El siguiente paso en mis aventuras veraniegas fue hacia uno de los voluntariados más maravillosos que he tenido el placer de conocer: Projecte Boscos de Muntanya.
Aquí, pasas una semana aislada completamente del mundo, las tecnologías, la polución y el estrés. Solamente tú, tus compañeros y compañeras, el trabajo manual y la inmensidad de los bosques del Pirineo Catalán.
Imagina llegar a uno de los últimos pueblos comunicados con tren de la zona.
Imagina alejarte a varios kilómetros, hasta otra pequeña población, con escasísimos habitantes. Y dejar allí, en un pequeño aparcamiento, todos los vehículos.
Imagina, luego, coger tu equipaje, cargarlo en un todoterreno y seguir alejándote de la civilización. Montaña arriba, siempre arriba. Cada vez más lejos. La carretera se acaba y circulas por un camino de tierra. Compartes el viaje con un montón de personas que acabas de conocer, y por algún extraño motivo, ya tienes más ganas de saber sobre ellas y compartir experiencias.
Imagina, de repente, que se para el vehículo. En medio de la pista, sin ningún tipo de indicación. Y te hacen bajar, coger el equipaje y andar sendero abajo.
Unos 200 ó 300 más adelante... en medio de la nada... Aparece una carpa... ¡¡¡Con una cocina!!! Y otra con herramientas. Y una estructura colgante, que más tarde te cuentan que son duchas. Y un claro, con la hierba pisoteada.
"Acamparéis aquí durante una semana, así que id poniendo las tiendas de campaña, antes de que llueva". Y lo haces.
Hacéis una dinámica de presentación. ¿Quién soy y qué hago aquí, por qué me atrae esto?
Y luego, en equipo, caváis letrinas. Es muy pintoresco iniciar relaciones sociales pues... eso... hablando de mierda.
Después, a cenar y a dormir.
La mañana siguiente te espera esta maravilla, nada más despertarte (o que te despierten, cantando cual gallo), con los primeros rayos del Sol.
Y os preguntaréis, ¿por qué me sueltan este rollo? Porque quisiera compartir la experiencia. Aluciné y disfruté en cantidades que nunca creí que podría hacerlo esta vivencia la primera vez que fui, y también esta ocasión.
Ya no sólo es ese "aterrizaje" tan brusco en un entorno totalmente distinto, rústico y austero, sino todo el conjunto, toda la semana tiene detalles que valen la pena.
La tecnología más avanzada que pueda funcionar allí es una cámara de fotos, siempre que tengas suficientes baterías (allí es totalmente imposible cargar) y sea sumergible o muy vieja (mi caso es el último), pues llueve todos los días y nadie quiere lamentar pérdidas.
Es imposible comunicarse con el mundo exterior o "distraerse", en el mal sentido de la palabra, con internet, televisión o incluso radio. Así que pasas las 24 horas con tus herramientas manuales y estableciendo relaciones humanas.
Creedme, cuando pasas una semana en tales circunstancias cualquier tipo de superficialidad se disipa. No importa que vayas sucia, mal vestida o huelas mal, todo el mundo lo hace.
No importa a qué dediques tu vida, si estudias o trabajas, si... Todos curran igual, en las mismas circunstancias y dando lo mejor de sí. Un fuerte equipo para ayudar al Monte Pirenaico.
En un entorno así, la calidad humana se respira por cada poro de la piel, por cada resquicio de las tiendas de campaña, en el humillo de las comidas calientes recién preparadas o en el sonido de las palabras que la gente se reparte.
Aquí nadie cobra, todo es voluntario. No sólo aquellas personas que vamos como voluntarias: los monitores también. Esto ensalza, todavía más si cabe, su loable labor. Ayudan al medio ambiente, trabajan duro durante el año, y todo de forma desinteresada.
Son un ejemplo a seguir, un orgullo para la especie humana.
Este es el trabajo al que fui el primer día: la creación de zonas de pasto.
Pasamos el día podando las ramas más bajas de los pinos negros (Pinus uncinata RAYMOND).
De este modo, se generan áreas abiertas, ricas en luz y espacio, donde pueden generarse pastos que alimentarán a la fauna local. El exceso de pinos y la lenta maduración de estas masas forestales, está dejando sin recursos a los herbívoros, de ahí la importancia de estos trabajos.
