Despedida al 2014


No soy una persona muy dada a las alabanzas al año pasado (no en vano, ya lo he halagado a lo largo de sus días y sus noches con las fotografías y vivencias que me ha permitido disfrutar), y no pensaba hacer un recopilatorio de fotografías; ni siquiera me había planteado dedicarle unas líneas. Para mí es una fecha y nada más.
Sin embargo, los acontecimientos de los últimos días del 2014 junto con los primeros del 2015 bien merecen unas palabras. Por eso, aquí va mi despedida a tan buen año, que, puestos a sincerarnos, comenzó siendo uno de los más duros que he vivido, y terminó siendo una explosión de alegría, de saber hacer, de crecimiento personal y de oportunidades. 
Pero volvamos al blog, que es lo que interesa.

Mis últimos días del 2014 transcurrieron aquí, en un refugio entre las montañas de Rasquera, en tarragona. Estas son las vistas desde la "terraza" del pequeño habitáculo, mientras amanece.







Como animalillos curiosos que somos, iniciamos rutas en busca de unas buenas vistas, una buena historia... y algo de luz para templarnos.



Os presento al señorito Taxus baccata L.
Lo de señorito es un decir, probablemente tuviera más años que todos los que estábamos allí juntos. Pero más adelante veréis al padre de todos, y comprenderéis por qué este solo es señorito. 

Los tejos pertenecen a una familia antiquísima, las taxáceas, anterior incluso a los pinos. Existen ejemplares de sexos diferenciados, lo que se conoce como "especie dioica"; es un rasgo distintivo de aquellas plantas más antiguas filogenéticamente hablando.

Todo en el tejo resulta tóxico, llegando a ser mortal, excepto el "fruto", denominado arilo y que envuelve las semillas. La expresión "tirar los tejos" viene directamente de esta toxicidad. Según cuentan, en algunos valles del País Vasco, los mozos enamorados lanzaban ramas de tejo al balcón de la chica a la que pretendían. ¿El significado? Si me quieres, bien, y si no, ahí te mueras con el tejo. Dudo de la veracidad de la historia, pero me parecía curiosa y la quería compartir.

En la actualidad, el tejo es una especie en regresión, dado que su lento crecimiento no le permite adaptarse a las nuevas adversidades y a la tala excesiva, ya que su madera ha sido apreciada desde antiguo. Por eso, para mí es como una fiesta encontrarme algún ejemplar de tejo, y más si es tan espectacular como los de aquí.



Y justo aquí, un ejemplar de sabina, probablemente Juniperus phoenicea L. 
Como la mayoría de sabinas, es de crecimiento muy lento. Es su forma de adaptarse al terreno donde viven: duros, con suelo pobre, o temperaturas extremas, o escasa precipitación; quizá todo junto. Allá donde nadie más pueda crecer, medrará una sabina. 
Su lento crecimiento le permite crear una madera durísima, recubierta de aceites y resinas protectores, para guarecerse así del ataque de insectos.

Otra joya de la que disfrutamos en el camino. 




Esto no es un árbol, es la rama de un árbol vista desde abajo. Parece un mundo entero, distinto, maravilloso, lleno de posibilidades, suspendido sobre nuestras cabezas.


El día iba avanzando al compás de nuestros pasos...


Estas olas no son de un mar embravecido, son ondulaciones de una balsa de agua para la prevención de incendios. No pude desaprovechar el momento, y tomé la fotografía; me gusta jugar con la perspectiva. 


Habíamos llegado abajo, y repuesto el agua de nuestras cantimploras. Era el momento de dar media vuelta y ascender, ascender, ascender...




En nuestra nueva ruta se interpuso este magnífico árbol, ejemplo de la superación y las ganas de vivir. Por algún motivo, el árbol cayó, aunque sus raíces permanecieron en el suelo. Lejos de perder la esperanza, lejos de languidecer y abandonar este mundo... brotaron estos hijuelos del viejo tronco. Deberíamos aprender todos de este árbol: jamás hay que rendirse.



Llegamos a la cumbre. Las vistas, a ambos lados, eran impresionantes.



La ruta terminó y decidimos ir al pueblo a reponer fuerzas. Encontramos esto en una casa. Me declaro fan incondicional de aquella persona que haya sido capaz de expresar tan bien lo que siento con respecto al mundo natural.


Los días pasan. Y no hay dos días iguales. Si las luces naranjas en la montaña me sorprendieron el primer día, estas esponjosas nubes me sorprendieron el segundo. 







Regresamos a la balsa. Allí reparé en unos helechos. Esta fotografía muestra el envés de la hoja; las manchas amarillas contienen numerosas esporas. Se denominan soros. Cuando las esporas están maduras, el soro se abre y éstas se liberan.


Y otra vez, me dediqué a jugar con el agua, la perspectiva y los reflejos.




La tarde iba llegando, jugueteaba con las luces.



Muestra del frío, una pequeña lengua de hielo. Resultado de una fuga en la fuente y del frío del lugar. Donde vivo no acostumbra a helar, por lo que fue muy agradable poder tomar estas fotos.



¿Recordáis al tejo señorito? Lo prometido es deuda, este es el padre de todos.
Imposible describir el sobrecogimiento, la fuerza y la alegría que me transmitió estar bajo sus ramas. 



Mientras por un lado las raíces abrazan una roca, por otro salen numerosos hijuelos de la base del tronco del tejo. Impresionante combinación.



El sol se escondía...


... los últimos rayos de luz bañaban el paisaje...


... y al fin llegamos a la gran cueva, que pudimos explorar.



Pese a la ausencia de luz, seguíamos andando...


 



Desde aquí se aprecia el fin del día y del año, y las puertas abiertas del pequeño refugio. En ese momento, entre la calma, la buena compañía y el bello paisaje, te das cuenta de que no necesitas grandes lujos para ser feliz. La verdadera felicidad consiste en conectar con una misma, y con su alrededor y con la gente que te quiere. 



Las montañas vecinas se tiñeron de púrpura para nosotros.






Y la luna nos iluminó.


Ya en el refugio, encendimos una hoguera. Junto al fuego, calentándonos, comenzamos a preparar la cena. No se necesita más, nada. La calidez del hogar, la sencillez de un plato de arroz y la sonrisa amiga.
Este fue mi último plato del 2014. De los mejores, pues pocos han tenido un significado tan profundo para mí.

Me despido con unas imágenes del crepitar del fuego. ¡Feliz año a todos!













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