En las dehesas mediterráneas, allá donde el clima es más cálido, reside durante todo el año una de las aves más emblemáticas de nuestras tierras: la abubilla, Upopa epops.
Con su largo y fino pico, presto para atrapar las larvas y pupas enterradas en el suelo u ocultas entre la hojarasca, su formidable y llamativa cresta que despliega al aterrizar, en la época del cortejo o cuando esta inquieta y con su inconfundible canto (pu-pu-put, de donde le viene el nombre vernáculo puput), nos cautiva y embelesa mientras se pasea por el prado.
Algunas de sus hermanas que habitan en lugares más fríos son migradoras transaharianas, sin embargo, muchas han encontrado ya un remanso de paz, tranquilidad y clima favorable que les permite permanecer en el mismo lugar durante todo el año.
¡Espera, he dicho un remanso de paz y tranquilidad! ¿Qué es ese edificio?
Bueno, comencemos por el principio. Esta es una de las aves que ha sabido adaptarse, en mayor o menor grado, a la presencia humana.
De forma natural vive en zonas forestales abiertas, viñedos, zonas de frutales y cultivos con arboledas, y anida en los huecos de árboles viejos.
Como hemos dicho antes, además, se alimenta de larvas y pupas de insectos del suelo.
Todo esto ha desembocado en que se haya adaptado a vivir en nuestras ciudades y hoy por hoy no es extraño encontrarla en parques con césped donde alimentarse y algún que otro árbol donde anidar, aunque también les valen oquedades de edificios, montones de piedras...
Un ejemplo es este espécimen, que se paseaba tan campante por una de las colinas artificiales que conforman el Parque de las Siete Tetas en Vallecas, Madrid. La podéis observar en esta foto con la cresta algo levantada, quizá porque acababa de posarse o porque nuestra presencia la importunaba.
Aunque parece ser que enseguida se tranquilizó, pues sin más dilación volvió a sus quehaceres alimenticios.
¡Observa a qué profundidad puede introducir el pico!
Esta aparente calma se debe a una adaptación al medio. Hace poco unos expertos en ornitología me contaron que las aves que viven en entornos naturales segregan una hormona, similar a la que excretamos nosotras, las personas, cuando sentimos miedo, y que las impulsa a volar y alejarse. Las mantiene vivas ante el ataque de depredadores. Sin embargo, en un entorno urbano, la presencia humana es prácticamente constante, por ello, la secreción continuada de esta hormona las empujaría a estar en un estado de estrés permanente que las alejaría hasta de algo tan necesario como la alimentación o la cría. Se ha demostrado que los niveles de esta hormona, cuyo nombre desconozco, son muchísimo más bajo en las aves urbanas, y que sólo se emite en casos realmente a vida o muerte, como por ejemplo, el ataque de un gato.
Esta abubilla no era la única del parque. A su alrededor, una docena de congéneres y alguna que otra urraca se ponían las botas.
Lo que más le encanta son los grillos y escarabajos. Sin embargo no hace ascos a otros insectos, lo que nos puede beneficiar, ya que parte de su menú consta de crisálidas de procesionaria del pino, Thaumetopoea pityocampa, ese insecto tan urticante que te puede amargar el día si lo llegas a rozar.
Por si te interesa, ya hablamos de él en esta entrada: http://nadacommunis.blogspot.com.es/2015/01/pica-pica.html
El uso de pesticidas e insecticidas está dañando las poblaciones de abubilla, ya que se queda sin alimento y puede llegar a envenenarse. Quizá deberíamos practicar, una vez más, la lucha biológica. No usemos estas sustancias tan nocivas: ayudemos a las abubillas a instalarse, a encontrar un espacio óptimo para anidar. Ellas, a cambio, nos ayudarán a mantener a los molestos insectos a raya, sin poner en riesgo la salud de nadie: ciudades limpias, ciudades sostenibles, ciudades aptas para la vida de todos.
En mi tierra se dice que las abubillas apestan porque se rebozan en excrementos. En realidad, esto no es del todo cierto. Las abubillas sí que suelen frecuentar los excrementos, pero no para impregnarse de su olor, sino para atrapar insectos que revolotean entre ellos o que han depositado allí sus larvas. En términos generales, las abubillas son bastante limpias.
Lo que sí que es verdad, en relación a los aromas, es que los pollos tienen un olor bastante desagradable.
Otro dato curioso referente a su olor es que son capaces de mantener en su interior grandes cantidades de heces. Esto es rematadamente complejo para las aves, quienes pueden ver severamente ralentizado y entorpecido su vuelo, con las mortales consecuencias que ello puede acarrear, por el mero hecho de pesar unos gramos de más. Son unos seres en un complejo equilibrio por no pesar demasiado poco y morir en pocos días por falta de alimento y por no pesar demasiado y no poder huir a tiempo de un depredador.
Sin embargo, las abubillas mantienen grandes cantidades de heces en su interiror. Estas son expulsadas hacia sus atacantes, que huyen despavoridos por el mal olor.
Curioso imaginar esta expulsión de heces contemplando lo bellas y graciosas que son, ¿no?
Todas las aves, alrededor de la cloaca, poseen una glándula que secreta una sustancia oleosa que les permite untarse las plumas e impermeabilizarlas. Es una gran ventaja frente a las condiciones climáticas adversas.
La hembra de abubilla, además, posee otra glándula, situada en la base de la cola que secreta una sustancia, también oleosa y sobretodo, pestilente. La secretan cuando están anindando y son sorprendidas por algún intruso. Dicha sustancia tiene agentes que combaten los patógenos. Ellas se cubren frecuentemente de este aceite, y también embadurnan sus huevos, aumentando así el éxito de eclosión.
De hecho, los huevos de la abubilla no son perfectamente lisos, sino que están cubiertos en toda su superficie por un sinnúmero de pequeños cráteres que ayudan a retener esta sustancia de la que hablábamos.
En un voluntariado al que fui en el Pirineo catalán empleaban una herramienta a la que denominaban puput (abubilla) por el parecido con la cabeza del ave.
Se trata de una herramienta para trabajos forestales, que por un lado posee una especie de pico ancho y por otra un hacha-azada (para eliminar raíces gruesas y tierra y remover tierras).
Mientras os narro todo esto la abubilla parece aburrirse y decide darnos la espalda, mostrando su hermoso y característico plumaje.
Hay quien dice que esta ave, en vuelo, tiene un batir de alas irregular que recuerda a una mariposa enorme.
He estado indagando y parece ser que existen cajas-nido aptas para esta ave. Si se dispusieran estos hogares en puntos estratégicos de parques y jardines, así como de espacios naturales, y tuviéramos la delicadeza de dejar crecer algunos árboles hasta su decrepitud, esta magnífica ave podría aumentar sus poblaciones, algo menguadas las últimas décadas. ¡No es nada difícil!
De momento, es toda la información interesante que he recabado sobre esta increíble compañera de los cielos, más allá de los datos de tamaño, peso, distribución y demás que podréis encontrar fácilmente en cualquier web dedicada a la avifauna.
Así que sin más, os dejo para que disfrutéis de las imágenes de esta espléndida abubilla vallecana.
Con esta espléndida y flamante foto, nos despedimos. ¡Hasta pronto!
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