Por otro lado, eliminando estas ramas se reduce sensiblemente el riesgo de incendio, ya que son las más largas e inflamables. Los pinos tienden a dejar de enviarles savia cuando han crecido, de forma que se van secando y cayendo paulatinamente, en un proceso denominado autopoda. Así, eliminan aquellas ramas que ya no pueden hacer la fotosíntesis y que suponen un foco de entrada a plagas, resquebrajaduras por nieve, etc.
Sin ellas ya no existe contacto entre las copas de los árboles ni tampoco árbol-suelo, así que en caso de incendio es más difícil que se propague.
Ese montón de la fotografía está hecho con las ramas que se podaron. Los nutrientes volverán al suelo, poco a poco, y al estar concentradas y aisladas tampoco les pueden llegar las llamas.
En este lugar había una fuente, donde proliferaban preciosas y llamativas herbáceas. Aproveché la hora del almuerzo y de la comida para fotografiarlas.
Esta es una bella Acinos alpinus L, comúnmente denominada albahaca silvestre
Y esta es una bellísima orquídea, probablemente Dactylorhiza maculata L. acompañada por un curioso insecto de largas antenas.
Aquí, un cardo, un cardo borriquero (Cirsium vulgare (SAVI) TEN). ¿Por qué algo feo se denomina cardo borriquero? Sinceramente, jamás lo entenderé, son hermosísimos.
Y además, suele estar rodeado de buenas compañías, como esta zygaena...
... o este abejorro.
El segundo día tomamos un camino hacia las alturas, muy empinado. Echando la vista atrás, en un momento que paramos para tomar aliento, descubrimos esta belleza de paisaje.
La masa blanca entre montañas son nubes, o nieblas. ¡Es maravilloso verlas desde esta perspectiva!
El trabajo propuesto consistía en reparar y cimentar una especie de acequia, llamada riego, que discurre a lo largo de la montaña. Conecta varios lagos y transporta el agua hasta un pequeño municipio.
Hace siglos que fue abierta, y durante todo este tiempo no había dejado de fluir, hasta que, en los 60, se abandonó.
El pueblo quedó sin abastecimiento de agua, y un municipio sin agua es un municipio sin vida.
Las pocas familias que hoy lo habitan reclamaron ayuda al ayuntamiento responsable, que a su vez se puso en contacto con el Projecte.
Han unido sus fuerzas, y, tras años de esfuerzo, el agua vuelve a fluir.
Esto que aquí veis es un tronco de árbol, que fue cortado, descortezado y vaciado, para actuar como canal... ¡a lo largo de varias semanas, completamente a mano! Ver para creer.
Un detalle del agua que acaba de fluir por el tronco.
La humedad y la pureza del aire son propicias para el crecimiento de líquenes, como este.
Aún no habíamos llegado al punto de trabajo, y vi el esqueleto del que otrora fuera un gigante del bosque, un gran pino negro.
No sólo las personas se benefician del líquido elemento que ayudábamos a transportar. Y si no, que se lo pregunten a esta babosa.
La hora del almuerzo era ideal para elevarse un poco más sobre el curso de agua y admirar las vistas. Este camino pedregoso es la pista forestal, por la que arriesgados y escasos conductores transitaban.
Y en cada rincón vuelve a aparecerse y a sorprendernos el ciclo de la vida y de la muerte.
Otro cardo borriquero, esta vez acompañado de una grácil mariposa.
Todas las tardes, a eso de las cinco o las seis y casi sin falta, llueve. A veces un poco, a veces bastante y en ocasiones de forma torrencial.
Esa tarde tuvimos suerte, porque nos pudimos guarecer bajo la carpa de las herramientas (creedme si os digo que de las tiendas a la carpa, a 50m, mucha gente no llegó a tiempo y se empapó).
Esta es la fotografía más nítida que pude tomar sobre el chaparrón.
Un nuevo día, un nuevo trabajo a desarrollar.
Cada día las personas hacen un trabajo distinto, y se van rotando, de modo que todo el mundo hace todos los proyectos. Nadie se aburre, y todos aprenden.
Los monitores sí que son fijos, pues así se convierten en expertos en su proyecto.
