Especial República Checa: descubriendo la historia secreta de Broumov



Hoy abrimos la entrada con esta preciosa flor, que probablemente se trate de una Verónica, aunque no las tengo todas conmigo. Si estoy en lo cierto, déjame contarte que esta era la planta que los enamorados regalaban a su pareja para pedirle fidelidad. 
¡No te preocupes, República Checa! Me gustaste tanto que volveré. Pero, antes, déjame explorar otros países, por favor. 



Bromas aparte. Había amanecido y nuestra amiga ya estaba en Broumov, donde trabajaba. De esto se desprenden varios datos curiosos:
  • República Checa y España comparten huso horario, pero no es que se encuentren precisamente cerca. Por ello, llevábamos bastante descontrol a pesar de no tener jet-lag. ¿A las 5 de la mañana ya es de día? ¿Cómo, y comenzar a trabajar antes de las 7 es habitual? Ah, pero que acabas a las 13 horas, vale, tienes toda la tarde libre. ¿Qué me estás diciendo de que se come a las 11.30 y se cena a las 18:00? ¡¡¡Si aún os quedan varias horas de luz por delante!!! Y sorpresas del estilo. 
  • Es posible que los europeos tengan fama de fríos. Pero eso es sólo en cuanto al contacto físico. Porque toda la familia se había ido a trabajar y nos había dejado solos en caso (bajo la indicación "cerrad de portazo"). Los padres y abuelos de mi amiga no me conocían, y ni siquiera compartíamos idioma... Y a mi amiga hacía más de un año que no la veía. Y por otras muchas experiencias, por todo lo que vi, puedo afirmar que no son gentes que prodiguen abrazos de oso, pero su hospitalidad y su calidez son de leyenda.
Así que, bueno, allí estábamos, a las ocho o las nueve de la mañana (tardísimo según su horario), andando desde el pueblito de mi amiga hasta Broumov, la pequeña ciudad donde trabajaba, y que estaba separada por unos 3km que se podían recorrer fácilmente por unos pintorescos caminos.
Caminos repletos de verónicas cubiertas por el rocío.


Y estas flores no eran las únicas que se engalanaban con el rocío. Las briznas de hierba que tapizaban el suelo también se habían decorado.



Aquí, el camino que nos esperaba.


Campos y más campos de cereales se extendían en la inmensidad de las llanuras.


Y como siempre apreciamos los detalles de las grandes cosas, los escenarios inmensos, en general, de este enorme espacio que es la Tierra, pues... nos hicimos amigos de este caracol.


No parecía molestarle la cámara en lo más mínimo.



¡Incluso se acercaba y posaba para ella!



¡Cucú! (Atención al minúsculo insecto volador que porta en la concha.)


Alguien puede decir, "pero, a ver, ¿cómo te haces amigo de un caracol?". Fue divertido, le puse la mano muy cerca y él optó por raspar mi dedo.
Y es que la boca de los caracoles es como una especie de noria con muescas ásperas, que permiten raspar las rocas para arrancar pequeños fragmentos vegetales o simplemente desmenuzar cualquier brizna que se les antoje. Puedo afirmar que es un "beso" un tanto áspero, que, junto con la babilla del animal, deja una sensación extraña.



Como estaba en medio de la carretera quisimos cambiarlo de lugar, pues corria el riesgo de que algún vehículo, muy probablemente uno de los numerosos tractores que pasaba por allí, lo pisase. Pero no se dejó despegar, y al final decidimos dejarle porque no queríamos arrancarle la concha en el proceso de salvación.




¡Hasta luego, amiguito!


Las llanuras eran sobrevoladas por imponentes rapaces. No logré identificarlas, pero me maravillé con su vuelo durante todo el trayecto.


¡¡¡Canibalismo!!! Estas babosas se alimentan del cuerpo reventado de una compañera. No sabía que tuvieran esta práctica.


En los bordes del camino, estas hermosas flores semejantes a moras, decoraban el campo.




Y mientras, las rapaces seguían surcando los cielos.









¿Hola? ¿Windows? Vuestro fondo de pantalla se ha secado. Pero sigue siendo hermoso.


Al final, como nos deteníamos a cada rato, el trayecto que debía haber durado media hora se demoró en más de una. Es lo genial de los viajes sin prisa.







