Doñana, un viaje inesperado. Y para concluir... unas mariposas de regalo

Las mariposas son uno de los seres más fascinantes para el ser humano, por su incalculable y por su drástica metamorfosis.
Si bien es cierto que este es un proceso común al grupo de los insectos, supongo que el hecho de pasar de una desagradable oruga a una hermosa mariposa, nos hace creer que todos podemos cambiar a mejor y transformarnos en una versión maravillosa de nosotros mismos. (Cómo cambia el cuento cuando la que se metamorfosea es una mosca, ¿eh?).
Os preguntaréis, quizá, por qué he puesto en cursiva algunas palabras. Bueno, creo que en la naturaleza no hay seres horrendos o bellos, simplemente, hay que saber apreciarlos. Además, en el caso que nos atañe, en ocasiones hay orugas que resultan mucho más espectaculares que el adulto que emerge. Consultad, si no, el caso de Polyura Sempronius, Acharia stimulea,  Isochaetes Beutenmuelleri. o nuestra vecina Cerura vinula. Siguiendo la metáfora anterior, me parece un bello ejemplo de cómo la vanidad humana puede corrompernos, y transformarnos a peor, convertirnos en una sombra de lo que fuimos.


Pero bueno, dejémonos de filosofía trascendental. Yo venía aquí a ponerme científica. Así que... ¡allá vamos!

Esta preciosidad se llama Cerintia rumina
No he encontrado información sobre ella, por lo que su estilo de vida seguirá siendo un misterio.



Lo que sí sé, es que se trata de un macho. Nuestro guía nos explicó que, en general, las polillas macho tienen el abdomen más estrecho que las hembra. Además, en este caso, su lomo aparece cubierto de pelo, otro indicador de su género. 
¡Nunca está de más saberlo!



Esta otra hermosura, a la que parece que por accidente le hayan derramado el contenido de un subrayador amarillo en el ojo, es una Colias crocea, también conocida vulgarmente como amarilla. Oh, sí, qué original el nombre común.



En sus alas aparecen unas manchas, denominadas ocelos. Generalmente, los ocelos imitan ojos de un animal más grande, así, un posible depredador se espanta al verlos y puede que aborte el ataque.

En esta especie, en el reverso (la parte interior del ala), aparece una gran mancha negra, que bordea el ápice del ala. Si esta aparece salpicada de manchas amarillas, hablamos de una amarilla hembra, en cambio, si es un ápice uniforme, nos encontramos ante una amarilla macho.


A mí me costaba verlo, sobre todo porque tenía las alas cerradas, pero mi guía se empeñó en asegurar que era un macho. Me fiaré de él, pues.

Desde luego, lo que no me costó apreciar fue la belleza de esta maravillosa criatura de los paisajes de Doñana. Un auténtico placer haberla conocido.

Os dejo alguna foto más para que la disfrutéis.





Doñana, un viaje inesperado. La finca de abajo


Como si de un Llanero Solitario se tratase, esta cigüeña se erguía desde su atalaya, observando la llanura y esperando, más que probablemente, a su pareja.



Era primera hora de la mañana, sin embargo, la algarabía rezumaba por todos los rincones.
Que se lo pregunten sino a esta pareja, que fogosa, disfrutaba de los principios de la primavera con alegría y lujuria, ajena a los centenares de personas que iban y venían a escasos 10 metros de su nido (justamente la entrada al recinto.).

Es lo que tiene vivir en un lugar donde habitan hasta 600 parejas: cualquier lugar es bueno para anidar. O quizá es que gozasen de la compañía humana. 





Sí, el acoplamiento de las aves dura más bien poco... muy poco. Yo, que soy una romántica empedernida, siempre lo he visto como un equilibrio cósmico; el precio que deben pagar a cambio del don de volar. ¡No se puede tener todo en esta vida!



Una vez dentro del recinto, la Finca de Abajo, sorprendía la diversidad (y tranquilidad) de vida. Justo a nuestro lado, el ganado campaba a sus anchas, sin temor alguno, ni estrés, ni tampoco con ganas de atacar a nadie. Para que luego digan que son bravos.

Este lugar es una finca de gestión privada. Antes de que fuera adquirida por sus actuales dueños, el edificio era el típico centro de interpretación, mal aprovechado, y al terreno natural no se le sacaba todo el partido posible.
Ahora es un lugar único, que proporciona una forma didáctica de aprender, hay tienda y restaurante, lo que permite sacar un rendimiento económico a sus dueños, y sobre todo, hay una increíble diversidad de vida que vive en la laguna y sus alrededores, un área limpia y presta para ser disfrutada. ¡Incluso han pasado linces, cuando hace unos años era impensable!

