El Torcal de Antequera

Imagínate aparecer de repente en un lugar salido directamente del mundo de los sueños. Un lugar de formas maravillosas, de rocas laminadas y esculpidas por la lluvia y el viento, que dejan volar la imaginación: este lugar se llama El Torcal de Antequera.


Las rocas llaman la atención tanto a nivel individual...


... como en conjunto.



Y la vegetación también se muestra de lo más interesante.


Una pequeña muestra:




He buscado la definición de torcal: lugar donde hay torcas.
Como no resultaba muy esclarecedor, he buscado la definición de torca: depresión circular en un terreno con bordes escarpados.


La verdad es que escarpado es, pero no lo veo un lugar "deprimido" en el terreno. Quizá signifique otra cosa que no he logrado encontrar, o quizá haya sido un nombre mal empleado que al quedar tan sonoro ha permanecido en el tiempo. Sea como sea, el nombre es genial y el lugar lo es más aún.




Lo único que no me acababa de gustar fue este edificio que parecía sacado de una película de ciencia ficción. Era una especie de centro de interpretación, para mí demasiado moderno y atrevido. Pero para gustos, colores. 


En principio se podía acceder en vehículo hasta dicho centro, de donde partían diversas rutas, pero antes quisimos visitar un monumento natural muy pintoresco.


Y mira que sus vecinos no se quedaban atrás.


O las flores, como este Crocus sp., de la familia del azafrán.



Cuanto más nos internábamos en el camino, más espectacular se revelaba el entorno.








Al final, llegamos al mencionado monumento: el tornillo.
¿Os parece que lo es?


Y aquí, las vistas desde él.




¡Cuidado con los tropezones, no te caigas!


Un panel informativo explica que este es un paisaje kárstico, formado a través de la acción prolongada del agua sobre las rocas de piedra caliza.
Cada estrato tiene una composición diferente, por ello, algunos se erosionan mucho antes que otros, y se generen estas formas tan características.

 
Un espino blanco (Crataegus monogyna) cuajado de escaramujos, cuyo nombre vulgar me parte de risa, tapaculos, que hace alusión a su fuerte efecto como estriñente. Sin embargo, las aves y los pequeños mamíferos parecen no compartir la misma opinión, ya que se deleitan con ellos.


¿Jugamos a los dados?



Llegamos por fin al centro de interpretación. O mejor dicho a su aparcamiento, porque dejamos los vehículos y echamos a andar.



Ya desde el principio aparecen formas sugerentes. ¿La cabeza de un gorila?






Más escaramujos animaban el paisaje con su color rojo brillante.



Suerte que los caminos estaban bien marcados. Es un lugar precioso, pero... ¿te imaginas perderte en un sitio así? ¡Orientarse es una misión imposible!



Incluso las rocas que parecían menos afectadas por la erosión, de cerca, se mostraban fuertemente "arañadas"

Los árboles cubiertos de líquenes parecían darle un aspecto más onírico todavía al paisaje, y te invitaban a seguir.

 
El gorila comenzaba a quedar atrás...


... y la vegetación sorprendía cada vez más con formas extrañísimas.


Vistas que quitan el hipo.







Nunca deja de sorprenderme cómo hasta en los lugares más escarpados puede arraigar la vida, como estos árboles.




Tras lo aprendido en Irati, nuevos sentimientos hacia los árboles muertos llegan a mí. Más fascinación, más respeto y más maravilla por la continuidad de la vida.
Y además, estas formas quedaban perfectamente en consonancia con el entorno.


¡Qué hermosa composición!





Encontramos, entre tanta vegetación pintoresca, una carrasca que despertó nuestro interés, por su belleza y majestuosidad... 



... por su porte, y sobre todo, por la forma en que desafiaba a la gravedad y se alzaba sobre el barranco. 

 

Envidié las vistas que tendrían las aves que se hospedasen en su copa.


El suelo también tenía su belleza. ¿Serían estos los restos de las huellas de un gran terópodo?





