Un petirrojo muy familiar

Un día, disfrutando de una de esas maravillosas comidas campestres que siempre quisiéramos tener, pero por desgracia no siempre podemos disfrutar, nos sorprendió el movimiento de una rápida flecha roja.
Era un macho de petirrojo, Erithacus rubecula L, que tan campante revoloteaba y se posaba, a partes iguales, a nuestro alrededor, en busca, seguramente, de algún grano de arroz delicioso y extraviado por accidente bajo nuestra mesa.





¡Míralo, tan tranquilo entre las patas de nuestras sillas y mesas!



Estábamos sorprendidísimos por su comportamiento tan osado. Sin embargo, nuestra anfitriona nos contó que no era nada extraño. Ya hace años que vive allí, al lado de su casa, tiene sus árboles favoritos, donde se posa y observa a sus vecinos humanos. Sabe de sobra que no va a ser atacado, y por tanto, no teme pasearse si hay algo que comer entre nuestros enormes cuerpos... eso sí, con cuidado de no ser pisado.



¡En definitiva, ya es uno más de su familia!


Cuando se cansó de andar entre nosotros, se encaramó a uno de los mentados árboles, a uno de esos lugares tan apreciados por él, y se quedó observando. Mientras, yo también lo observaba, y pude tomarle estas bonitas y luminosas fotografías.






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