Tuvimos la suerte de ir acompañados por un profesional de la ornitología. No estoy muy puesta en el tema, ni conozco a muchos ornitólogos, pero puedo afirmar sin miedo a equivocarme que difícilmente veré de nuevo a uno tan bueno.
Y es que no sólo tenía un amplio abanico de conocimientos, sino que era un enamorado de estos seres y transmitía como nadie su pasión

En esta foto lo veréis mal, porque estaba muy lejos, pero aún así quiero compartir la anécdota que nos dejó: esta ave es nada más y nada menos un alcaudón. Se trata de aves pequeñas (18 cm de longitud aproximadamente en el caso del alcaudón común) que se caracterizan por ser unas fieras depredadoras. ¿Qué ocurre cuando atrapan una presa demasiado grande y no la pueden terminar, o bien no tienen hambre, quieren crearse una despensa o necesitan soporte para comer y despedazar la carne mejor? Pues... la empalan.
No es raro ver a insectos, lagartijas, micro-mamíferos etc., empalados en espinas, púas y similares, incluso en alambre de espino.

Nuestro guía nos contó que tenía un periquito al que amaba mucho. Un día, escuchó que gritaba, y al acercarse al balcón vio que un ave muy feroz estaba metiendo sus patas en la jaula e intentando dar caza a su compañero. Afortunadamente, logró ahuyentarlo.
Por desgracia, cuando ya había olvidado el incidente, volvió a ocurrir; sin embargo esta vez llegó demasiado tarde: su periquito estaba herido de muerte por las garras de esa fiera ave.

En ese momento ocurrieron dos cosas: 
- Se puso muy triste y lloró la muerte de su amigo, pero lejos de odiar al carnicero decidió investigar su biología y su comportamiento. Así, descubrió que se trataba de un alcaudón y descubrió su pasión por la ornitología.
- Se dio cuenta de que ningún ser vivo merece vivir enjaulado. No ha vuelto a tener mascotas de esta índole, y trata de convencer a las personas que le rodean de que tampoco lo hagan. Así que ya sabéis: queridos/as lectores/as: no tengáis animales enjaulados, si los amáis, dejadlos libres (pero tampoco liberéis especies foráneas al tuntún, por favor).


Seguimos con las vistas, aquí una oruga, de la cual desconozco su nombre y clasificación.


Llegamos a un gran hide, el observatorio donde admirar a las aves de la laguna, con espacio para varias decenas de personas, bancos, paneles informativos... ¡una gozada!

Lo primero que pudimos ver fue esta polla de agua, gallineta de agua o Gallinula chloropus. Ave común donde las haya en zonas húmedas, amada por muchos por su curiosa forma de andar sobre las aguas, odiada por otros porque dicen que devora sus cereales (en l'Albufera de Valencia he escuchado mucho decir que se comen el arroz, aunque por lo que sé son omnívoras y desconozco el verdadero impacto que puedan llegar a tener). 
Resulta fascinante verlas transitar entre juncos y carrizos, como una especie de dios, picoteando aquí y allá pequeños brotes tiernos.




Entre los árboles, camuflado gracias a sus colores y pasando desapercibido gracias a su pequeño tamaño, un buitrón (Cisticola juncidis). Ya hablamos sobre él y su curioso nombre en la entrada del Delta del Ebro, que os animo a visitar si no os acordáis. 
Aquí el enlace: http://nadacommunis.blogspot.com.es/search?updated-max=2015-01-15T15:26:00-08:00&max-results=5



¡Es bellísimo!


Seguimos con el repaso de la fauna.
En primer plano, una focha común, Fulica atra, también bastante común en nuestros humedales.
Detrás, un somormujo lavanco, Podiceps cristatus. Se encuentra en plena época de cortejo. ¿Cómo saberlo? No hay más que observar las plumas de su cabeza, que se asemejan casi a un casco o a una peluca larga. Para mí, uno de los atuendos nupciales más bellos de nuestras tierras.





Entre los juncos, un nuevo amigo: el calamón común, Porphyrio porphyrio. Quizá con la distancia y la luz, y por sus hábitos alimenticios, se podría confundir con una gallineta; sin embargo, cuando se agacha deja al descubierto una característica mancha blanca en el trasero. Inconfundible.

Con buena luz, salta a la vista su inconfundible tono azul brillante. 
Estuvo muy amenazada en su día, pero gracias a los programas de cría y recuperación, sus poblaciones están creciendo y mejorando.