El lugar bien merecía detenerse un momento y tomar unas panorámicas.






Nuevas formas se aparecían ante nosotros. Un champiñón digno de un gigante.




¿Y a la esfinge? ¿La veis?


Y aquí un pajarito.


Ahora sí, salta a la vista.
Nos lo mostró un señor que llevaba varios días recorriendo la zona, en busca de todas las formas presentes en los mapas, en la cultura popular de la zona, y en lo que su propio imaginario pudiera encontrar.
Muy amablemente, también nos mostró por dónde seguir.
La verdad, este ave tan bien esculpida junto con la amabilidad del señor se me quedarán bien grabados en la memoria.



Este gran árbol es un arce, en concreto un Acer monspessulanum, una especie muy sensible a los cambios en su hábitat que se considera casi amenazada. Este ejemplar destaca por sus colosales dimensiones (9 metros de altura y más de 1,5 metros de diámetro) e invita a los viajeros a reflexionar sobre la conservación de los hábitats y la protección del medio natural. 

 ¿No es una maravilla?






Pasando el enorme árbol, las maravillas continuaban.







Por las fotos se puede apreciar lo encapotado que estaba el cielo. Pero aquí hay una muestra más: el Sol apenas se abría paso entre la espesura:





Proseguimos en nuestro camino.





¡Hay que seguir por aquí! ¡Debemos bajar! ¡En marcha!




¡Que maravilla de farallones!




Este pequeño agujero parecía una maceta, donde, enmarañada, crecía una nueva planta.



No vimos cascadas de agua, pero sí de hiedra. ¡Maravilloso!



De nuevo, el Sol jugando al escondite.








La foto del camino que nunca puede faltar.





Estas herbáceas blanquecinas llamaron mi atención, pero no pude pararme a determinarlas.




Nuevamente, árboles aflorando de donde menos te lo esperas.




¿Jugamos al limbo?



Me encanta jugar con los contrastes de luz.




Más figuras, aquí un perrito agazapado, preparado para salir corriendo tras una pelota.



Esta no figuraba en los mapas, pero, ¿a nadie le recuerda a un pingüino (con exceso de anabolizantes)?


Un descomunal gato, de espaldas.





Parece que el Sol recobraba fuerzas y ganaba su batalla contra las nubes, poco a poco. Una suerte, porque las luces vespertinas le daban unos nuevos y hermosos aires al paisaje





¿Cuántos tonos de verde puede ofrecernos la paleta natural?








Tuvimos ganas de explorar el callejón. Lástima, no cabíamos.


Y a saber lo que te podía caer en la cabeza desde esas alturas.




De arriba a abajo; el suelo, cubierto de otoñales hojas de arce nos volvía a sorprender.







Nuevas cascadas de hiedra se deslizaban ante nosotros.





Y de repente, se hizo el silencio.
Alguien extendió un brazo.
¡Allí, allí! Una cabra, murmuraba.

Raudos y veloces, todos sacamos nuestras cámaras. Pensábamos que estos ágiles y a veces esquivos animales se estaban dejando ver de pura casualidad, y que no los volveríamos a tener tan cerca, así que había que aprovechar la oportunidad.




Cuando la cabra se fue, seguimos andando. Había que darse prisa si no queríamos que la noche nos alcanzara en plena ruta.








Y, de repente, otra vez. ¡Una cabra!
Esta, desde su atalaya, parecía la vigía de la manada, comprobando que todos estuvieran bien...



 ... y que nosotros no fuésemos una amenaza.




