Siguiendo la racha de falta de tiempo, me resignaba a permanecer en la ciudad, con el síndrome del gato encerrado y la falta de verde.
Un miércoles por la tarde, en medio de mis quehaceres diarios, asistí al semanal intercambio de idiomas. Y mira por dónde, me encontré estas bellezas:
Las había aportado una fiel clienta de la cafetería, una experta criadora de orquídeas: todo un prodigio de la jardinería, pues resultan muy exigentes.
Tanta belleza me emocionó, me permitió compartir mi amor a la naturaleza hablando de la biología de estas fascinantes plantas, y me ayudó a paliar "la falta de verde" que llevaba en las últimas semanas.
¡Que vivan las sorpresas, que vivan las orquídeas y que vivan las personas que comparten el amor a la naturaleza!