Imagina el lugar más apartado del mundo. Un lugar al que se accede tras cuatro o cinco o más horas (no puedo confirmarlo, me dormí, el traqueteo y el calor podían conmigo) en bus.
Romperemos una lanza en favor de estos largos trayectos. Es cierto que se hace muy tedioso, sobre todo si estás acostumbrada a ir de acá para allá, sea en coche, bus o tren, con relativa rapidez. Aquí, para ir a cualquier parte, debes hacer un montón de conexiones a las ciudades grandes, pues las carreteras escasean entre núcleos de población pequeños. ¿Dónde está el punto a favor, pues? En que es esta baja densidad de carreteras la que ha propiciado unos hábitats tan bien conservados y extremadamente poco fragmentados. La fauna y la flora puede dispersarse fácilmente por un país sin autopistas con tres carriles por sentido; es un ejemplo precioso de convivencia entre el ser humano, el desarrollo y la naturaleza.
La odisea vale muchísimo la pena, incluso en los bares encuentras tesoros así:
Antes de seguir, este es el mapa donde se localiza, a ojo de buen cubero, la localidad de Ostional, marcada con un punto naranja.
El mapa de Costa Rica recuerda vagamente a una tortuga, y eso es precisamente lo que fuimos a buscar: tortugas desovando.
Era cuarto creciente, y nos habían comentado que, si bien no era temporada alta, esta era la mejor luna para avistarlas, pues es cuando salían más. Podríamos haber ido al Parque Nacional Tortuguero, pero nuestros bolsillos comenzaban a resentirse por tantas entradas a Reservas y Parques, y pagar no era sinónimo de ver nada.
Además, Ostional tiene el encanto de ser un lugar mucho menos transitado por turistas... ¡Y encima tiene el encanto de descubrir las tortugas por tu cuenta!
Como comentaba anteriormente, el hecho de ser un lugar tan remoto te daba el privilegio de encontrar tesoros hasta en una soda (este es el nombre que reciben los establecimientos donde se sirven comidas "sencillas", como el gallopinto, los casados (platos combinados) y ricos jugos; establecimientos de platos más elaborados son restaurantes, y locales de copas, bares).
¿Veis el colibrí apenas tapando la moto?
Poder disfrutar de estas maravillas del mundo natural mientras te refrescas con un nutritivo jugo no tiene precio.
¡Saludos!
Después del viaje y de la comida, llegó el momento de pasear por la playa. Queríamos ver qué aventuras nos esperaban.
Encontramos este poderoso dragón (bueno, vale, es un tronco gigantesco y pulido arrastrado por el mar, pero da el pego).
También vimos zopilotes. En la primera entrada acerca de Costa Rica, (http://www.nadacommunis.blogspot.com.es/2015/03/especial-costa-rica-el-volcan-de-irazu.html) ya los presenté. Ahora podéis verlos desde el suelo.
No son tan grandes, ni de lejos, como nuestros buitres leonados. Y el pellejo de su cara y cuello, me sigue recordando a un pavo, aunque insisto que es una opinión personal.
Esas manchas que veis en el suelo son pedazos de cascarón de huevos de tortuga. La mayoría de tortugas perecen en su periplo por desarrollarse; dicen que sólo el 1% logra eclosionar y llegar hasta la playa.
Los zopilotes son algunos de los principales comedores de huevos y de crías, junto con otras aves marinas, perros callejeros y un largo etc,
Existe un cupo, rigurosamente regulado, de huevos de tortuga que pueden ser extraídos y comercializados por el ser humano.
El Sol poniéndose en el Pacífico.
Y un zopilote recortándose frente a su luz. No dejan de ser fascinantes estos reyes del cielo, tan presentes en todo el país.
Pasamos dos noches en Ostional, que aprovechamos, cómo no, para buscar tortugas desovando. Compartiré con vosotros mi alegría: logramos ver una. ¡Todo el proceso completo, desde que salió del agua hasta que volvió! Eso es tener muchísima suerte, ya que ni en el propio Tortuguero se puede tener esta oportunidad.
Además, un vigilante local fue quién nos acompañó durante la búsqueda, la localizó y nos explicó todo el proceso, así como varios datos interesantes. Un ejemplo, mientras desovan, las tortugas lloran. No es que estén tristes, es que tienen esa adaptación para excretar el exceso de sal presente en su cuerpo.
¡Incluso se nos permitió acariciarle el caparazón!
Eso sí, tomar fotos está prohibidísimo, ya que cualquier luz, sobre todo el flash, las aturde fatalmente. Así que no hay fotos del mágico momento, y espero que os podáis conformar con las puestas de sol.
Bonito lienzo del agua retirándose tras una fuerte ola.
Aquí el océano demuestra tener unas corrientes inmensas y una fuerza colosal, así que es frecuente encontrar grandísimos troncos pulidos, depositados al azar.
Amanece en la playa de Ostional y la vida sigue su curso.
Después de embadurnarnos convenientemente con protector solar, nos dispusimos a nadar, explorar y conocer el lugar.
Observamos unas aves lanzándose en picado sobre el agua, atrapando peces, cual gaviotas. Sólo que no eran gaviotas, ni cormoranes, ni nada de lo que cruzó mi mente: eran pelícanos.
Nunca había pensado que ese pico les dejase margen para la maniobra. Pero sí, eran muy versátiles en vuelo.
Estos rastros son madrigueras de cangrejo. Se esconden en ese orificio central, y por algún motivo que desconozco, van sacando la arena siguiendo esos patrones tan característicos e impredecibles.
Un vídeo de los pequeños correteando en busca de refugio:
Nuevamente me impresionó la diferencia entre marea alta y marea baja.
Estos son pelícanos pardos, Pelecanus occidentalis L., cuya especie se extiende desde la Amazonía hasta el sur de Estados Unidos.
Existe un gran número de subespecies para este pelícano, cada cual adaptada mejor a su lugar de residencia.
Un dato curioso acerca de los pelícanos: son capaces de tomar agua de mar y "depurarla" en su garganta, donde se transforma en agua dulce lista para el consumo.
Una adaptación asombrosa a la par que útil para un entorno tan difícil como éste.
Ahí los tenéis en plena acción.
Al retirarse la marea, se quedaban estas pequeñas pozas, repletas de lapas, cangrejos ermitaños, conchas diversas y algunos pececillos. A media mañana, estaba repleto de aves dispuestas a aprovechar el botín, como podréis comprobar luego.
Una de mis conchas favoritas. Disfruté como una enana recolectando las que me encontraba vacías, dispuesta a crear arte con ellas.
Preparándose para el ataque...
...¡zambullida!
Aquí un par de vídeos de las aves en acción. Diré en mi defensa que esta calidad tan pésima no es culpa mía. La plataforma no me permite subir vídeos pesados, así que me veo forzada a reconvertirlos. El resultado es bastante flojo... pero menos es nada.
Insisto, la diferencia entre mareas es abismal, estas rocas estaban completamente cubiertas en otras horas del día.
He aquí las susodichas aves aprovechando el festín.
Confesaré que quise bucear. Luego avisté esto y pensé que quizá no era tan buena idea.
Atardecía, y yo me dispuse a realizar una nueva caminata para inspeccionar lugares a los que no había podido acceder por la mañana.
Mientras me acercaba a mi objetivo, me topé con esta escena: ¿qué están tramando los zopilotes? ¿Querrán entrar en esa caseta?
Este era mi objetivo, al que no había podido llegar por la mañana.
Un consejo de amiga: nunca andéis. descalzos por una playa tropical cuando el sol está alto. Nunca. Por muy acostumbrados al Mediterráneo que estéis. Me quemé las plantas de los pies, ¡qué dolor!
Se trata de un estero. Según me contó el vigilante de tortugas que he mencionado anteriormente, se trata de un río que no desemboca en el mar, sino que forma una especie de laguna en la parte interna de la playa, a unos cien metros de la zona de resaca.
Es un hábitat muy benigno para distintas especies de aves que venían aquí a alimentarse...
... también lo era para los cocodrilos. De hecho ya me habían advertido de su presencia, por lo que sumergí los pies lo justo y con cierto recelo.
Luego vi un grupo de niños y perros jugando en el agua, salpicando y riendo. Creí que me habían tomado el pelo, pero el vigilante me lo confirmó por la noche. Se ve que los pequeños están tan acostumbrados que no le temen a nada.
Cinco aves en primer plano y ninguna de la misma especie. Fascinante, ¿no?
Maldije una y mil veces no haber traído la cámara buena, pero no me atrevía a bajarla a la playa después de haber tenido problemas entre el objetivo y unos granos de arena durante una excursión.
Aunque sin usar el zoom, los resultados mejoran notablemente.
Hermoso zopilote vigilando el cotarro.
Ahora que el Sol no ardía, muchos pescadores, a veces familias enteras, se disponían a pescar. No llevaban redes ni cañas, sino un aro de plástico de algún color vivo como rojo o azul, donde, al parecer, se enrollaba el hilo.
Me despido ya con otra puesta de Sol, desde dentro del mar. ¡Hasta la próxima entrada!