Dentro de las cabras monteses, Capra pyrenaica, estas pertenecen a la subespecie hispanica. La subespeciación es un fenómeno fácil de producirse en especies como ésta, que al vivir en hábitats tan específicos como son los montes altos y escarpados, tienden a aislarse y a evolucionar por separado. Con el paso de los siglos, esto puede desembocar en la generación de especies distintas.
Para entendernos, es algo así como lo que ocurre con los perros, pero de forma natural; al "estancarse" los genes, ya que no pueden fluir más que en un grupo de individuos, se van adquiriendo unas particularidades propias de cada subespecie o "raza". Llegará un momento que se hayan diferenciado tanto, que ya no puedan procrear entre sí; en ese momento serán especies distintas (a mi parecer, eso ya ocurre con los perros. ¿Cruzarías un chihuaua con un pastor alemán? Pues eso. Pero se trata de una especie domesticada, así que las leyes de especie-subespecie etc, no se aplican aquí, basta comparar el término subespecie en el entorno salvaje, con raza para especies domesticadas.)

En la Península Ibérica ha habido hasta cuatro subespecies de Capra pyrenaica, de las cuales dos, desgraciadamente, se han extinguido ya: el bucardo y el mueyu.

Entre nosotros queda la subespecie victoriae, de mayor tamaño y pelo más oscuro, distribuida por el centro y el norte de nuestro territorio, y la hispanica, de pelo más rojizo y menor tamaño, cuya población baila entre el centro y el sur de la península.





Otra observadora desde las alturas.




A nuestras espaldas, el sol se iba escondiendo.


Pero si mirabas hacia delante, las curiosas cabras te rodeaban, saltando de roca en roca.



Por el tamaño y los cuernos, diría que es una hembra. Vi a pocos machos en la manada, ¿podría ser que fuera una de las hembras más ancianas y que ejerciera de matriarca? No tengo constancia de que esto ocurra, pero por especular...



Algo más adelante, una bonita estampa familiar se dibujaba ante nosotros. Mamá cabra paciendo, mientras su cabritillo corretea feliz y curioso.




Y una bonita historia de amor tenía lugar al mismo tiempo. Un joven macho intentaba por todos los medios conquistar el corazón de su amada.
No dejaba de acompañarla a dondequiera que fuese y de olisquearle sus partes nobles.


Ella, por su parte, no sentía el mismo interés, así que se iba a pacer tranquilamente.


El macho entonces, disimulaba un poco, como si la derrota no le molestase. Fingía que pacía o se rascaba la cabeza... temporalmente, porque luego volvía a la carga.



Ajenas (o no) a esto, otras cabras se alimentaban tranquilamente, antes de la caída de la noche.



Como os comentaba, el joven macho no perdía de vista a su objetivo, que le ignoraba completamente. ¿Sería verdadero desinterés o se estaría haciendo la interesante?






Parecía que cada vez más cabras se congregasen a nuestro alrededor.



El imperturbable casanova seguía a lo suyo.
Y la desinteresada, también.





Otra cabra con picores (no sé por qué, adoro cuando los animalillos se rascan, me parecen adorables)




El Sol, cada vez más bajo, arrojaba unos hermosos juegos de luces y sombras.





Este joven y poco experimentado cabritillo ha encontrado un tierno bocado. Detrás, su madre le observa con atención.



Y aquí otro individuo alimentándose tranquilamente de la hierba que crece entre los cardos. ¿¡Cómo es posible que no se pinche!?


La hembra cortejada decide marcharse. ¿Habrá cedido a las proposiciones o querrá que la dejen tranquila?
Nunca sabremos el resultado.



Es tan bonito haber asistido a la vida familiar de una manada como esta. ¡Fue genial!





Nos alejamos de las cabras y seguimos nuestro camino. Unas chovas piquirrojas amenizaban los últimos kilómetros con sus cantos.













¿Quién pudiera cantar y observar desde esas alturas?








El Sol se colaba entre el follaje, regalándonos esta bella composición.





Otra chova en la lejanía anunciando el crepúsculo.







Llegamos al final del camino con los últimos rayos de luz.
Tuvimos el tiempo justo de acercarnos al mirador próximo al centro de interpretación y observar las vistas que nos regalaba el Torcal de Antequera.




La última forma del día, parecía un gran reptil, como un cocodrilo, presto a acabar con su presa.












Con estas fotos nos despedimos. Sin duda, una aventura para el recuerdo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario