Sierra de Cazorla, capítulo cuatro. El Río Borosa y las Lagunas de Valdeazores y de Aguas Negras.


Era nuestro último día en la Sierra de Cazorla... ¡y había que aprovecharlo! Así que ya de buena mañana emprendimos la marcha.
Coche arriba, serpenteando entre las innumerables curvas de la carretera, nos dirigíamos a nuestro objetivo: la Laguna de Valdeazores y las Lagunas de Aguas Negras. 
Sin embargo, la prisa no corría, así que nos detuvimos ante la presencia de este bello ejemplar:


Kilómetros más adelante, nos detuvimos de nuevo. Una solitaria cierva y su cría pastaban tranquilamente. 




¡Qué mirada más cautivadora!


No solo contemplamos la fauna. También nos recreamos en el paisaje.


Nuevamente, una cierva con su cría. Esta parecía más crecida que la primera, y a juzgar por su tipo, estaba muy bien alimentada. 




¡No nos olvidemos tampoco de la botánica!


Por fin, llegamos a nuestro destino e iniciamos la ruta. Ante nosotros, 22km. de reocrrido. El agua brotaba por doquier, fluía y nos alegraba el camino.



Esta amable lagartija me dejó tomarle unas fotos, y de paso, a su humilde morada.






En este punto nos encontramos en el inicio de la Laguna de Valdeazores. Un espectáculo visual para el visitante. Y una sensación de calma y de paz que no se puede describir con palabras. 




"¡Cuantos peces! ¡Qué preciosidad! Pero, ¿cuántos habrá realmente? Quizá, si tiro algo de pan, lo sepa realmente" debió pensar alguno de mis acompañantes. 


¡Y vaya si había peces!



El juego de luces y de reflejos es una auténtica gozada.







¿No os parece algo fantasmagórico el tronco de este pino muerto?



Nuestra ruta seguía bordeando la Laguna de Valdeazores y ascendiendo.






Para seguir nuestra ruta hasta las Lagunas de Aguas Negras y poder disfrutar del nacimiento del Río Borosa, nos tuvimos que internar por unos túneles largos, oscuros... ¡e inundados! Aquí una fotografía que tomé por una de sus ventanas-respiradero.


Casi, casi en el nacimiento.



Y camino de vuelta.




Eso que hay en el fondo del río son huesos. Me llamó la atención la cantidad de esqueletos que encontramos en el camino.
Pero lejos de crear repulsión, creo que estos en concreto dejaron una imagen bastante poética. 





¡Hola arañita!
Aprovecho este momento para reivindicar el lugar que las arañas se merecen en este mundo. ¿Sabías que sin ellas la población de moscas, mosquitos y otros insectos dañinos se multiplicaría tanto que podrían acabar con el ser humano, o diezmar bruscamente sus poblaciones? Ahora ya lo sabes. La próxima vez que veas una araña... ¡¡¡no la mates!!! Si te da repelús apártala, sácala de tu habitación, aléjate de ella... pero no la mates.


Cambiamos de tercio. Ya en el coche, en el camino de vuelta, tuvimos la suerte de encontrar este ejemplar de cabra montés o Capra pyrenaica Schinz macho, una de las insignias de la fauna ibérica.
¿Macho? ¿Por qué? Bueno, en esta especie, al igual que el antes citado ciervo, el dimorfismo sexual está muy marcado. Eso significa que los machos y las hembras se diferencian enormemente entre ellos. En el caso de la cabra montés. un macho puede medir 20cm más, pesar más del doble y tener unos cuernos gigantescos comparados con los de las hembras. 
Muchas aves son referencia en cuanto a dimorfismo sexual, hasta el punto de que en ocasiones parecen especies distintas (en la entrada anterior comenté el caso del petirrojo, cuya hembra es parda y muy tímida).
Y un dato curioso: los humanos somos los primates con menor grado de dimorfismo sexual. Por si le interesa a alguien.

Bueno, os dejo con la cabra.





Volvimos al coche...


... ¡¡¡Para para!!! ¿Qué es eso marrón que sale disparado? ¡Jabalíes!

Se trata de jabatos, ejemplares de un año de edad. Se diferencian de los más jóvenes, los rayones, por su pelaje: los primeros son más claros y tienen unas rayas longitudinales que recorren su cuerpo, de ahí el nombre; al crecer el pelaje se oscurece y se vuelve rojo bermejo. El adulto es mucho más grande, y marrón oscuro o negro.
El nombre científico, Sus scrofa L.


Pero algo falla en esta estampa. Eso del fondo no son jabalíes adultos, son gamos. Si bien es cierto que los jabalíes son extremadamente huidizos, jamás dejarían a merced de un ser humano a sus crías. Así pues... ¿qué hacían allí? ¿Por qué convivían entre los gamos? 



A los cérvidos no parecía molestarles mucho la presencia de los jabatos...





Así pues, lo que pasó en este grupo fue y seguirá siendo un misterio. Al menos para mí.


Posteriormente, encontramos otro grupo de gamos.





Volvimos a subir al coche, y ya parecía que llegaríamos a Cazorla del tirón, cuando nos detuvimos a contemplar el paisaje... 

... y ¡oh, sorpresa! Un muflón (Ovis orientalis L.) macho nos sorprendió. Son muy huidizos, y además se catalogan como especie vulnerable, así que tuvimos mucha suerte al encontrarlo.

Un dato sorprendente: las ovejas domésticas provienen de esta especie. Se las cataloga como Ovis orientalis aries, donde aries viene a indicar que se trata de una subespecie domesticada. 





Aún con temor a repetirme, la ternura de este cervatillo no se podía dejar olvidada en un pen drive, así que aquí lo tenéis. 







El Sol seguía su imparable bajada. Pronto llegaría el crepúsculo.



Los animales tomaban los últimos rayos de luz...




... y se preparaban para pasar la noche.






Nuestra última parada fue en este bello mirador. Nos dejó a partes iguales la grandeza de la Sierra de Cazorla...





... y la esencia de las cosas pequeñas, como este pajarito. Alguien me dirá pronto qué especie es, o eso espero.








Llegamos al municipio en el último estretor del día. El castillo ya estaba iluminado.
Estas son las últimas instantáneas del viaje. ¡Hasta siempre, Cazorla! ¡Espero volver a verte!





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