He andado sobre el cielo.
Sobre mí el firmamento estrellado, a mis pies una tenue película de agua sobre la que se proyecta su fulgor. A cada paso, ellas se mueven conmigo, andan conmigo, son mi camino hacia el cielo.
La sinfonía del mar inunda el ambiente,y el ligero chapoteo de mis pies le da ritmo a la noche, mientras sigo andando sobre el cielo.
El salitre se palpa y se huele. No hay frío ni calor, es la noche del trópico. Basta con una sencilla camiseta para seguir andando plácidamente sobre el cielo.
De vez en cuando, una ola más brava que las demás avanza, me lame los pies y deposita una nueva lámina de agua, que me permite seguir avanzando sobre el cielo.
Al andar sigo salpicando, y río cuando me acaricia la espuma, y entierro un pie en la arena intentando atrapar una estrella, y vuelvo a reír, y sacudo mi cabeza y miro hacia arriba y contemplo las estrellas, mientras sigo andando sobre el cielo.
Sobre mí, el universo inconmensurable.
A mis pies, la pequeñez de un grano de arena.
En ambas partes, las estrellas.
Te sientes grande. Y pequeña.
Te sientes infinita.
Maravillada.
Frágil.
Deslumbrada.
Vulnerable.
Poderosa.
En paz.
En el cielo.
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