Ese día fuimos camino abajo.
Este es el detalle de un tronco partido, que por su colorido y sus formas me pareció hermoso.
Y este, es un superviviente.
A este pino le cayó un rayo. Esa cicatriz, es lo único que queda de aquél suceso, y recuerda al viajero la resistencia y el poder de la vida.
¿No es impresionante que siga vivo?
Los prados. aún cubiertos de rocío, proporcionaban una imagen maravillosa.
El trabajo a desarrollar era un aclareo. Consiste en acelerar el proceso natural de los bosques. Tras una agresión como un alud o un incendio, o una reforestación muy densa, los árboles crecen apelotonados y todos a la vez, haciéndose la competencia y acumulando cantidades desorbitadas de material combustible.
Con el tiempo, los más fuertes crecerán más alto, sombrearán al resto y acabarán muriendo por falta de luz o de recursos. Se crearán masas más espaciosas, con árboles de distintos tamaños, y se dará pie a la aparición de otras especies no pioneras (las que no aparecen en primer lugar tras la agresión)... como este pequeño fresno, que luchaba por abrirse lugar entre la masa infinita de pinos.
El trabajo consiste en determinar qué árboles son los más fuertes y se van a desarrollar mejor (árboles de futuro), y cuáles les hacen la competencia.
Estos últimos son eliminados, a base de hacha y serrucho.
La hora de comer nos lleva a un claro, desde el cual se disfrutan las vistas del pequeño municipio de Meranges, aquél donde aparcamos los vehículos.
Esta planta es una Carlina acaulis L, una planta que sólo se encuentra en Pirineos y País Vasco (allí se denomina Eguzkilore)
Según cuenta la tradición, se debe cosechar la noche de San Juan, y colgar en la entrada de tu casa (dicen que aún suele verse en masías). Así, te protegerá de los malos espíritus, las brujas, etc.
Dada su capacidad de vivir sin recursos, aún mucho tiempo después de ser cortada, su flor sigue abriéndose y cerrándose.
Estas, en concreto, aún no acababan de estar maduras del todo.
Estas, en concreto, aún no acababan de estar maduras del todo.
El último día volví al riego. Descubrimos un atajo y lo marcamos con cinta de señalizar; nos sentimos orgullosos.
¡El próximo equipo nos lo iba a agradecer!
Despidiéndonos del riego, encontramos esta inquilina.
El sábado es día de ruta. Nos permite ver el avance de los proyectos a lo largo de la semana y conocer más sobre la zona.
Marc, el coordinador del proyecto, nos contaba una larga serie de curiosidades y datos interesantes.
Por ejemplo, los tocones ayudan a derretir la nieve y a que no se acumule tanta. Este pimpollo de pino estará mucho mejor protegido que sus hermanos durante el invierno; ha tenido suerte.
Las vistas son espectaculares, y fascinantes.
Todo capta la atención, desde las altísimas montañas...
... hasta las delicadas flores...
... como este tomillo.
... e incluso las abejas.
El clavel de alta montaña, Dianthus alpinus L.
Proseguimos nuestra marcha.
Cruzamos prados...
... ríos...
... placenteros senderos...
Y en cada rincón y a cada paso, hay un regalo para los sentidos.
Esto es cardo azul de los Pirineos, Eryngium bourgatii GOUAN.
Hermosos pastizales
Más carlinas, a puntito de abrirse.
Ya a la altura de Meranges abundan los prados para vacas y ovejas.
Esto es un fresno que ha sido trasmochado.
El trasmoche es una antigua práctica para conseguir madera de forma rápida. Se conseguiría más cortando el árbol, pero tardaría muchísimo en volver a crecer.
La solución en muchos municipios consistía en cortar grandes ramas desde media altura, que en un par de años volvían a crecer. Se llegan a formar verdaderos bosques sobre un mismo tronco.
Esta es la otra cara de la montaña, la solana, con sus prados.
Y una carlina en todo su esplendor.
Ya en lo alto, de nuevo, volvimos a acercarnos al riego por última vez.
Y me despido con la imagen de la nueva amiga que encontramos, esta pequeña inquilina que sin duda agradeció el esfuerzo desinteresado de tantas personas que habían ayudado a restaurar su hábitat.
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