Nuestro guía nos contó que tenía muchos clientes de Inglaterra y del norte de Europa que vienen hasta aquí para, simplemente, contemplar este ave. 



También desde el hide, pudimos ver este morito en vuelo.


Una pequeña polilla escondida en la hierba nos aguardaba al salir de nuestro escondrijo.



Después de observar a las aves desde el hide, anduvimos alrededor de la laguna.
Anunciando la próxima primavera, gamoncillos de más de un metro de altura se erigían ante nosotros, ofreciendo un pintoresco y particular paisaje. 
Probablemente sean Asphodelus aestivus.

Esta planta puede que a la mayoría de personas no nos diga nada, pero para los pastores es una bendición. Cuando una oveja pare y retiene restos de placenta o similares, ingiere esta planta. Así, se depura y evita infecciones que incluso podrían llevarla a la muerte.





Una vista general del bello paisaje que nos rodeaba:



De nuevo el ganado. Y otra vez, nos dejaba un mensaje de ternura y de amor, no de bravura y sangre como muchos desaprensivos quieren meternos en la cabeza:



¡Cuántas carantoñas prodigaba esta madre!

Una vez más, el gamoncillo se ponía ante nuestros pasos. En este caso con un inquilino bastante curioso. Creo que se trata de un insecto de la familia de los cerambícidos, y probablemente sea un macho. Se observa en el tamaño de la antena; los machos suelen tenerlas más alargadas o "peludas" que las hembras (sé que suena mal y da para malpensar, pero es la realidad), porque así pueden captar más feromonas y ubicar a sus compañeras.

Observad a este machote, es un superman, ¡tiene más antenas que cuerpo!




Volvemos a los paisajes generales de la laguna.
Me encanta ver esa calima de fondo, esa nieblina que te deja verlo todo, pero al mismo tiempo te emborrona la vista y te hace creer que estás en un desierto.
También me encanta ver, en directo y en la tranquilidad de casa, que las aves parecían organizarse como en estratos. Primero, fochas, luego, flamencos, etc. Y como el agua y el aceite, era como si no se mezclasen nunca:



A continuación, una secuencia de una bandada de flamencos aterrizando en la laguna:






Sobre nuestras cabezas, ingentes cantidades de cigüeñas, batiendo sus alas en un frenesí primaveral fascinante.
En el agua, de nuevo, las distintas especies en bandos inmiscibles.





Tanta belleza bien merecía una panorámica:



Más especies inmiscibles: en primer plano, moritos; detrás, fochas comunes; en el fondo, cigüeñuelas.





Desde luego, amo los moritos...


... y las cigüeñuelas...


... y... Bueno, lo admito, no tengo criterio, todo lo natural me parece hermoso.



Si me pidiesen "define la elegancia", yo dudaría muy seriamente entre callarme y ofrecer una imagen de una garza, o callarme y ofrecer una imagen de una cigüeñuela. ¿Qué os parece esta candidata?



Volvemos a tierra firme, y es que unos hermosos caballos nos salieron al paso. Primero este, trotando entre los gamoncillos en flor.




¡Qué brío!


Incluso esta compañera parecía estar gozando del espectáculo ecuestre.


Luego apareció esta madre:



La acompañaba este chaval. No sé si era su hijo, pero tenía mucha paciencia con él. Era un poco rebelde; supongo que la edad del pavo nos sienta igual de mal a todas las especies.



Mientras los caballos, las vacas, las aves y la fauna en general seguían a su aire, me dediqué por unos instantes a la meditación contemplativa y a la observación del entorno. Resumiendo, que me dio por hacer otro tipo de fotografías, como a este tronco, que simplemente me pareció bello:


O este tapiz de margaritas, la nieve de aquellas personas que vivimos demasiado al sur o en la costa, o ambas cosas, como para poder disfrutar la original.
Aunque esta... tiene su punto. ¡Huele a miel y no es fría!


Otra vaca, disfrutando del día a día mientras rumia:


Los potros, mientras tanto, tenían mucha actividad por delante. Les esperaba una mañana de juegos.
Primero se olisqueaban, supongo que para reconocerse y para hacer vida social:


Un poco más...


¡Qué comience el juego!


Ahora, caricias:



Las últimas imágenes antes de recoger nos las regaló esta elegante vaca cruzando el río, al mismo tiempo que bebía de sus aguas.
Aguas de vida, aguas de belleza natural, aguas maravillosas que espero que sigan fluyendo por Doñana (y por todo el mundo) durante centenares de miles de años más. 
¡Salud!