlos volando, posteriormente tuve la oportunidad de verlos de cerca. Es una impresión meramente personal, pero para mí las pintas de buitre sólo las tenían en el cielo, pues al tocar el suelo se desvanecían y trocaban en pavo... Con su color y la piel sobre la cabeza y el pico, realmente me lo recordaron. Ya colgaré más fotografías y podréis juzgar. 
Mientras tanto, disfrutad de estos reyes del aire.




¡Al fin, contacto vegetal!


 Durante el viaje me topé con numerosas especies vegetales que me eran vagamente conocidas. Sabía que, estando en su hábitat natural, no iban a ser las mismas que las europeas. Pero ahí estaba mi cabecita botánica, intentando encontrar patrones, nombres, algo a lo que aferrarse.
Aquí os dejo esta compuesta tan hermosa que me tuvo dubitativa bastante tiempo.


Y esto... un tronco calcinado por el Sol. Simplemente hermoso.


Nuevamente la suerte nos sonrió, porque cerca de nosotros apareció este colibrí, que interrumpió por un momento su frenético ritmo de vida y se posó alegremente en una rama.
En ese momento estaba hablando con un guía que en esos momentos esperaba a que su grupo terminase el almuerzo. Me contó que este era de los más pequeños de la zona y eso le había valido el apelativo de colibrí chispita. Sinceramente, me encantó el nombre.



Todavía no había emprendido el vuelo la chispita cuando un "Oooooooooh" colectivo, emitido por los turistas que almorzaban, me hizo girarme en seco. Correteando ladera abajo, una cría de mapache, la adorabilidad máxima, había sorprendido a los presentes. Se puso a corretear entre trípodes y bultos, no parecía asustada en absoluto.


Y en este momento aprendí una regla básica de supervivencia: nunca, bajo ninguna circunstancia, atraigas a un mapache a tu lado, llamándole como un gatito. Básicamente porque le enseñé mi mano para que la olfatease, y este pequeñajo, creyendo que había comida se acercó. Y, puesto que no había nada entre mis dedos, decidió que lo más apropiado era morderme. 
Pero, ¿quién es capaz de enfadarse con esta carita?




Mientras, chispita parecía estar siguiendo la escena desde su pedestal.



Durante el almuerzo, me sorprendió la tranquilidad de las aves del lugar, que lejos de huir de los turistas, hacían vida normal, como este...


O este otro.




 ¡Listos para despegar hacia otra trepidante aventura!



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