Especial República Checa: Ostaš


Justo la mañana en que conocimos Broumov seguimos con nuestra aventura, que en esta ocasión nos llevó a Ostaš.  
Hay quién pensará: Marieta, vaya suerte que tienes, menuda memoria. ¡Recuerdas todos los nombres de los lugares en los que has estado!
 

Error. Lo que pasa es que soy una mujer precavida que toma fotos a todo.
He aquí un mapa de lo que iba a ser la excursión. Como en la ocasión en que visitamos Křinice (http://nadacommunis.blogspot.com.es/2017/11/los-paisajes-verdes-de-krinice.html), se trataba de un espléndido paraje que albergaba no sólo una majestuosa vegetación, sino una geomorfología espléndida. Me pareció entender que este tipo de formaciones tan sólo se da en otro lugar del mundo, en el Parque Nacional Kruger, en Sudáfrica, aunque no he podido encontrar información al respecto y por tanto no lo he podido contrastar. Ahí lo dejo, por si a alguien le resulta de interés y puede ayudarnos.
 

Volviendo a la República Checa, y más concretamente a Ostaš (al Noreste del país), ya desde los primeros pasos podíamos admirar las losas de roca en la lontananza.
Fue mi amiga Lucka quién nos trajo a este hermoso lugar, tan poco conocido por los turistas. Le estaré agradecida por su amabilidad y cariño, y también por las dotes de guía que demostró. 



Y echando la vista atrás, el paisaje era igualmente agradable, y estaba salvagurdado por una plantación de píceas. 
 


Las rocas, de caprichosas y curiosas formas, comenzaban a asomar. Y nuevamente, una que siempre barre para casa, volvía a pensar que el lugar era una especie de Ciudad Encantada verde.


¡Qué fustes tan elevados los de la vegetación checa! Con mucha dificultad algunos pocos árboles de mi tierra, muy afortunados en cuanto al lugar en que crecieron y la longevidad de la que han disfrutado, pueden semejarse a estos, que crecían sin apenas dificultad.
Así de condicionante es la presencia o ausencia de agua.
 


La equidistante separación y la alineación de los fustes de estos árboles nos dan a entender que estamos ante una repoblación o una plantación. En cualquier caso, la naturaleza no presentaría un patrón tan recto, sino que crearía formas mucho más orgánicas y de distribución heterogénea.
 

En esta roca veo un amigable gigante de descomunales brazos, con las piernas apoyadas en la roca.



Algunas rocas parecían agujas clavadas en el suelo por alguna ser endiabladamente enorme.


El lugar era intrincado, y parecía fácil perderse, incluso con los caminos que discurrían por la zona, porque parecían cruzarse y solaparse. Por suerte, todo estaba muy bien indicado (en checo).
 

Otra "aguja".


De lo más grande a lo minúsculo: estos curiosos hongos brotaban del tocón en descomposición de un árbol.
 


El camino nos llevaba a internarnos en una oquedad de esta gran mole rocosa...


... de pronto, sobre nuestras cabezas... ¡un enorme peligro!


Me siento observada por ese ojo oscuro.


Las escaleras estaban tan bien integradas que, a simple vista, incluso costaba distinguirlas del resto de la estructura.
 


Finalmente, salimos del pétreo laberinto. Ese triángulo azul nos muestra el camino.


¡Un lagarto gigante!


De nuevo, un pasillo interior.


Sin duda, era un lugar espectacular.





Salimos a campo abierto, donde podíamos seguir buscando formas exóticas, como este gorila de perfil.
 

A esta figura los lugareños la denominan "la gitana", por sus rasgos y el peinado que lleva.
 


Y yo aquí vi un gato sentado y de espaldas. No sé quién tiene más imaginación, si los vecinos o yo.
 

A esta otra se le conoce popularmente como "la cara del diablo". Y no creo que sea necesario añadir nada más.


Salimos al exterior del bosque. Habíamos subido y estábamos al borde de un precipicio que parecía cortado a cuchillo.
 



Algunas tímidas ericáceas se atrevían a crecer en la fría roca desnuda.


Espectacular.

Es momento de hacer panorámicas.



Seguimos el camino, ¿a dónde nos llevaría?


Del otro lado del valle, más rocas nos sorprendían.


Y más lejos aun, las verdes colinas.


Y en el cielo... ¡un hongo!


Ya de regreso, vimos que alguien se había dedicado a hacer estas esculturas.




La última vista atrás a las rocas.


Un tocón rodeado de setas.



Desde esta perspectiva se aprecian muy bien las laminillas.



Finalmente, emprendimos el camino de vuelta a los coches. ¡Qué experiencia tan maravillosa!


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