Siguiendo su vuelo, pronto pudimos comprobar que estábamos llegando a la "civilización"


Nunca llegué a saber qué era ese edificio con la torre anexa. Pero como buena valenciana que soy, no podía dejar de pensar en que esa torre se parecía demasiado a la de la cárcel de Picassent.


... Así que preferí, sinceramente, centrarme en el vuelo libre y salvaje de la rapaz.






El paisaje era espectacular. De pronto me sentía como en una película del Oeste.




Tras los manzanos que bordeaban el camino apareció ante nuestros ojos Broumov.


Una esquiva hembra de gorrión (Passer domesticus) disfrutaba de los escaramujos del rosal. Estas aves, aunque siguen poblando prácticamente todas las regiones del mundo, están en un declive acusadísimo, que cada vez va a más. No en balde, SEO Brirdlife la convirtió en el ave del año 2016, tratando así de darle visibilidad. No está del todo claro qué es lo que la está afectando tanto, pero si un ave que se ha adaptado tan bien a vivir en nuestros núcleos poblacionales está muriendo, probablemente, es que nos estemos asesinando también a nosotros mismos.




Esta otra ave me resulta difícil de identificar, pero igualmente es hermosa.



Salió del rosal y, en un frenético vuelo, se posó en las ramas de este árbol. 



Bien entrada la mañana, el rocío seguía engalanando la vegetación.




El paisaje seguía resultando fascinante. En esas montañas es donde habíamos estado el día anterior, visitando la ermita y los roquedos.




Otro elemento curioso. Este punto de agua, tan hermoso, para mí era un precioso lago. Cuando le comenté a mi amiga cuánto me había encantado, le pareció extraño, pues según ella, no había lagos en ese camino. Luego, al volver, a pasar por allí, nos echamos a reír. Para ella, esto no era más que un charquito. Una muestra más de cómo interpretamos el mundo en función de dónde nacemos. Para lo que a una persona de centroeuropa es un charquito, para una mediterránea es todo un lago...




¡Y qué lago! Daba ganas de nadar en él.


Incluso había gente pescando en la orilla, aunque no salen en las fotografías.


Llegamos a la ciudad poco después. Me llamó poderosamente la atención las gigantescas viviendas con jardín, a cada cual más bella y bien cuidada, que había en las afueras. Y una vez en el corazón del casco urbano, lo que me atrajo fue el inusual colorido de los bloques de pisos. ¡Ya podrían ser todos así, las ciudades serían mucho más alegres!


Os presento Kostel Panny Marie, o la capilla de la Virgen María. Se trata de una bella estructura de madera que ostenta el honor de ser la más antigua, hecha en este material, que se conserva. Otras predecesoras, según entendí, sucumbieron, pasto de las llamas.
Y es que la historia de este país nunca ha sido fácil, ya que, además de los duros inviernos, ha tenido que enfrentarse a múltiples invasiones. En palabras de mi amiga Anna, "esta es la mejor época, con diferencia, para vivir en la República Checa".

Esta iglesia, además de resultar de lo más pintoresca a quién viaja, nos dejó una bella historia para el recuerdo. Lucka, la amiga que nos había acogido esos días, seguía trabajando, así que nos tomamos la visita con mucha calma. 
De la nada, apareció un ancianito de lo más entrañable. Iba vestido de forma impoluta, sonreía y se apoyaba en un bastón negro tan fino que parecía que se fuera a romper en cualquier momento. Nos saludó y le devolvimos el saludo. Hay que tener en cuenta que en este momento llevábamos menos de 48 horas en el país y apenas sabíamos decir "hola" "por favor" y "gracias". Bueno, y "cerveza", pero eso es porque aparecía en todos los carteles de bares, restaurantes y demás.
Debimos poner una cara muy graciosa al no entender nada de lo que nos decía, pues el señor se echó a reír. Le explicamos que éramos españoles, a lo que mencionó Barcelona e hizo un gesto dando a entender que nadaba. Así descubrimos que este entrañable desconocido amaba las playas de la ciudad condal y que había repetido en múltiples ocasiones.
Así comenzó nuestra visita guiada por la iglesia. El hombre también sabía ruso (que de nada nos valía) y alemán (de aquí pudimos rascar algo, pues algunas palabras, sobre todo básicas, tienen un aire al inglés). Y sobre todo, tenía unas ganas increíbles de comunicarse. Junto con otras pocas palabras en español por nuestra parte, e infinitos gestos por parte de todos, aprendimos un sinfín de anécdotas.


