Cuando amas la naturaleza, te topas, de repente,
con una serie de verdades universales:
- Siempre vas a saber algo que alguien no sepa, y
se lo podrás enseñar. Y al mismo tiempo, siempre va a haber alguien que sepa
más que tú, y te pueda aportar nuevos datos, perspectivas, o incluso mostrar un
tesoro.
- Adquieres una nueva sensibilidad, y por eso,
plantas que te hubieran dado exactamente igual en otro tiempo, ahora te roban
el corazón, bien por su historia, bien por su escasez, etc.
En este caso, hoy presentamos este tesoro llamado
Timó Real, cuyo nombre científico es Dictamnus
hispanicus (Webbb
ex Willk):
Tiene muchos otros nombres: en valenciano se le conoce como gitam, herba
gitana, monreal, timó real y herbero.
Y en castellano: anís estrellado, fresnillo, taraguilla.
De entre todos los nombres, llama la atención el del herbero. Si pensáis
si es que esta planta se utilizaba en la composición del famoso herbero, habéis
acertado.
Aquí un detalle del fruto. De ahí el sobrenombre de
anís estrellado.
El herbero, aunque delicioso, no es el único
uso que se le ha dado a la planta. En infusión regula la menstruación, en los
armarios ahuyenta a las polillas, aromatiza cualquier rincón con sus fragantes
hojas... ¡es una maravilla!
Aquí, una vista general de la planta, con sus
características hojas que tan bien huelen y tanto agradan a las personas que
tienen la suerte de encontrarla.
Quizá sea por sus numerosas propiedades que se haya
reducido su población. En la actualidad está catalogada en el Libro de Flora
Valenciana Protegida.
A la recolección desmesurada se le une el hecho de
que vive en pastizales y zonas de matorral no muy secas, así que la creciente
desertización la está desplazando.
Así, llegamos a su situación actual: su
distribución es amplia, pero los ejemplares, escasos.
Por eso me sobrecogí tanto el día que la conocí en
persona. Es otro tesoro más de la flora valenciana, otro ejemplo de la riqueza
de nuestra tierra, que se rebela contra la extinción, pero que cada vez lo
tiene más y más difícil...
Cada vez que logro encontrar una de ellas, es como
tener en frente de mis narices el más codiciado tesoro pirata.
Y es que la vida vale mil veces más que cualquier
tesoro material. El oro permanece, el diamante es incorruptible, pero la
delicadeza de una flor sólo estará ahí por un instante. La vida llama a la
vida, la vida ayuda, sana y crea. El oro llama a la codicia, a la pelea y la
disputa.
Me quedo con mis tesoros vivientes, atesorando cada
segundo que me brindan con su presencia, y compartiendo su valor con el mundo.
Os dejo estas últimas imágenes para que
reflexionéis al respecto, y para que disfrutéis con esta maravilla de la
naturaleza.
¡Ah! Y acordaos de esta planta la próxima vez que
toméis herbero. ¡Quedaréis como profesionales de la botánica!
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