Hogares al cuadrado

Tengo la suerte de vivir en una finca muy bonita en una calle agradable. En concreto, en un tercer piso.
A mi madre le gusta la agricultura, así que decidimos regalarle una gran maceta donde poder crear su propio huerto urbano ecológico.
En la actualidad, es el hogar de una preciosa, lozana y salvaje tomatera (Solanum lycopersicum L), que nos alegra con sus fragantes hojas y sus preciados tesoros:


Es tan aguerrida, y el clima este año está siendo tan caluroso, que a estas alturas del año aún (o ya) sigue dando tomates:


Esta tomatera, a su vez, se ha convertido en el hogar de este o esta simpático/a saltamontes. 
¿Que cómo puedo estar tan segura de que es su hogar? Bueno, va y viene a su antojo, pero todos los días pasa unas cuantas horas aquí. Incluso tiene sus ramas favoritas (solo que las cambia cada cierto tiempo porque la tomatera no para de crecer).


"Pero vamos a ver, si estos bichos son todos iguales. No puedes estar tan segura."
Bueno, siempre es del mismo tamaño (lo comparo con mi índice, nunca ha decrecido ni ha aumentado) y lo que es más interesante, le falta la pata derecha.


Hablamos, pues, de un simpático o simpática saltamontes, que vive en una tomatera, que habita en una gran maceta en la terracita de mi piso, ubicado en la finca de una bonita calle.


"Hogares al cuadrado. Qué bello es compartir", pienso mientras enfoco el objetivo al ojo del insecto, intentando captar su alma, su esencia.



De repente, me percato en que hay algo anómalo en el saltamontes. Apenas nada, una manchita. 
Una manchita de tres milímetros, que se desplaza desde las antenas hacia abajo.

   
Se trata de un ácaro terciopelo rojo, un Trombidium sp. 
El adulto se alimenta de colémbolos (seres diminutos similares a insectos que aparecieron hace 400 millones de años, ahí es nada) y de huevos de insectos. 
Pero las larvas son parásitas de insectos grandes, como los saltamontes. Se suelen enganchar a sus alas, y allí succionan la "sangre" (que en los insectos no es tal, sino una sustancia parecida que recibe el nombre de hemolinfa).
No descarto, pues, que el ácaro estuviera depositando sus huevos a lomos del saltamontes.


Así que en cierto modo, aunque sea un poco...repulsivo, este saltamontes, es o será el hogar de un gran número de larvas de ácaros de terciopelo.
El insecto será el hogar de unos ácaros, que a su vez está instalado en una tomatera, que a su vez vive en la terraza de mi casa, que está... Bueno, ya sabéis el resto.
Pero es precioso saber de la existencia de estos hogares dentro de hogares; hogares al cuadrado.



Cuando la amistad (o el intento) y el juego superan las barreras de la especie.

Este es Cholo, un amigo de cuatro patas que conocí hace poco en mis aventuras por Madrid. Es un perro de lo más cariñoso, adora las personas y, sobre todo, que éstas le prodiguen amores.
Jugar, correr y explorar son otras de sus aficiones.


¡Es tan rico!
Resulta imposible resistirse a su carita de pena cuando quiere carantoñas... aunque no quieras, ¡se las acabas dando!


Cuando abandonamos la urbe y la cambiamos por la Sierra de Madrid, inevitablemente tuvimos que salir de ruta a disfrutarla. Es increíble los tesoros naturales que alberga un lugar tan cercano a la urbe. 
Entre las múltiples sorpresas que nos deparaba la salida, nos encantó esta: una enorme finca habitada por una manada (¿manada o rebaño? Lo desconozco) de vacas. Cerca del muro de piedra que las separaba del camino, estaban estas hermosas terneras.
¿No son achuchables?


Las vacas son animales extremadamente curiosos, pero también miedosos. Por eso, estas terneras se quedaron asombradas, observándonos, en la distancia, y se aproximaron poco a poco.


"¿Quienes serán esas personas? ¿Y ese animal curioso que les acompaña?", parecían preguntarse.


Cholo también se sentía fascinado por esos seres que no había visto (ni olido) jamás. Nos miraba, como pidiendo permiso para acercarse, o para cerciorarse de que todo estaba bien.


Luego, centró toda su atención en las jóvenes vacas.


Por su parte, ellas observaban a su madre, también en busca de indicios que permitieran saber si acercarse al perro era seguro o no.


La situación se sostuvo un poco más...


Hasta que por fin, Cholo se decidió a saltar el muro que le separaba de sus nuevas amigas. Las olisqueó, y ellas lo olisquearon. Luego, Cholo, juguetón, comenzó a correr tras ellas. 