La iglesia sería pequeña, pero estaba rodeada por un cementerio que se extendía más allá de donde alcanzaba la vista. El señor, que luego descubrimos que se llamaba Jan, señaló una sección y nos dijo que toda esa parte guardaba los cuerpos de soldados alemanes, fallecidos durante la guerra. También mostró un sepulcro de grandes dimensiones, en, donde segun entendí, descansaban todas las monjas que un día habitaron un convento cercano.
Un colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) decidió acompañarnos durante la explicación. 

La vida siempre se sobrepone a la muerte, y cuando te percatas de ello, hasta un cementerio puede tener cierto punto bucólico.



Los pórticos exteriores estaban ornados con múltiples losas de piedra con inscripciones talladas, así como maderos que también guardaban inscripciones. Entre ellas, la lista de precios de los productos básicos que se ordenó seguir tras la invasión de Napoleón resaltaba notablemente. Y, sin duda, la que más llamó la atención: una especie de necrológica y guía de desastres acontecidos a lo largo de los últimos siglos. En ella figuraban enfermedades, incendios, guerras, invasiones, expediciones a las Américas e incluso una plaga de mangostas que asoló prácticamente todos los cultivos de la región (imaginad lo que tardamos en entender lo de las mangostas con las pocas palabras que teníamos en común, todo un reto).
Después del recorrido, Jan nos invitó a visitar la iglesia por dentro. Se sentó en un bloque de piedra y nos dijo que nos esperaría con una sorpresa.

El edificio era todavía más espectacular por dentro, si cabe.




Era imposible no perderse en el mosaico que tenía por techo.



Las ventanas permitían la entrada de luz, pero eran lo suficientemente pequeñas como para que no se escapase demasiado el calor.



El hecho de ver imágenes como esta en centroeuropa me llamó la atención. Tenía asumido que estas representaciones estaban mucho más acotadas a los católicos apostólicos romanos.



En el centro de la imagen, el escudo de la ciudad.


Yo no soy precisamente una amante de escudos, banderas y demás que hagan referencia a una región o país en concreto. Considero que son un arma arrojadiza en tiempos de crisis, y que separan a las personas mucho más de lo que las unen. Por eso, no suelo ponerlas en el blog. Sin embargo, esta la tuve que fotografiar porque me hizo gracia, ya que se puede observar que el escudo está formado por una especie de ganso o cisne y una estrella.


Al salir, tal y como había prometido, Jan nos esperaba. Sostenía unos folios en su mano. Nos contó que muchas personas en tiempos de hambruna habían migrado a las Américas en busca de un futuro mejor. Algunas de ellas acabaron incluso fundando ciudades, Nuevas Broumov. Si no me falla la memoria, hay una en Chile y otra en Brasil.
Jan resultó ser un profesional del turismo, y tenía una agencia de viajes. Quizá por ello tenía tantos conocimientos sobre la iglesia y la historia de las gentes de Broumov. Nos mostró fotografías, donde aparecía él varios años atrás, sonriente junto a la señal de tráfico que señalaba la entrada a Broumov, al Broumov de Chile.
Esta tumba, que él mismo restauró, pertenece al fundador de una de estas Broumov de la que hablaba (ni que decir tiene que hasta que Jan llegó la tumba estaba totalmente destruída y había caído en el olvido).


Ya sabéis que no suelo compartir fotos de personas, pues internet ya está repleto de gente. Además, no es el cometido del blog, que busca, más bien, difundir el amor por la naturaleza. Una vez más, sin embargo, rompo mi propia norma. Y es que una persona como Jan bien merece unaexcepción. Y así, de paso, podéis ponerle cara a mi compi de aventuras, Benja, y por supuesto, a una servidora, que os va narrando sus correrías por el mundo desde hace tanto tiempo.


Nos despedimos de Jan y fuimos a buscar a nuestra amiga Lucka. El municipio todavía tenía mucha belleza que mostrarnos.



Este es un monasterio benedictino de gran belleza. Nuestra amiga trabajaba cerca de allí. Pudimos visitar la planta baja y estos hermosos jardines.



Me fascinó, especialmente, este gigantesco árbol que dominaba el patio. Los monjes sí que sabían elegir bien a sus compañeros de meditación.



Un enanito flautista decorando la fachada de una iglesia de Broumov.


Y aquí, la vista general del edificio.


Con esta foto me despido. Pronto volveremos con más aventuras alrededor del mundo. ¡Hasta pronto!


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