Despidamos al 2015 como se merece

Aunque ya está bien entrado el mes de enero, por circunstancias varias aún no he podido despedirme del año que nos ha dejado.

Comencé el 2015 en el Deltebre, rodeada de belleza, de agua, de aves y de maravillosas personas. Y lo acabaremos, ¿por qué no? en la Albufera de Anna, también rodeada de belleza, de agua, de aves y de otras personas igualmente maravillosas.
No son exactamente las últimas fotos que tomé, pero sí de las últimas, allá por el 27 de diciembre, y me pareció una bonita experiencia cerrar el ciclo fotográfico de este modo, igual que empezó.

Por eso no voy a incluir otras fotos de la excursión, que fue más allá de la Albufera y sus alrededores: me limitaré al agua y su belleza.

¡Espero que vuestro 2016 sea igual o mucho mejor que el 2015! Siempre hay que mirar bien alto, hacia arriba, con amor, voluntad y ganas de vivir, sólo se puede ir a mejor.




Salimos muy temprano aquél día, y las brumas matinales aún lo llenaban todo.



El Sol comenzaba a desperezarse, y sus primeros rayos rompían la monotonía neblinosa, ofreciendo un curioso paisaje de luces y sombras.


Casi parecía un bosque encantado.



Pronto llegamos a un punto clave, a un lugar que ya tenía muchas ganas de ver: la Albufera. El agua estaba mansa, limpia, se asemejaba a un espejo. 
De su superficie emanaba una fina y delicada bruma.


Parecía que de un  momento a otro, fuera a aparecer la Dama del Lago, con su larga cabellera, su hermosa sonrisa y su fino vestido de brocado de oro.



No apareció tal Dama, sino una bandada de patos y ocas.
Mucho mejor. No creo que se me de bien hablar con la realeza, soy mujer de a pie, soy mujer de la naturaleza... Apuesto a que me entiendo mejor con estas aves.
Y si no lo creéis, mirad qué foto más graciosa, con qué curiosidad nos observa el amigo emplumado.


Bordeamos el lago, que nos ofrecía un espectáculo matinal sin parangón.


¿No os parece mágico, idílico?
Dejaré de reflexionar, por el momento, y permitiré que disfrutéis del espectáculo.







Los patos comenzaban a aglutinarse. Están tan acostumbrados a que los alimenten, que no dudaron en acercarse al grupo. 
Yo iba únicamente armada con la cámara, así que por mi parte, nada pudieron comer. Mala suerte chicos, pero tranquilos, tendréis más oportunidades.



Es curioso ver cómo algo tan mundano como un grupo de patos comiendo se convierte en un espectáculo digno de la mayor admiración con las luces y el ambiente adecuados.




Aquí tenemos... el camino perfecto hacia la luz.
Si no hubiera hecho tanto frío, lo hubiera seguido.



Y hasta aquí la selección de fotos de despedida. Espero que las hayáis disfrutado y que guardéis en vuestros corazones los buenos recuerdos, como este, que os haya dado la vida hasta ahora.
Para el año que viene, más sonrisas, más buen rollo, más amor y más ganas de pasarlo bien.

¡En Nadacommunis os estaremos esperando!







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