Nuestro segundo día en la República Checa nos llevó a un pueblo llamado Křinice, que debido a su pequeño tamaño seguramente no venga en las guías para turistas. Está cerca de la ciudad de Broumov, algo más conocida, y está muy próximo a la frontera con Polonia. ¿Qué nos llevó hasta allí, pues?
Nada más y nada menos que el poder de la amistad. Allí me reencontré con Lucka, una muchacha muy simpática que conocí en mi campo de trabajo por Monleras en verano del 2016. Os dejo por aquí un enlace. http://nadacommunis.blogspot.com.es/2016/08/de-ruta-por-los-campos-de-monleras.html
Lucka fue nuestra amable anfitriona y guía. Después de una opípara comida típica (a las 12 del mediodía, bastante tarde para ellos) en su acogedora morada, Lucka nos llevó a visitar uno de los espacios verdes más emblemáticos de su municipio.
Pasamos por un edificio llamativo, un restaurante llamado Amerika que es bien conocido por allí. Aparcamos los vehículos y comenzamos nuestro camino.
Comenzamos a transitar un bosque dominado por alerces europeos (Larix decidua), la única conífera europea que pierde sus acículas; y por hayas (Fagus sylvatica). Poco después de comenzar a andar, nos encontramos esta rústica y hermosa capilla.
Este era el bosque a su alrededor. Llovía ligeramente, sentía que me encontraba en el núcleo de lo que siempre había imaginado como la "Europa profunda". Los bosques mixtos de altísimos árboles, el silencio, la lluvia...
La capilla lleva el nombre que aquí os dejo, por incapacidad de reproducir con mi teclado. De hecho, los nombres de ciudades que aquí he puesto son un "copia-pega" de las búsquedas que he hecho por internet.
El caso es que lo tradujeron como Capilla de la Virgen María de las Nieves. Me pareció bastante curioso, ya que la patrona de mi municipio es la Virgen de las Nieves, y la celebración más o menos se celebraría por esas fechas. Cosas que tiene la vida, nunca vas a misa, de repente te ves en una capilla que te recuerda a la patrona de tu pueblo y sin darte cuenta lo estás celebrando.
Seguimos subiendo.
Para mí, persona que vive en tierras secas, disfrutar de estas rocas cubiertas de musgo es siempre una delicia para todos mis sentidos.
¿No os dan ganas de estar allí?
Fisuras de una rectitud casi perfecta.
Como no podía ser de otro modo, las condiciones facilitaban el crecimiento de los hongos descomponedores de la madera, como el que vemos en la imagen.
El camino cada vez subía más, hasta que por fin, los árboles dejaban entrever unas escarpadas rocas, que parecían ser rematadas por un imponente muro.
Y si seguíamos andando varios metros más...
... la presencia del muro se confirmaba al llegar a esta hermosa ermita, la capilla de la Virgen María, o Kaple Panny Marie Sněžné (como he podido encontrar por la web).
La sobriedad de sus muros, el color de la roca con la que está construida, tan similar a aquél de las formaciones que la rodean, esa aura de misterio que sólo los bosques europeos saben dar... Era un espectáculo digno de disfrutar.
Lo cierto es que se ubica en un entorno envidiable.
No acostumbro a poner fotos de mis acompañantes pero en esta ocasión bien valía hacer una excepción.
Una plancha metálica con un grabado del paisaje y los nombres de los puntos de interés más llamativos que desde el mirador se podían atisbar prometía saciar la curiosidad de los viajeros.
Fijamos la vista en el suelo para encontrarnos con estos hongos. He tratado de encontrar alguna información sobre ellos, pero no ha sido posible, así que nos conformaremos con su belleza.
¡Un nuevo camino se abría ante nosotros!
Había dejado de llover. Las construcciones quedaban a nuestra espalda. Ahora, lo que llamaba nuestra atención eran las gigantescas rocas que adornaban el paisaje.
De vez en cuando, la espesura se abría lo suficiente como para mostrar estas vistas tan espectaculares. La verdad es que yo me sentía como en una especie de ciudad encantada, versión Europa Cental.
Desconozco el nombre de estas formaciones, pero es fácil de encontrar en un mapa si se busca el nombre del municipio que las abarca, Křinice.
La verdad es que la combinación de vegetación y rocas son espectaculares.
Visto desde otra óptica.
Este árbol seguro que creció bien protegido entre estas gigantescas moles.
Como siempre, nuestras mentes se prestaban a la imaginación. Estuvimos largo rato discutiendo si esto era un cachorro de oso, sentado y mirando hacia atrás, o un gatito. Las opiniones quedaron bastante igualadas. ¿A ti, que lees esto, qué te parece?
Este abrigo estaba protegido por estacas. Cuando nos acercamos vimos que estaba repleto de mensajes que la gente había ido escribiendo y depositando en papeles.
¿Alguien ve el perfil del rostro de un sabio barbudo de ojos cerrados?
Un estrambótico hipopótamo.
Al otro lado de las gigantescas moles se vislumbraban otras montañas cubiertas de bosques y prados.
Si todo esto ya era sorprendente, nos quedamos con la boca abierta al llegar a este mirador. La vista deja absolutamente sin palabras.
Antes de partir, me había estado documentando, y encontré mucha información sobre un lugar emblemático, muy similar a este, denominado las rocas de Adršpach-Teplice. Mis amigos, sin embargo, me explicaron que se habían vuelto demasiado turísticas, y que esta formación que estábamos disfrutando estaba totalmente a la altura. Una de las ventajas de ir con lugareños. Sea cierto o no, la verdad es que no cambiaría por nada este momento.
Tomé alguna panorámica.
En este ambiente mágico, nos perdimos contemplando cada una de las láminas de roca, imaginando y buscando formas en ellas.
Un beso simiesco.
Seguimos andando. Las hojas de haya me regalaron una vez más el mejor de los marcos.
Una casi invisible araña en un lado del camino.
Llegamos a lo alto de otro mirador, que nos ofrecía unas bellas vistas del bosque y de los cultivos adyacentes.
Efectos colaterales de prestar la cámara de fotos. De repente ves a alguien riéndose como un niño de cinco años que hace una trastada, encañonando con el objetivo a estas pobres moscas que sólo querían pasar un buen rato. Pero bueno, me ha parecido gracioso y la foto es bonita, incluso se aprecian los destellos dorados de sus lomos.
Nos despedimos del mirador y comenzamos el descenso.
El camino discurría por las propias rocas...
Esta es la última parada que hice durante esa ruta, pues esta simpática lagartijilla se cruzó en nuestro camino, que en esta ocasión discurría por unas tablas de madera que se elevaban sobre la vegetación. A pesar de la diferencia de tamaño y de los temblores que sin duda nuestros pasos debían producir en la madera, el pequeño reptil decidió que no se iba a mover. Esta primera foto es para hacernos una idea del tamaño.
Y aquí, en todo su esplendor.
Y con esto acaba la entrada de hoy. Espero que la hayáis disfrutado tanto como yo lo he hecho, tanto al viajar al lugar como al rememorarlo. ¡Un abrazo y hasta pronto!
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