Para finalizar el "safari" fotográfico de la entrada anterior, nos detuvimos en un canal, río, o lo que fuera (no sé cómo catalogarlo).
Aunque todo pertenece al mismo día, he querido separarlo, porque en el coche todo eran prisas y ajetreos, tratando de captar "la imagen" en cuestión de segundos. Aquí, en cambio, todo era sosiego; las protagonistas las aves con su día a día, y el Sol que se ponía, perezoso.
El canal estaba cubierto por una lámina de agua mínima, no había viento, ni pequeñas olas, y el líquido elemento se proyectaba entonces como un espejo casi perfecto.
Un escenario idílico donde las cigüeñuelas, Himantopus himantopus (L), y otras aves limícolas campaban a sus anchas.
Son curiosas, estas aves. En relación a su tamaño, son las que tienen las patas más largas. Puede que no se aprecie del todo en esta foto, porque una parte de sus extremidades está sumergida, pero cuando el 100% de éstas está al descubierto, resulta todo un espectáculo.
Una vista general del bello lugar:
¿Cuántas aves hay volando aquí? Casi parece que dos...
Mientras, un buitrón encaramado al carrizo observaba atento la escena... o lo que es más probable, buscaba su cena. ¿Qué suculento insecto iba a ir directo a sus entrañas?
Las cigüeñuelas seguían con su cantinela, ajenas al regocijo que despertaban en mí y el resto de acompañantes.
Justo del otro lado, en dirección opuesta, el Sol se cubría con sábanas de nubes, antes de irse a dormir.
Y nos dejaba este juego de reflejos
Nosotros nos retiramos con él. ¡Las aventuras seguirían al día siguiente, y habría que madrugar!
¡Hasta mañana, Doñana!
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