El síndrome del enamorado agilipollado

Hoy escribo una entrada para hablaros sobre el amor.

Sobre las plantas y el amor.

En realidad, sobre una mala práctica del amor en las plantas.

No me gusta nada como suena. ¿Y si comienzo de nuevo? 

Esta entrada que escribo hoy lleva por nombre "El síndrome del enamorado agilipollado". ¿Por aquello de que el amor nos sumerge en un estado de atolondramiento, ñoñería o tontería? No exactamente, pero va por ahí. 
En plena efervescencia sentimental, a más de una persona se le ha pasado por la cabeza declarar su amor a su pareja, y por qué no, a toda la humanidad, tal que así:



Lo cual es, a mi entender, una soberana gilipollez. De ahí el nombre del síndrome y de la entrada.

Así que, harta de ver a indefensos árboles ser víctimas de tan irreflexiva y atroz muestra de cariño, he decidido crear una "entrada-protesta". Con su correspondiente razonamiento, claro está.


¿Por qué está mal, o al menos no es una buena idea, grabar tu amor en la corteza de un árbol?
La primera y principal, porque este árbol es un ser vivo. ¿Marcarías a una vaca con un hierro candente que contuviera vuestras iniciales, para luego pasearla y que todo el mundo fuera partícipe de vuestro amor? ¿Herirías a tu perro con una navaja, trazándole un corazón en el costado? ¿A que es una idea repulsiva? Pues aquí pasa lo mismo.

La corteza para el árbol es lo que tu piel para ti: una barrera contra agentes patógenos, que en este caso incluyen una amplia gama de insectos fitófagos, hongos e incluso bacterias y virus. Es decir, la marca que le infliges, y que queda en un bonito relieve, puede poner en peligro su salud (y en casos de plaga de enamorados, puede llegar a provocar la muerte). Mirad este pobre ejemplar, con todo el tronco cubierto de navajazos y que ya comienza a quebrarse por debajo:


 Incluso hay quién ya pasa del amor y prefiere dedicarse un "fulanito estuvo aquí".



Siempre he pensado que las personas que van por la vida escribiendo su nombre a la vista de la humanidad, son en realidad individuos con la autoestima por los suelos. Y que aquellas parejas que necesitan mostrarle al mundo su felicidad puede que sean las menos felices. Por ello, si el pobre vegetal afectado sobrevive a vuestra fechoría, es más que probable que también lo haga a vuestro idilio romántico. Y piensa: ¿te gustaría pasear por tu parque / monte / lugar de esparcimiento y recordar que ya no sois pareja al ver la cicatriz en el árbol? ¿A que no? Punto a favor para olvidar esta manía.

No es que no crea en el amor, al contrario, siempre defiendo que en el mundo es lo que más falta. Pero habiendo tantas posibilidades... Regala abrazos, haz sonreír a la gente, compón canciones o poemas, cántale a la vida, pinta un cuadro, haz lo que sea, pero no tortures a más árboles.
Te lo agradecerán.


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