No acostumbro a publicar fotografías que impliquen trabajo humano, pues este intenta ser un blog que hable del mundo natural. Pero cuando el esfuerzo, la técnica y la ingeniería se unen para crear obras de tal belleza... ¿quién soy yo para negarles un espacio aquí?
Esta es una vista de la Catedral de Bayona, donde inicié la peregrinación. Hermosa, ¿no?
Y también lo son las vidrieras
Os presento a Póquer, el labrador de mis amigas peregrinas. Resultó que en un monasterio había un mercado artesanal. Collares, carteras, cuadros, ropa... y esculturas. Aquí tenemos al "pequeñajo" observando atentamente una estatua que simulaba ser una especie de avestruz, cubierta de plumas.El perro la miraba con una expresión que oscilaba entre el asombro, la confusión y las ganas de saltarle encima.
Creo que aprecia más el arte moderno que una servidora.
Y esta gatita de expresión melosa fue nuestra acompañante la primera noche, que pasamos hospedadas en casa de una amable mujer, sus hijos, y los amigos de sus hijos.
La minina se subió a la viga y nos miró toda la noche. Como no se cae en un espacio tan estrecho, es un misterio.
Y esta es una fotografía de la Catedral, de buena mañana. Apreciaréis cambios de color importantes en las fotografías. Es lo que tienen los días de nubes y sol.
¡Emprendemos el camino!
Me llamó la atención el color "naranja fosforito" de las babosas. Era como encontrar un subrayador en mitad del sendero. Estas son algunas de las fotos que tomé a las hermanas deshauciadas de los caracoles.
Y aquí, una muestra de la arquitectura baztanesa, y supongo que en general de la cultura basca. Sencillamente, me encanta ese contraste de colores. El blanco y el rojo animan mucho los días grises (la mayoría) de la región.
Odio caer en tópicos, más que nada porque he sido víctima de su nefasto resultado (Valenciana, ¿eh? Seguro que me mientes para aparentar. Los valencianos sois todo fachada.)
Sin embargo, me veo en la obligación de hacer un comentario respecto a las gentes que tuve el placer de conocer, aunque fuera de pasada, en el Valle del Baztán. Y es que son extremadamente generosos. A lo largo del viaje nos ayudaron de todas las formas posibles, ya fuera indicándonos el camino, llevándonos en furgoneta (un día que pasamos de largo el albergue y anduvimos kilómetros de más), ¡incluso regalándonos comida en un supermercado!
Al final del viaje, teníamos una colección de teléfonos de desconocidos que se ofrecieron muy amablemente a venir a buscarnos si nos perdíamos. A todos vosotros... ¡gracias!
Como no, no podían faltar los caballos, libres y felices, que pastaban alegremente.
Los caracoles de mi tierra no tienen este color...
Y ante todos ustedes...¡el castillo de Amaiur! Hoy en ruinas, lo que veis es un monolito a los valientes que lucharon en él. Y es que, haciendo honor a la bravura basca, 200 navarros resistieron el ataque de 10.000 hombres de las tropas españolas durante varias semanas, peleando por la independencia e su tierra. Al final capitularon y el castillo fue destruido... pero el castillo sigue ahí.
Este es el pueblo de Amaiur. Por si os interesa, significa Madre Tierra. (Y personalmente, me parece de muy mala leche usar este nombre tan bonito para un partido político, sea de la índole que sea. Seguro que a Amaiur no le haría gracia.)
Encuentra al caballito del diablo. Es verde metalizado.
Esta ya es más fácil...
Sin duda, mi fotografía favorita del viaje. Ese caballo es el rey del Baztán, lo tiene a sus pies. Casi puedo escuchar sus relinchos proclamando la libertad que siente.
Elizondo. Aquí fue donde nos regalaron una bolsa llena de fruta deliciosa y tomates. ¡Gracias, señora del súper! Nos hizo el día.
Este gato está pensando "turistas... para todo sacan la cámara."
Este otro se dejó engatusar más fácilmente.
Me declaro fan incondicional de los burros. ¡Son tan dulces, cariñosos y simpáticos!
Esta es la muralla de Pamplona, marcando el punto y final de nuestro viaje... por ahora.
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