Las terneras no parecían muy asustadas, pero la vaca adulta que rondaba por ahí (en el centro de la imagen). ¡Ay, la vaca! Tomó al pobre Cholo como una amenaza y también se dispuso a correr... ¡a por él!
No le quedó más que esconderse en un arbusto donde sabía que la vaca no le iba a alcanzar, y cuando pasó el peligro, salió corriendo y de un brinco, saltó el muro y se refugió entre las piernas de su humano.


No tengo fotos de lo que ocurrió después, así que os invito a hacer un ejercicio de imaginación: las terneras se refugiaron tras la vaca que había salido corriendo enfurecida, y siguieron observando a Cholo con curiosidad.
Por su padre, la vaca madre, nos estuvo vigilando, al grupo entero, con una cara de infinito desdén que a medias daba miedo y a medias hacía reír (y yo que pensaba que éstos animales eran muy poco expresivos...). Esta estampa se prolongó hasta que el camino que nos guiaba se alejó y formó una pronunciada curva, que nos separó definitivamente de nuestras amigas. 


Y hasta aquí la pequeña historia de hoy. Ahora sólo me queda preguntarme si las terneras seguirán manteniendo su curiosidad, si la madre vaca será algo más tolerante a la próxima, y sobre todo, si Cholo tendrá las agallas suficientes como para acercarse de nuevo a un animal mucho más grande que él...o huirá en el intento.

Despidamos al 2015 como se merece

Aunque ya está bien entrado el mes de enero, por circunstancias varias aún no he podido despedirme del año que nos ha dejado.

Comencé el 2015 en el Deltebre, rodeada de belleza, de agua, de aves y de maravillosas personas. Y lo acabaremos, ¿por qué no? en la Albufera de Anna, también rodeada de belleza, de agua, de aves y de otras personas igualmente maravillosas.
No son exactamente las últimas fotos que tomé, pero sí de las últimas, allá por el 27 de diciembre, y me pareció una bonita experiencia cerrar el ciclo fotográfico de este modo, igual que empezó.

Por eso no voy a incluir otras fotos de la excursión, que fue más allá de la Albufera y sus alrededores: me limitaré al agua y su belleza.

¡Espero que vuestro 2016 sea igual o mucho mejor que el 2015! Siempre hay que mirar bien alto, hacia arriba, con amor, voluntad y ganas de vivir, sólo se puede ir a mejor.




Salimos muy temprano aquél día, y las brumas matinales aún lo llenaban todo.



El Sol comenzaba a desperezarse, y sus primeros rayos rompían la monotonía neblinosa, ofreciendo un curioso paisaje de luces y sombras.


Casi parecía un bosque encantado.



Pronto llegamos a un punto clave, a un lugar que ya tenía muchas ganas de ver: la Albufera. El agua estaba mansa, limpia, se asemejaba a un espejo. 
De su superficie emanaba una fina y delicada bruma.


Parecía que de un  momento a otro, fuera a aparecer la Dama del Lago, con su larga cabellera, su hermosa sonrisa y su fino vestido de brocado de oro.



No apareció tal Dama, sino una bandada de patos y ocas.
Mucho mejor. No creo que se me de bien hablar con la realeza, soy mujer de a pie, soy mujer de la naturaleza... Apuesto a que me entiendo mejor con estas aves.
Y si no lo creéis, mirad qué foto más graciosa, con qué curiosidad nos observa el amigo emplumado.


Bordeamos el lago, que nos ofrecía un espectáculo matinal sin parangón.


¿No os parece mágico, idílico?
Dejaré de reflexionar, por el momento, y permitiré que disfrutéis del espectáculo.







Los patos comenzaban a aglutinarse. Están tan acostumbrados a que los alimenten, que no dudaron en acercarse al grupo. 
Yo iba únicamente armada con la cámara, así que por mi parte, nada pudieron comer. Mala suerte chicos, pero tranquilos, tendréis más oportunidades.



Es curioso ver cómo algo tan mundano como un grupo de patos comiendo se convierte en un espectáculo digno de la mayor admiración con las luces y el ambiente adecuados.




Aquí tenemos... el camino perfecto hacia la luz.
Si no hubiera hecho tanto frío, lo hubiera seguido.



Y hasta aquí la selección de fotos de despedida. Espero que las hayáis disfrutado y que guardéis en vuestros corazones los buenos recuerdos, como este, que os haya dado la vida hasta ahora.
Para el año que viene, más sonrisas, más buen rollo, más amor y más ganas de pasarlo bien.

¡En Nadacommunis os estaremos esperando!