Hoy nos sumergimos en las claras y cálidas aguas del Mediterráneo:
El lugar elegido: Cova Tallada, en Dénia. Se trata de una cueva semi natural, en parte excavada por presos, cuya mano de obra se empleaba para extraer roca.
A parte de la cueva en sí, también tallaron una salida al mar, y abocaron rocas para crear una explanada poco profunda por donde transportar los bloques con menos esfuerzo.
Hoy en día, estas rocas ya se han cubierto por infinidad de algas, lapas, anémonas y un largo etcétera, y acaban en un cortado de varios metros de profundidad, formando un ecosistema llamativo, pintoresco y lleno de vida.
Entre otras cosas, esto te permite bucear tanto a pulmón como con bombona, y disfrutar de la fauna y flora marinas.
La cueva es explorable, y te lleva a las entrañas de la misma montaña. Aunque es una maravilla, hoy nos centraremos, sin embargo, en la zona acuática.
A pesar de la desmesurada afluencia de gente, en muchas ocasiones maleducada e incívica, que no dejaba de abocar residuos (era frecuente chocarse contra botellas de plástico), la vida proliferaba por todas partes. No hay más que observar estas imágenes.
Dado que ya estaban acostumbrados a la presencia humana y a sus productos, decidimos probar a compartir nuestro almuerzo.
En otras circunstancias, en aguas tranquilas y libres de tanta presión no lo haríamos, pero aquí no íbamos a alterar su alimentación ni forma de vida, así que nos permitimos el lujo de hacerlo.
Es como dar de comer a los patos: sí en un parque urbano, jamás en un lago protegido.
Los resultados, aquí los tenéis:
¡Qué hambre tenían!
Los peces listados, como con rayas amarillas, se denominan salpa, Sarpa salpa L., una especie curiosa porque, en la edad adulta se convierten en herbívoros y hay pocas especies en el Mediterráneo que lo sean; además son hermafroditas. Sabe mal, por lo que no tiene interés pesquero.
En cuanto a los de la mancha negra, son obladas, Oblada melanura L., una especie ampliamente distribuido alrededor del mundo y que vive en aguas poco profundas.
Podéis comprobar que no se cortaban ni un pelo (o ni una escama) para comer directamente de mi mano. ¡Una gozada!
Y por la izquierda asoma un pie. Puede que no se vea en la mayoría de las fotos, pero esta zona estaba concurridísima, para muestra un botón.
Pero eso no parecía molestar demasiado a los peces, que seguían devorando el pan.
Estos peces tan alargados son mujiles o lisas, o su nombre científico, Mujil cephalus L. Son unos peces bastante comunes en aguas cálidas o templadas, y se pescan en numerosos países de todo el mundo.
Los adultos viven en aguas dulces, pero van al mar a desovar. Las crías nacen y crecen en aguas marinas, aumentando la profundidad de éstas conforme lo hace su tamaño, pero siempre cerca de la costa; al alcanzar tamaño de adulto vuelven al mar. A esto se le denomina catadromía.
Es curioso su comportamiento. Se acercaban al pan, pero no a la mano, sino que esperaban a que se desmigajara para poder engullir las partículas flotantes.
Ahora bien, en cuanto uno se acercaba a la mano y observaba que no pasaba nada... los demás iban detrás. Así que pasaba de tener un banco de peces a mi alrededor a tenerlo en mi mano, literalmente.
¡Y cuando lo soltaba se montaba un gran revuelo!
A veces, nos veíamos obligados a salir del agua: y es que no sólo había plaga de turistas, también la había de medusas. Aquí una de ellas, desde la seguridad de las rocas. ¡Casi me picó!
Se trata de una Pelagia noctiluca Forskal, una de las especies más abundantes, y de las más urticantes sin llegar a ser mortal, del Mediterráneo.
Suelen vivir en aguas más o menos profundas, pero de vez en cuando y por causas que no están del todo claras, forman enjambres que llegan a la línea de costa y crean verdaderas plagas.
Son difíciles de detectar por su mimético color, y aunque tengas una vista de lince no estás jamás seguro de evitar su veneno. Posee tentáculos de hasta dos metros de largo, como hilos de pescar, casi imperceptibles, que te pueden dejar bastante dolorido sin que te des cuenta de por dónde te están atacando.
Por ello pueden resultar tan molestas y peligrosas cuando se comportan como plaga.
Pasado el peligro, volvimos a sumergirnos, y esta vez tratamos de retener el aliento algo más y bucear a un poco más de profundidad.
Los bancos de peces siempre resultan fascinantes.
Más mujiles, de mayor tamaño, alimentándose de las algas que crecen en las rocas.
Intuyo, aunque no estoy segura, que esto es un sargo, conocido científicamente como Diplodus vulgaris Forster.
Aquí, las olas golpeaban directamente contra la roca, creando un espectáculo de burbujas y espuma fantástico.
Y este pez tan esquivo es un pez pavo, o Thalassoma pavo L. Otra especie curiosa de nuestras cosas porque presenta dimorfismo sexual, pero, contrariamente a lo que acostumbramos a ver en tierra, como en las aves por ejemplo, aquí es la hembra quién tiene colores mucho más brillantes y resulta llamativa. Deduzco, por los tonos oscuros, que se trata de un macho.
Otra curiosidad: si hay escasez de machos, las hembras pueden cambiarse de sexo, pero no al revés.
Es de los más tímidos, así que hacerle fotos de cerca era muy difícil. Por eso casi todas son desde arriba.
¡Al fin, te pillé!
¡Qué hermoso!
Justo cuando volvía a salir, pues habían avistado más medusas, me quise acercar a esta roca...
... y encontré una grata sorpresa.
Así que me tragué mi miedo a una picadura y comenzó la sesión fotográfica.
¿Cómo, que no lo veis?
¡Mucho mejor así de cerca!
Creo que se trata de un blenio o un gobio, pero mi escasa formación en ictiología y la falta de recursos y tiempo me impiden acercarme más a la respuesta adecuada. En todo caso, si alguien la sabe o si diera con ella, la compartiré.
¡Te veo!
¡Ni las olas podían con este valiente!
Y con esta fotografía concluimos esta remojada aventura veraniega. Espero que la hayáis disfrutado tanto como yo, y que podáis disfrutar de este hermoso lugar. ¡Eso sí, no lancéis vuestros residuos al mar! Maravillas como esta os lo agradecerán.
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